Los antropólogos partidarios del determinismo climático atribuyen un poder crucial al clima en la evolución de la especie y la organización de las diferentes culturas. Para unos sus teorías son totalmente desproporcionadas, prácticamente un sinsentido, aunque para otros es de tal evidencia que roza la perogrullada. El paraguas y el abrigo son un ropaje tradicional de los vecinos de Santa Gertrudis durante el día de su fiesta grande, y ayer el tiempo volvió a condicionar la jornada un año más.

La llovizna que flotaba a mediodía fue ganando en intensidad a medida que el obispo de Ibiza, Vicente Juan Segura, oficiaba la misa solemne en honor a la patrona del pueblo. El prelado recordó en el sermón la época en la que obispo Abad i Lasierra fragmentó la única parroquia pitiusa en las 20 actuales, a las que nombró con «santos de su devoción».

«Todo lo que Santa Gertrudis fue en su vida se lo debió a su formación integral que recibió en el monasterio. Este es el mensaje que nos transmite cuando la miramos», afirmó el prelado, que reivindicó la importancia de una misa dominical «que no es solo para mayores» y animó a los fieles a confirmar a los jóvenes de las Pitiusas. El elenco de políticos y autoridades que asistió a la misa fue numeroso, entre los que se encontraba el presidente del Consell, Vicent Serra; el senador ibicenco, José Sala; el alcalde de Santa Eulària, Vicent Marí; el vicepresidente del Consell, Mariano Juan; el conseller Álex Minchiotti o el secretario general de la FSE-PSOE, Vicent Torres, entre otros.

Aniversario pasado por agua

Los balladors del Grup de Balls Tradicionals de Santa Gertrudis ya acudieron a primera hora vestidos de calle, para preservar la la delicada y tradicional indumentaria y las espardenyes. Precisamente, en una actuación que debía suponer la celebración de su 30 aniversario, improvisaron una ballada dentro de la parroquia por la lluvia, para la que fue necesaria adaptar el templo y crear un pequeño espacio frente al altar.

Los integrantes de la colla obsequiaron a los asistentes con una pequeña actuación en la que sorprendían las zapatillas de los hombres y el paso de las mujeres, que cambiaron sus coloridas enaguas por faldas más modernas y tacones de aguja.

Los aplausos del público llegaron especialmente cuando una retahíla de menudos payeses salió al centro del templo para bailar la llarga después del nupcial baile de las nou rodades. Los obreros de la parroquia, que tuvieron que suspender la procesión por la lluvia, endulzaron la mañana con vino y orelletes. Al finalizar la actuación cesó la lluvia, en una especie de tregua que la comisión de fiestas esperaba que se prolongue todo el día, para preservar las actuaciones musicales programadas por la noche.