- El libro lo abre una modelo que sueña la putrefacción de sus muslos. ¿Esa frase concentra el ensayo?

- Sí. Las historias son reales y el sueño de esa modelo, también.

- Olatz existe.

- Sí, pero no sé si ella se acuerda de él. Es una disquisición sobre cómo construimos nuestra identidad a partir de las propuestas de la cultura visual. La de la moda no es sólo de indumentaria, sino de identidad. De identificación para las mujeres y de deseo para los hombres.

- ¿Por qué le damos más importancia al cuerpo que a la cara?

- Yo también me lo pregunté. Cada vez la cultura es más visual. Vivimos rodeados de imagen, por eso nos miramos tanto. Tiene tal poder de convencimiento, de transmitir valores, emociones, sensaciones, deseos, maneras de organizar la sexualidad... Transmite muchas cosas de manera no verbal, recibimos mensajes encriptados que sin una perspectiva crítica nos afectan y no somos conscientes de ello. ¿Qué hay detrás de esa apariencia de realidad? La creación de una imagen ideal, intereses de producción, dictados de género...

- Dice que el mundo de la moda se la comía viva. ¿Sólo a los que están dentro o también a los demás?

- Nos fagocita, pero no es una cuestión de la moda. Una cosa es la moda y otra la indumentaria. Todos llevamos ropa y podemos disfrutarla más o menos y gastarnos más o menos. Otra cosa es la moda en el sentido de ciclo rápido de producción, consumo y desecho, que es imprescindible en el capitalismo. La moda afecta a móviles, decoración, coches, arquitectura... Esto nos hace percibir el tiempo de una manera poco humana. Tenemos la sensación de que se escapa algo y no es cierto. Empiezas a perseguir no sabes qué y no lo tienes nunca. Se pone mucha presión sobre los jóvenes, dicen que es el mejor momento de tu vida...

- ¿Y no es así?

- Pues no, y una de las razones es esa presión. Yo creía que a partir de los 30 la gente estaba muerta. Y no, al contrario, sentí que tomaba las riendas de mi vida. Es en los 60 cuando se crea la imagen de juventud como ideal de belleza, en los 50 era una mujer sofisticada, madura, que sabía qué se hacía. A veces compro ropa de algunas marcas, veo los anuncios y todas tienen 15 años. Se equivocan. Pueden poner de 15, de 20, de 30, de 40, de 50.... La duquesa de Alba llevaba Custo, pero en el catálogo todo son niñas. Me dan ganas de no comprar.

- ¿Y por qué insisten en algo que se aleja del público?

- Si ponen gente con personalidad, adultas, son famosas. Sharon Stone o Julia Roberts. Podrían escoger modelos más mayores. Las mujeres de 40 años de hoy en día, las que no están sufriendo, tienen un aspecto estupendo. De pequeña, las mujeres de 40 eran mayores, casi abuelas, ahora son unos pimpollos. Estamos hartas de tener que ser blancas, delgadas y jóvenes. Ni soy joven ni tan delgada ni tan blanca. Y me da igual, quiero que me hagas sentir bien.

- «Nunca llegamos a ser la mujer que soñamos ser». ¿Esa mujer la soñamos o nos la hacen soñar?

- Todo a la vez. Nos proponen un modelo y lo adoptamos. Puede no gustarte esa manera de hacer, pero estás tan hecha a ella, que te cuesta cambiarla. Nos dicen que ése es el modelo y de niños no tenemos capacidad ni criterio para rechazarlo. De adulto puedes darte cuenta de que ese modelo de identidad te aprieta, te hace daño, y pensar en cómo puedes adaptarlo a tu medida. Ese modelo de los anuncios de «papá es listo y mamá es bonita» es patético.

- ¿Hemos vuelto atrás?

- No creo que vayamos para atrás porque nunca hemos estado tan delante. Hay pequeños destellos. Estamos más incorporadas al mundo laboral. Mi madre no tenía ni derecho a pasaporte ni cuenta corriente y de eso no hace tanto. El progreso es muy lento.

