El 19 de noviembre de 1933 las mujeres ibicencas fueron muy madrugadoras. Muchas tenían ganas de estrenar el recién conseguido voto femenino y poco después de las siete de la mañana, cuando se constituyeron las mesas electorales, acudieron en masa a las urnas. «A primera hora los colegios se vieron invadidos de votantes, especialmente del sexo femenino, viéndose obligados a formar cola», se lee en Diario de Ibiza el día después de tan señalada fecha, según recordó la responsable del Arxiu Històric d'Eivissa, Fanny Tur, en la conferencia ‘80 anys de vot femení. La dona a l’Eivissa del segle XX’, organizada por la Associació de Dones Progressistes y en la que también intervino la profesora y exdiputada en el Parlament balear Marián Suárez el pasado mes de noviembre.

«Las mujeres tenían ganas y la mayoría de las que querían hacerlo antes de las diez ya habían votado. Hubo alrededor de un 50 por ciento de abstención, si ellas no hubieran votado hubiera sido mucho mayor», señaló Tur, que destacó la «tremenda situación de inferioridad» en la que, en ese momento, se encontraba la mujer respecto al hombre en la sociedad pitiusa.

Tur recordó que las mujeres no eran consideradas personas jurídicas y que, ni siquiera, podían reclamar por sí mismas la legítima en las herencias. «Necesitaban un suegro, un hermano o un cuñado, un hombre, que lo hiciera por ellas», recordó Tur, que señaló que la prensa ibicenca de principios del siglo XX está llena de casos en los que se puede apreciar esta inferioridad. «Hay uno que me impresionó especialmente. Una mujer que se queda viuda, su marido era mayoral en una finca y tuvo que casarse con otro hombre antes de tres meses para no perder la feixa. Su segundo marido la maltrató y la mató», explicó para intentar mostrar el contexto en el que la mujer ibicenca acudió a las urnas en noviembre de 1933. «La situación era la misma en toda España, pero en los lugares pobres la mujer, además de mujer, era pobre, lo que agravaba aún más sus condiciones», apuntó antes de explicar que las Pitiüses estaban «a la cola» de la alfabetización, especialmente de la femenina.

«A mediados del siglo XIX en Formentera había 315 familias y solo dos mujeres que supieran leer y escribir. Una era la maestra y la otra, la que cuidaba del cura», detalló.

Antes del 33 las mujeres vivían la «paradoja del voto pasivo», es decir, que podían presentarse a las elecciones, pero no votar. «Ibiza tuvo a la primera concejala de Balears, Emilia Noya Casanova, que fue teniente de alcalde del Ayuntamiento de Ibiza entre 1928 y 1930. En sus intervenciones en los plenos siempre estaba reclamando escuelas y más dinero para la enseñanza», recordó Tur.

La ciencia y el sufragio femenino

«La Segunda República, con la Constitución de 1931, supuso un giró de 180 grados en lo que respecta a los derechos políticos y civiles de las mujeres. Otra cosa es que esto tuviera trascendencia en la vida cotidiana y en la concepción que la sociedad tenía de las mujeres», apuntó Marián Suárez. La profesora señaló que los que estaban en contra del voto femenino esgrimían «la naturaleza histérica de las mujeres» para justificar su postura y que algunos pedían que la edad legal para ejercer el voto fuera en las mujeres a partir de los 45 años (los hombres podían votar cumplidos los 23) «basándose en criterios supuestamente científicos».

De hecho, Suárez recordó que dos de las tres mujeres diputadas que había en el 31 (Victoria Kent y Margarita Nelken) estaban en contra de permitir votar a las mujeres porque pensaban que su «beatería y su conservadurismo» podría suponer el final de la II República, por lo que Kent abogaba por retrasar el sufragio femenino unos años, hasta que ellas «se hubieran acostumbrado a la República». Sólo Clara Campoamor estaba a favor del voto femenino, que se aprobó el 1 de octubre de 1931. De todo lo que se publicó esas semanas en Eivissa, Suárez destacó como «curioso» un artículo de la conservadora María Cristina de Sagnier en el quincenal Excelsior. «Es interesante porque anima a las mujeres a votar pero para que gane la derecha y ellas vuelvan a casa», indicó. Sagnier pedía a las ibicencas que acudieran a las urnas para que «el crucifijo presida de nuevo toda la vida» e impere «no la ley de unos sectarios sino el Evangelio de Jesucristo». «Es especialmente interesante la continuación del artículo porque dice: ‘entonces volveremos a encerrarnos en el santuario del hogar’», concluyó la profesora.

Tur explicó que el año en que las mujeres votaron por primera vez en la Historia de España fue también el año en que Eivissa tuvo a la primera profesora titular en lo que entonces era el Colegio de Segunda Enseñanza (el actual instituto Santa Maria): María Covadonga Pérez-Peñamaría y Suárez-Valdés. «En 1933 también la primera universitaria de Eivissa, Aurora Pineda, era profesora ayudante de francés en el mismo centro», añadió.

El voto del espejo

Fanny Tur no quiso olvidarse durante la charla de dos ibicencas que lucharon por la igualdad y los derechos de las mujeres: Margalida Roig Colomar, Llogat, sindicalista que trabajaba en la fábrica de Can Ventosa y que estuvo ocho años en prisión por alentar una huelga de 1936, y Maria Marí, de Cas Savi, en Sant Llorenç, encarcelada tras un mitin que ofreció en la tienda de Can Vidalet, en su pueblo, en la campaña electoral de 1936.

La archivera leyó, para que el público se hiciera una idea del sentir de la sociedad ibicenca sobre el sufragio femenino, algunas líneas de una crónica publicada en Diario de Ibiza el 20 de noviembre de 1933, el día después de las elecciones: «Ella, la mujer ibicenca, debía ir a votar, a ejercer el derecho del sufragio, y lo primero que hizo fue... recurrir al espejo. No fue posible calcular exactamente el tiempo empleado para que el lápiz rojo dejara bien marcado en sus labios aquellos pétalos de rosa. Por fin dio por terminada su tarea pictórica y luego se acordó de elegir una candidatura.» «Se lo tomaban a chiste, pero votaron», indicó.