Caerse por el balcón y no aterrizar en la piscina del hotel tiene un precio. Un balconing que acabe con el turista en el hospital Can Misses le cuesta a la sanidad alrededor de 30.000 euros. Intervención quirúrgica, estancia en la UCI y varios días en planta. Más que cualquier cinco estrellas. Ese podría ser el coste aproximado de un accidente de tráfico que requiera una atención similar o de un ingreso por una intoxicación por drogas. «Una noche en la UCI se encuentra entre los 600 y los 800 euros», apunta el director de gestión del Área de Salud de Ibiza y Formentera, Alberto Fernández Cladera, que explica que las tarifas de todos los procesos son las mismas para todos los centros sanitarios de Balears. Sí, hay una lista de tarifas.

De hecho, una borrachera que en vez vomitando en el cuarto de baño acabe en una camilla de un centro de salud, con un suero y un poco de vitamina B12 en vena viene a salir por unos cien euros. Ésta es precisamente la atención más habitual en el ambulatorio de Sant Antoni, el que más factura, y con diferencia, de todas las Pitiüses, algo que la gerencia del área de salud pitiusa achaca al elevado número de turistas que visitan el municipio y que acaban requiriendo algún tipo de asistencia médica.

Pocos de ellos preguntan «¿Cuánto se debe?» al ser dados de alta. Aunque algunos lo hacen. Los estadounidenses, por ejemplo. Y los procedentes de otros países en los que están acostumbrados a pagar por la atención sanitaria. Y aunque a los españoles habituados a la sanidad pública universal les parezca extraño, estos pacientes piden la cuenta, se les hace una factura y, a ser posible, se les cobra antes de que abandonen el hospital o el centro de salud. Es en estos casos donde el personal implicado en la facturación debe andar más vivo, ya que son los más complicados de cobrar cuando se encuentran ya en su país tras sus accidentadas vacaciones.

Pacientes de Antigua y Barbuda

Y sí, el hospital Can Misses tiene datáfonos para cobrar con tarjeta de crédito. Y hasta un servicio de teletraducción en 15 idiomas para poder entender a prácticamente todos los pacientes extranjeros que atienden. Hasta 81 nacionalidades, incluida la española, han pasado por las consultas y camillas de los dos hospitales y los centros de salud. Pacientes ha habido hasta de Islandia, de Burundi, de los Emiratos Árabes, de Irán, Corea del Sur e incluso de Antigua y Barbuda. Eso sí, por volumen de facturación las 18 primeras nacionalidades son europeas y británicos e italianos los que más gasto sanitario realizan durante sus estancias en las Pitiüses. Superan incluso a los españoles víctimas de accidentes de tráfico o laborales cuya asistencia deben asumir las aseguradoras.

El propio director de gestión fue uno de esos pacientes. Sufrió un accidente con la moto y comprobó -«no dije en ningún momento que era yo»- que las charlas de formación y los procedimientos establecidos desde 2010 para poder facturar la atención de pago funcionan. Fernández Cladera señala que España, al ser un país acostumbrado al turismo y a atender a todo el mundo le ha costado empezar a cobrar por la atención sanitaria de los visitantes. «Siempre ha habido cierta comprensión, pero en otros países, como Alemania, son muy estrictos. Más te vale tener un seguro si te pones enfermo», apunta el director de gestión, que recomienda a todo el mundo a suscribir un seguro de viaje cuando salga fuera de España. «A veces pagas cinco euros con el billete y te ahorras un problema», insiste.

Tarjeta europea

En este sentido, señala que «lo ideal» es hacerse la tarjeta sanitaria europea cuando se va a viajar por Europa. Fernández Cladera explica que a la hora de ajustar cuentas por la atención sanitaria de sus ciudadanos, los diferentes países intentan equiparar casos para llegar a un acuerdo de cuánto deben pagarse entre ellos. «Se equiparan casos similares», comenta. Así, un español que ha sufrido una peritonitis en Gran Bretaña se igualaría a un británico cuya atención en España haya costado algo similar.

Uno de los objetivos de estos convenios entre países es acabar en lo posible con la picaresca. Con personas que aprovechen sus estancias en el extranjero para someterse a intervenciones que en sus países deberían pagar. «La picaresca siempre está ahí», reflexiona el director de gestión, que recuerda que en estos momentos se está poniendo de moda el llamado turismo sanitario. «Pero eso es algo que corresponde a las clínicas privadas, hay una normativa y creo que en Fitur se ha presentado alguna propuesta», concluye.