- ¿La búsqueda de la belleza nos esclaviza?

- En este libro las modelos explican que no están a la altura del ideal. Nadie está a la altura. Es como Dios, ¿quién está a la altura de Dios? Es la perfección por definición y por definición los humanos no estamos en ella. Esto es igual. ¿Nos esclaviza? No creo, pero nos domina. Que lo haga más o menos depende de nosotros.

- La moda crea un ideal, pero todo es luces, maquillaje, photoshop... es una mentira.

- Yo no diría que sea una mentira, pero creemos que lo que vemos es real. Cuando vemos una película sabemos que la actriz hace un papel, cuando vemos una modelo pensamos que esa chica es así. Ahí está el truco de magia, pero no te lo dicen, te hacen creer que es real. Tenemos un cuerpo y tenemos derecho a vivirlo, a llevar nuestra sexualidad y estética con libertad, a decirles a las corporaciones: «Flexibilizad un poco».

- Ahora hay modelos diferentes, como Tess Munster, con una talla 54, o Winnie Harlow, que tiene vitíligo. ¿Cambio real o más negocio?

- Verdad y forma de buscar negocio no son opuestos. Siempre hay ciclos de «busquemos gente real», pero ahora hay más presión para una representación real. Hay mucho activismo online. ¿Qué pasará a partir de ahora? No soy adivina, soy socióloga. Soy la voz de la calle: «Estamos hartas. Representation, please». Quiero que me digas que soy guay independientemente de la edad, la forma, el peso y la piel que tenga. Entonces compraré más. Estoy harta de decírselo a los publicistas, pero son miedosos. No preguntan a sociólogos o antropólogos y tienen que retirar campañas porque ofenden.

- ¿Por ejemplo?

- Mac, la empresa de cosmética, hizo una campaña sobre las mujeres de Ciudad Juárez. Salían las modelos vestidas de muerta y maquilladas. La tuvo que retirar. ¡Consultad a un antropólogo! Lo de Winnie Harlow y Desigual está muy bien, pero es Desigual y ella es desigual. Les cuadraba con su estética y quedan bien de cara a la sociedad. El 82% de las decisiones de compra en el mundo las toman las mujeres. ¡Hacednos sentir bien!

- ¿Y hay alguna campaña en la que parezca que les han preguntado?

- Princess Machine, un juego de ingeniería. Unas niñas miran la tele aburridas, sólo salen princesas y cosas rosa. De repente sale este juego en el que el agua cae, mueve una pelota, baja un tobogán... La lían. Al final salen contentas con un casco de ingenieras que, además, es una de las carreras más masculinizadas. Megaventas en Estados Unidos. Dove consultó a una psicoanalista británica que escribió el libro ´Fat is a feminine issue´. Pavofrío copió la idea estupenda de una madre de Nueva Zelanda que, harta de las hipersexualizadas Bratz, las desmaquilla, les pone vestidos de niña y las regala. Colgó el vídeo y se hizo viral. Dudo que le pagaran.Céline usó a la escritora Joan Didion, de más de 80 años. Eso está bien, pero sin usar sólo a famosas. A las mujeres no se nos escucha.

- En el mundo académico pensaban que sería una cabeza hueca y un oculista le dijo que, para lo que debía leer, que no se pusiera gafas.

- Aún me pasa. En el mundo académico las mujeres lo tenemos claro y hacemos presión para que esto deje de pasar. La masculinidad se asocia con la razón y la feminidad con la emoción. Es como si tuviéramos filtros en los ojos y la mente y viéramos a través de ellos. Platón pensaba que las mujeres eran un obstáculo en el camino del conocimiento. Las mujeres estamos fuera siempre. En junio, un premio Nobel de física dijo que las mujeres en el laboratorio son una distracción. La reacción de las científicas fue subir fotos en su trabajo, antilibido. No venimos a ligar al laboratorio. Pero no por dedicarnos a un trabajo intelectual tenemos que descuidarnos. No tengo tener que escoger entre ser Rita Hayworth o un intelectual francés. Puedo ser las dos cosas.

