Desde que la obra de Barrau se exhibe en el corazón del pueblo son muchas las personas que se han interesado por adquirir alguno de los cuadros. «Hay personas mayores que se reconocen porque posaron para esos cuadros. Muchos eran jóvenes que ahora tienen 80 años», explica Sendic. Su compañera añade que aquellos modelos recuerdan aún las indicaciones que les daba el pintor, su modo de andar y su fuerte carácter.

La pareja que protagoniza uno de los cuadros que adornaba el despacho del alcalde acude con frecuencia a contemplarlo. Dorita, dueña de una mercería, fue musa del pintor, que la retrató de niña y en su adolescencia en repetidas ocasiones, y aparece en uno de los cuadros cedidos por el Consell. «El otro día un señor mayor vino con un móvil para enseñarme la foto de un grabado. Le confirmé que era un Barrau y que forma parte de una serie», relata Paloma Miguel, a quien los vecinos de Santa Eulària le han contado muchas cosas del pintor: que si tenía los ojos muy pequeñitos, que si era muy delgado y andaba siempre como enfadado, que no paraba de decir expresiones malsonantes en catalán€ De su esposa, en cambio, recuerdan sus exquisitos modales y su educación francesa.

El Consistorio guarda para una futura exhibición los trabajos de Barrau durante su época de estudiante, en la que la formación académica le obligó a pintar réplicas de Goya, Velázquez o El Greco con las que demostró su gran dominio de la técnica y del color.