David Callau Gené (Cambrils, 1973) estudió pintura en la escuela de arte de Tarragona y Bellas Artes en la escuela Massana de Barcelona. Ha expuesto en galerías nacionales e internacionales (Bielorrusia, Alemania, Londres y Roma, entre otras) y ha sido galardonado con el segundo premio de la Revista Vestidal Moda y Arte de Madrid (1995), ganó el premio de promoción local Vila de Cambrills (2003) y obtuvo el premio Èxit. Cambrils en 2006. La muestra que expone en Ibiza es un adelanto de la colección que el artista cambrilense expondrá en 2015. Callau explica que está «muy vinculada a la noche ibicenca y recoge su magia y su energía».

-Esta exposición se llama ´Malas Vidas´. ¿Qué significado puede extraer el público de ese título?

-No se trata de un juicio, de una división entre lo bueno y lo malo, es la búsqueda de un equilibrio. Refleja el momento en el que te quedas a solas en el camerino de un teatro, de una discoteca o de otro lugar de arte, antes y después de salir a escena. Se crea un momento de silencio que te lleva a valorarte a ti mismo y a darte una explicación sobre qué parte de la realidad y de los sueños has tocado y de qué manera. Pasé ocho veranos trabajando en Ibiza y conocí el ambiente de la noche y del espectáculo. El arte sale cada noche, y vivirlo y disfrutar de él dentro de un equilibrio es bueno. Muchos artistas trabajaban aquí y otros tantos siguen haciéndolo. Es un guiño a ese mundo.

-¿Qué es lo que hay de usted en esta muestra?

-Es una muestra de 18 cuadros en formatos grandes en los que se transforman personas de cuentos a vidas reales. Caperucita y el lobo, por ejemplo, se aprecian con claridad. El lobo es mi personaje favorito, fue el primero y el detonante de esta colección. Las fuertes dosis de amarillos y anaranjados, que nunca había utilizado, aluden al mundo de luces y espectáculos y me permiten transmitir la magia que siento. También, y en menor medida, está presente la tristeza que siento por la pérdida de una persona que ha trabajado conmigo. En el rostro de la bella se aprecia. A pesar de eso, estos cuadros son optimistas, irradian magia y esperanza.

-¿La noche ibicenca ha sido una fuente de inspiración?

-Sin duda. A pesar de que los expertos siempre intentan orientar tu obra a la venta (en mi caso al mar), no era lo que quería llevar a la isla. Aquí tenéis un mar precioso que podéis disfrutar con solo abrir la ventana. Quería traer rostros. Me siento muy cómodo en los retratos expresionistas, en esa fusión de personas que te encuentras en la calle y que te inspiran. Los rostros de la muestra tienen un matiz de draq queen, reflejan el espectáculo y el show. Aparecen muy maquillados y envueltos en una explosión de color, con trazos vigorosos y contundentes. Es un guiño a lo que pasó y sigue pasando en Ibiza: no es sólo fiesta, también es trabajo para mucha gente. Por tanto, hay vida, fuerza, luz y magia.

-¿Qué elementos son recurrentes en su trayectoria?

-Como te decía, el rostro. Aunque muchos críticos y galeristas prefieren esa parte conservadora de mi obra que es el mar y la tierra, nunca he creído en eso. Cada uno en el transcurso de su vida artística tiene que transmitir lo que siente, intentar decirle al mundo lo que ocurre, aunque no siempre lo consiga. Estoy representando rostros que he observado en distintos lugares y países, algunos han pasado de largo pero otros han permanecido, como flashes. Me permiten transmitir lo que estoy viviendo. Necesito que esas miradas estén presentes en mi estudio.

-¿Considera que ha alcanzado la madurez artística?

-Para alcanzar la madurez hay que estar completamente satisfecho con lo que haces y que esa satisfacción sea correspondida. Yo estoy contento con muchos trabajos que he hecho, he sacado a la luz aspectos de mi interior, aunque hay otros que aún no he volcado. Me queda camino por recorrer. La madurez se alcanza tras muchos años, y sobre todo si pasas tus últimos días pintando. Por el momento, me involucro mucho en mi trabajo, en cuerpo y alma. Hay quien piensa que un pintor es muy delicado, pero yo en el estudio bailo con la pintura, trabajo en el suelo y rompo cristales de tres metros con un martillo.

-¿Cómo han influido en su obra los lugares en los que ha pintado?

-Me impactó vivir en Bangkok, sobre la que hice una exposición. Fue una etapa tranquila y con una gran dosis espiritual, lo que se reflejó en mi pintura. También me marcó Minsk (Bielorrusia). Durante cinco meses me empapé de su cultura y la transmití. Es una ciudad soviética muy cerrada. Estaba en un estudio en mitad de una ciudad desconocida en la que no se habla inglés, a 40 grados bajo cero. Me conocí a mí mismo y aprendí de la soledad. En la obra se observó, pues el blanco se acompañaba de tonos grisáceos y violáceos. Era contundente. Sin duda, vivir en una ciudad determina mucho tu trabajo. En este momento puedo decir que añoro ese punto de locura que hay en Ibiza, lo que se refleja en la gran viveza del color en los cuadros.

-Ha mencionado en varias ocasiones «un mundo de sueños». ¿Qué elementos posee?

-Creemos que la vida es de color de rosa y que las cosas no cambian, hasta que aparecen la competitividad, la arrogancia o la envidia. Ahí es donde entra el mundo de los sueños: cuando entro en mi estudio intento desprenderme de esa parte de la realidad que me angustia. Nunca trabajo por dinero, creo en la meta de dar un mensaje y decir algo más allá, algo trascendente. Creo que ese pensamiento tiene que estar siempre en el arte.

-Ha trabajado en multitud de soportes (pintura, escultura, modelaje...). ¿Qué representan cada uno de ellos para usted?

-Cuando me vinculo a una sala de exposiciones, voy un tiempo antes a observar el espacio y a partir de él creo las colección. Después de verlo puedo decidir si presento una cosa u otra. Además, yo he creído siempre que el arte tiene que derivar en muchas raíces. Los valores artísticos residen en todos sus conceptos. Aunque me siento más cómodo en la pintura porque la he practicado más, creo en todas las disciplinas artísticas y me gusta aprender de ellas. Me sirven para ir creciendo y soñando.

-¿Por qué ha elegido formatos tan grandes?

-Porque el impacto de la sala es importante. Que los cuadros se vean desde fuera y llamen al público, ya sea porque parezcan horribles a la gente o porque les encanten.