- Dice que el cuerpo es un medio de comunicación, pero ¿sabemos qué queremos comunicar?

- Comunicamos según lo que nos dicen que tenemos que ponernos y no se entiende. Como esas niñas jovencitas con minishorts y camisetitas. No sé si se dan cuenta del poder sexual que tiene su imagen. No entro en si está bien o mal, pero no creo que entiendan el impacto que tienen. Cuando yo era jovencita no lo tenía claro. ¿Has visto ´Mad men´?

- Sí, ¿por qué?

- Me viene a la cabeza Christina Hendricks, no entiendo cómo no vemos modelos como ella.

- Seguro que tiene una teoría.

- Sí, que las modelos son perchas y con una mujer como ella no miras la ropa, la miras a ella. Es un error. Te fijarías en la ropa porque el día que quieras ir como ella, marcando curvas, sabrás qué ponerte. Aunque claro, las curvas se tienen o no.

- Hay sujetadores superpush-up y hasta postizos de culo como el que usó Penélope Cruz en ´Volver´.

- Seguimos lo que las revistas nos dicen que mola, pero debemos plantearnos si es así. En África, por ejemplo, hay una industria brutal de blanqueamiento de la piel, auténticas barbaridades contra la salud.

- La cirugía estética también lo es.

- Sí, entras en un quirófano. Es algo general jugarse la salud por belleza.

- ¿No es muy gore un negocio que hace que arriesguemos la vida por conseguir belleza?

- Lo gore es no darse cuenta de ello. Toda la presión es sobre las mujeres, cuando más nos acercamos a un papel público, a ser profesionales, más presión hay. Somos nosotras las que nos arriesgamos, pero también las que tenemos la capacidad de negarnos. De exigir otros modelos, que nos presenten una mujer interesante, con arrugas y guapa. En el libro sale una cita de Giorgio Armani, de una entrevista que dio a Diario de Ibiza.

- Que la gente que critica la moda es porque son pobres envidiosos.

- Exacto. Es tan arrogante. El glamour se alimenta de la pobreza. Si no hubiera tanta miseria y no nos diera tanto miedo caer en ella no nos atraería tanto el brillo del glamour. Crear la mirada de envidia es lo que siempre ha hecho la publicidad. Y es hora de cambiarla. Con Internet sabemos quiénes explotan, quiénes persiguen a las sindicalistas en Bangladesh. ¿Quieres ponerte ropa que está hecha con la sangre de una persona? ¿Y que es una mujer como tú? Es nuestra responsabilidad no seguir ese juego.

- La introducción del libro parece una novela. ¿No se lo ha planteado?

- Se me ha pasado por la cabeza. Hace dos años en Eivissa comenzó a salir la novela, pero tenía la investigación hecha. Me dijeron que hablara de mi experiencia para darle un tono de divulgación. Me resistí, pero entendí que tenían razón. El contenido autobiográfico es sólo el 25% del libro, es el hilo. Mi próximo libro será una novela y la escribiré aquí.

- ¿Irá sobre modelos?

- Aún está en estado embrionario. Tengo personajes y un poco de desarrollo. ¿Sabes lo que dicen los escritores de que te pones a escribir y los personajes cobran vida? Pensaba que era una pedantería, pero es cierto. Hasta que no me meta, no lo sabré. Y me pasa que madres y profesoras me piden que lo novele, que les ha encantado el libro y que quieren que el mensaje llegue a la gente joven.

- ¿El ensayo en España se lee poco?

- Por desgracia. El otro día hablaba con Jorge Herralde, el editor, le comenté que llevaba tres meses de promoción, apariciones en más de cien medios y que eso se debía estar traduciendo en ventas. Me dijo que en España se lee poco ensayo, y las mujeres menos porque hasta ahora eran tochos que escribían los hombres.

