El caso del ovni que los pasados días 7 y 8 de enero paralizó el tráfico aéreo y obligó a desviar vuelos en la populosa ciudad alemana de Bremen, parecida en tamaño a Valencia, recuerda al conocido como «expediente Manises», del que este año se cumplirá su 35º aniversario. Si en Bremen fue una figura luminosa que se dejó ver incluso sobre el estadio de fútbol del Werder Bremen y que obligó a desviar dos vuelos, uno proveniente de Frankfurt y otro que llegaba de Munich, y a hacer que esperara uno que venía de París, en el caso del Caravelle que aterrizó de emergencia en el aeropuerto de Manises aquel 11 de noviembre de 1979 la extraña luminiscencia que el piloto, el experimentadísimo Francisco Javier Lerdo de Tejada, aseguró que le perseguía, no aparecía en el radar militar.

Todo ocurrió hace ahora casi 35 años, aunque la historia ha recibido acusaciones de fraude en varias ocasiones. El avión, un Supercaravalle de la compañía TAE, viajaba de Palma a Tenerife. Era noche cerrada cuando al poco de despegar de Palma, la cabina recibe una señal por el canal de emergencia. El extraño sonido, que no reconoce Lerdo de Tejada, es confirmado por el Servicio de Alerta y Rescate de Madrid. Proviene de pleno Mediterráneo, en el canal entre Ibiza y Dénia.

En ese momento, el comandante se pone en contacto con la torre de control. La grabación de la comunicación con el aeropuerto de Barcelona desvela la inquietud del piloto, que pide en varias ocasiones «confirmación» de un tráfico que emite luces rojas a la izquierda de su avión. «Negativo, es usted el único que hace esa ruta», le contestan desde la torre después de que Lerdo de Tejada insistiera en saber qué eran esas luces „y recibir una lacónica respuesta desde Barcelona„. La situación se vuelve complicada. «Lo tenemos cada vez más cerca», explica Lerdo de Tejada, «es más rápido que nosotros». La siguiente conexión con Barcelona es elocuente: «Me voy para Valencia».

«Si es posible, más información, el tráfico está a media milla», dice Lerdo de Tejada. Las luces, que más tarde se explicarían identificándolas como las de la refinería de Escombreras, de Murcia, que se hacían visibles gracias a unas condiciones meteorológicas muy concretas, según la teoría que expone en el libro «Expediente Manises» el periodista Juan Antonio Fernández Peris, se acercaban cada vez más al avión.

La comunicación del aeropuerto de Valencia con Defensa es también elocuente: «Viene a tomar tierra porque le sigue un objeto no identificado». Aunque Defensa no encuentra nada en el radar, la estación de vigilancia EVA5 de Benidorm encuentra, como aparecidos de la nada, cinco ecos de objetos no identificados. Desde Valencia, además, cuando el avión está a veinte millas, confirman que han visto «un punto rojo» junto al avión. Salvador Tomás, jefe de seguridad de Manises por aquel entonces, confirmó en el programa televisivo Cuarto Milenio que él, junto a decenas de personas más, vio el objeto.

Un Mirage F-1, pilotado por Fernando Cámara, despega desde la base aérea de Los Llanos, en Albacete, en busca de las luces rojas que no habían aparecido en el radar del Ministerio de Defensa. Tras más de dos horas persiguiendo las extrañas luces sobre Aragón, Sagunto e incluso Madrid, el piloto vuelve a la base sin haber conseguido interceptar al objeto, que desapareció rumbo a África. El informe del Ministerio de Defensa, desclasificado en los 90, asegura que desde el aeropuerto se vieron las luces, situadas sobre l´Albufera.

Sin respuestas concluyentes

La historia llegó al Congreso, en un momento en el que por toda la geografía española se dieron decenas de llamados «avistamientos ovni». El diputado socialista Enrique Múgica preguntó por el suceso pero no recibió una respuesta concluyente: el Ministerio de Defensa dijo que se habían visto «unas luces».

El Ejército desclasificó documentos que indican el recorrido que siguió el piloto del Mirage e, incluso, una comunicación oficial del Ejército de Estados Unidos, cuya sexta flota estaba estacionada en el Mediterráneo siguiendo la crisis de los misiles de Irán, en el que informa al Ejército del Aire que ninguna nave sobrevolaba la zona esa noche. El misterio, tras treinta y cinco años de discusiones entre ufólogos y escépticos, sigue sin resolverse.