­Es imposible describir la emoción que sintió la violinista ibicenca Lina Tur Bonet cuando por primera vez en 300 años pudo interpretar varias partituras de Vivaldi -sonetos y conciertos para solo de violín- que permanecían inéditas. El brillo de su mirada al explicarlo solo se puede comparar con lo que sentirán los melómanos que, gracias a la grabación del disco ´Vivaldi Premieres´ (Pan Classics), podrán escuchar a partir del 1 de septiembre esta música deliciosa, tres siglos después de haber sonado en la Venecia de las intrigas palaciegas, los romances, la sensualidad y los secretos de alcoba.

Hay una gran expectación por escuchar esta grabación, para la que ha contado con otros dos virtuosos, como lo es ella del violín: el clavecinista Kenneth Weiss y el violonchelista Sebastian Hess, entre otros músicos que ha fichado para el proyecto musical que promueve y dirige: MUSIca ALcheMIca.

Además, el libreto contiene un poema de su gran amigo, el Premio Nacional de Literatura de 1982, Antonio Colinas, escrito expresamente para esta música tras el estreno mundial de las partituras en el concierto que ofreció Tur en la iglesia de Santo Domingo de Ibiza. «Fue la primera vez que se escuchaban tras 300 años de silencio. Antonio Colinas, que es un amante de Vivaldi, asistió y, al terminar, me mostró una cuartilla y me dijo: ´esto son apuntes para un poema´», relata emocionada. Esos versos aparecen, además, en su último poemario: ´Canciones para una música silente´ (Ed. Siruela).

La emoción de Colinas

Para la intérprete es especialmente emocionante que este texto aparezca en el libreto porque es una firme defensora y promotora de la fusión de las artes. Así, también con Colinas, protagonizó el recital poético-musical ´La tumba negra´, sobre un poema a Bach, mientras ella interpretaba la música de este compositor al violín.

Frente a la inminente salida al mercado de ´Vivaldi Premieres´, Tur confiesa: «Es un honor y una gran responsabilidad ser el primer músico que saca a la luz estas partituras después de 300 años. Son unos conciertos y sonatas muy bellos y muy distintos, muy variados. De Vivaldi parece que nos quedamos siempre con ´Las cuatro estaciones´, pero hay muchas más cosas suyas, tiene como 400 conciertos para violín. Estos, en concreto, son muy especiales. Ves en ellos a un Vivaldi muy variado, desde el más sencillo al más elaborado, desde el más nostálgico al más enérgico... hasta hay un movimiento que parece rock and roll...», describe.

Lina Tur Bonet no solo es una violinista excepcional sino que cuenta con la infrecuente particularidad de poseer un repertorio inusualmente extenso, que abarca más de 400 años. «Vivimos en una época en la que se tiende a la especialización: o eres músico romántico o barroco. Pero yo, en un momento de mi vida, en lugar de tirar por una cosa o por otra, quise entrar en ese repertorio de 150 años de música, de 1600 a 1750, que no se toca cuando eres violinista romántico y que para mí es una maravilla», confiesa Tur Bonet.

Ese trabajo le permite tocar un repertorio desde 1600 hasta 2014. «Eso es una maravilla, pero supone el doble de trabajo y el doble de esfuerzo», remarca. «Mi entrenamiento con el barroco fue con los mejores: John Elliot Gadiner, William Christie, Fabio Biondi, Reinhardt Goebel... Aprendí un montón de ellos», añade.

Parece un tópico pero a alguien como Tur Bonet, que ha tocado en tantos lugares y con tantas formaciones, hay que preguntarle si nota diferencias en la reacción del público. No lo duda. Las diferencias son abismales. «No tiene nada que ver tocar en Japón, Australia o Europa y, dentro de Europa, hacerlo en Italia, Inglaterra o Francia», relata. «Hay públicos muy entrenados para la música como el germano o austríaco. La educación musical que tienen allí es superior a la de otros países», admite.

Para ella, la gran diferencia radica en lo que el público exige: «El español necesita que le maravilles, que le entretengas. El germánico necesita que esté todo muy bien hecho; el francés es más intelectual; el japonés es muy atento y apenas reacciona, pero al final te aplaude sin parar, aunque flojito. Es muy divertido ver las reacciones de los diferentes auditorios», explica.