- Y los hombres ven este título y piensan que es para mujeres.

- Sí, y se equivocan. Las mujeres tienen mucho que ver con ellos.

- Van locos por las mujeres, pero no quieren leer sobre ellas.

- Que lean, aprenderán mucho sobre las mujeres y sobre ellos mismos, porque este libro habla sobre la construcción del deseo. Uno de los primeros que leyó el libro dijo que con lo sexualizado que está el mundo de las modelos hablaba poco de sexo. ¡No se había dado cuenta de que hablaba de sexo todo el rato!

- Pero no es ´50 sombras de Grey´.

- No y no hay anécdotas escabrosas porque no las encontré. Todo era trabajo y dinero. Estoy en contra de la sexualización objetivadora, no de la sexualidad. La desviación de la sexualidad hacia cosas y personas fetiche deserotiza la realidad de nuestro cuerpo a través de lo que vivimos, que es el sexo, no entelequias de yates. A mí no me ponen los yates.

- Les ponen a los hombres.

- Sí, son fetiches de poder y creen que a través de esto atraen mujeres. Las mujeres mostramos lo que se nos puede hacer, los hombres lo que pueden hacer. Por eso el libro habla todo el rato de sexo.

- Y su amigo sin entenderlo.

- Lo entendió cuando se lo expliqué. Los hombres creen que el sexo es una cosa cuando es otra. Y las modelos son un fetiche del poder. Mira aquí en verano, ¿qué tipo de chicas hay?

- Jovencísimas y del Este.

- La prostitución. Cuando Naomi Campbell fue novia de The Edge, la demanda de prostitutas que se le parecían en Irlanda se disparó. ¿Por qué quieren un tipo concreto? Porque a través del discurso visual de las revistas se asocia al poder adquisitivo y al glamour. Eivissa en verano debe ser el lugar del mundo con más mujeres en venta, bueno, en alquiler de servicios.

- Eso le da para otro ensayo.

- Sí, lo he pensado. Pero tendría que buscar una chica que me lo explicara. Ahora no pueden porque trabajan y después del verano se marchan. Le pregunté a un empresario cómo habíamos pasado de la revolución sexual a lo que se ve en el paseo marítimo, al alquiler organizado de servicios sexuales. Y no tengo nada en contra del ejercicio desde la libertad.

- O sea, sin un chulo.

- Sin un chulo, con igualdad de oportunidades y cobrando lo mismo. ¿Sabes qué me contestó ese empresario?

- Sorpréndame.

- Seguro que no lo hago. Me dijo: «Todo en la vida se estropea». Quizás quien lo estropea sean los empresarios que se lucran con ello prestando sus locales. Hablan de ellas con desprecio. Les reportan dinero, lo mínimo que pueden hacer es tenerles respeto. Me dio tanta rabia... Y luego vas a esos locales y los hombres ya no saben si eres de las que trabajan o de las que no. Cambia las dinámicas de comportamiento. Estás con un hombre y no sabe si cobras.

- Igual le dice que no cobra y ya no le interesa.

- Seguramente, porque hay un ejercicio de dominio, de poder, que no tiene nada que ver con el juego de seducir de igual a igual. De jugártela. Es: «Yo pago, yo mando y si te pregunto si te lo has pasado bien me dirás que sí». Te hace sentir mal. Esas mujeres en un privado, en un rincón, como en un escaparate...

- En el libro dice que se mira al espejo buscando arrugas y preguntas.

- Las arrugas las he encontrado, no me preocupan. Son la señal de que sigo viva.

- De que no se ha pasado al bótox.

- Soy incapaz. Me cuido, pero es una carrera perdida. Tengo todas mis arrugas, como si fueran medallas.

- ¿Y las preguntas?

- Preguntas veo muchas. Siguen.