El primer vuelo nocturno de muchos juveniles volanderos de virot (Puffinus mauretanicus, o pardela balear), baldritja (Calonectris diomedea o pardela cenicienta) o paíño (Hydrobates pelagicus) puede ser en ocasiones el último. La contaminación lumínica de las zonas urbanas y turísticas del litoral atrae como un potente imán a muchas de esas inexpertas aves y las desorienta fatalmente durante sus primeros aleteos, justo cuando por primera vez despegan del nido para poner rumbo al Atlántico. No son pocas las que, deslumbradas, acaban perdidas y exhaustas en las áreas urbanas. Una vez en el suelo son presa fácil de depredadores como gatos y perros o incluso son atropelladas si tienen la mala suerte de caer en el asfalto. A veces quedan atrapadas en pequeños jardines o terrazas, de donde no saben salir volando. El Journal of Ornithology acaba de publicar un extenso estudio al respecto titulado ´Luces artificiales y aves marinas: ¿Es la contaminación lumínica una amenaza para los petreles de Balears?´, en el que se advierte de que tanta luz puede constituir un peligro para algunas especies que, como el virot, ya están seriamente amenazadas.

Entre los años 1999 y 2013 se recogieron en Balears 304 petreles que cayeron en su primer vuelo como consecuencia de la desorientación que les causaron las potentes luces de la costa. Murieron un 8,5% de todas esas aves. De todas ellas, 92 fueron recuperadas en Ibiza y cuatro en Formentera, mientras que la mayoría (147) cayeron en Menorca y 61 en Mallorca. No son cifras tan elevadas y dramáticas como, por ejemplo, las que se dan en islas como Tenerife (donde solo en 2010 se recogieron 1.765 baldritges abatidas), Pico (en las Azores, con 1.547 Calonectris diomedea encontradas en 2008) o Kauai (en Hawaii, donde se localizaron 2.220 Puffinus newelli en 1987). Pero Airam Rodríguez, doctor en Biología y experto en este asunto -que firma el artículo junto a David García (de Iniciativa de Recerca de Biodiversitat de les Illes, IRBI), Beneharo Rodríguez (Gohnic), Esteban Cardona (IRBI), Lluís Parpal (Cofib) y Pere Pons (GOB-Menorca)-, cree que «reducir la mortalidad por causas antropomórficas [humanas] debería ser una prioridad». Estos expertos tienen en cuenta, sobre todo, que a algunas de esas especies (como la pardela balear) les salen enemigos y peligros como enanos, de manera que merece la pena paliar al máximo cualquier tipo de incidencia.

Luces hipnóticas

Las aves que pierden la orientación carecen de experiencia de vuelo. En todos los casos son volanderas que por primera vez salen de sus refugios de los oscuros islotes que rodean Ibiza o de los agrestes acantilados de Formentera, lugares inaccesibles donde estas aves marinas han sido relegadas con el paso del tiempo y donde se sienten seguras. Allí no hay luces, pero sí justo enfrente, en la isla principal. Sus destellos, ese titilar nocturno perenne (si es en época de discotecas es aún más espectacular) les deben resultar hipnóticos. Para el estudio han elaborado un mapa que recoge hasta dónde fue atraída cada ave según su especie. En el caso de Ibiza, los jóvenes virots que cayeron al suelo fueron encontrados en zonas tan iluminadas como el aeropuerto (en toda su longitud), Platja d´en Bossa, es Viver y Vila, así como en Santa Eulària, es Canar y a lo largo de toda la bahía de Portmany. Es decir, justo enfrente de donde hay colonias: es Freus, Tagomago y los Illots de Ponent.

En los casos de la pardela cenicienta y del paíño se encontraron en Platja d´en Bossa, Vila, Santa Eulària y es Canar, Portinatx y zonas más reducidas de la bahía de Sant Antoni.

Asaltos nocturnos

En la investigación también se alerta de que la contaminación lumínica no solo puede perjudicar a esas aves marinas desorientándolas cuando emprenden su primer vuelo (para algunas fatal), sino que además favorece en algunos casos -sobre todo cuando la zona iluminada está próxima al área de nidificación- un incremento de la predación de los pollos por parte de las gaviotas e, incluso, por parte de los halcones peregrinos que alteran sus estrategias y costumbres de caza hasta el punto de asaltar las colonias durante la noche.

En Balears y en las Pitiusas, la pardela cenicienta es la más afectada por la desorientación causada por las luces de las zonas pobladas. La mayoría fueron encontradas entre el 13 y el 20 de octubre, que es el momento en que deciden salir del nido y comenzar su largo peregrinaje hacia el Atlántico. Los virots, que parten antes, suelen ser recogidos entre el 4 y el 14 de julio, mientras entre el 20 de agosto y el 5 de septiembre es la época de los pequeños paíños.

Por un cielo nocturno oscuro

Los investigadores recomiendan establecer una campaña de rescate que abarque cada una de las épocas en las que emprenden su primer vuelo, es decir, de julio a octubre. «Especialmente en el caso del virot», se recalca en el estudio, dado que es el ave europea más amenazada. «Las campañas deberían estar centradas en las zonas urbanas más cercanas a las colonias de cría», que en el caso de Ibiza son tanto la bahía de Portmany como Platja d´en Bossa y Santa Eulària. Asimismo consideran que el Govern debería legislar «para preservar el cielo natural nocturno y reducir la contaminación lumínica a niveles lo más bajos posibles, especialmente en las proximidades de las colonias».

Como media, las aves fueron rescatadas a una distancia de 4.833 metros de sus colonias de origen. La media depende de la especie. Las pardelas cenicientas, por ejemplo, cayeron más cerca (entre 4.219 y 6.701 metros de sus nidos) que los virots (de 5.943 a 7.094 metros) y los paíños (de 5.413 a 6.075 metros).

En ese sentido, los autores consideran que «la distribución de las colonias parece jugar un papel crucial en el número de aves caídas». Comparado con lo que ocurre en Canarias, donde las aves inician su primer vuelo desde las colonias del interior de las islas, parece que en las Pitiusas les favorece que los nidos se hallen principalmente localizados en islotes o peñascos de la costa y a baja altitud, lo que permite que muchos volanderos juveniles lleguen satisfactoriamente a alta mar: «Al contrario, en islas [como Tenerife] donde deben sobrevolar ciudades antes de alcanzar el mar, las ratios de aves precipitadas a tierra a causa de las luces es más elevado», indica el estudio publicado en Journal of Ornithology.