­La veintena de comerciantes que participaban ayer en la primera feria de stocks de Sant Jordi se deshacían en elogios a los ediles Encarna Castro (de Bienestar Social y Fomento de la Ocupación) y Serafín Grivé (Interior) por cómo les habían facilitado la organización del evento.

Según algunos empresarios, el peloteo a esos políticos no es gratuito: mientras en Sant Josep Castro y Grivé entonaban el «comerciantes, os acogemos con alegría», en Ibiza pasaban olímpicamente de ellos, quizás porque llevan dos meses abducidos por el caso de las facturas irregulares abonadas a Prensa Pitiusa y no están para asuntos mundanos. Incluso se barajó el recinto ferial, pero no salía a cuenta, «demasiado caro», afirmaba ayer una tendera.

Juan Antonio Costa y Pepita Torres, que regentan un comercio textil de la calle Aragón de Vila, son los impulsores de la feria. La idea se les ocurrió hace cuatro meses. El objetivo, plantar cara a la crisis y «dinamizar el comercio, que está bastante parado», en palabras de Costa. Tras el éxito de las convocatorias de Santa Eulària y de Sant Antoni pensaron que Ibiza también podría acoger una feria similar: «Nos interesaba que fuera en Vila o cerca de la ciudad. En Sant Josep nos dieron muchas facilidades», comenta comedido Costa. «Han puesto publicidad en los medios, han instalado esta carpa...», apuntaba agradecida Pepita Torres.

Para las setas

Desde que abrió, a las 10 de la mañana, numerosos clientes rebuscaban entre las suculentas ofertas, como vaqueros a 15 euros y polos y vestidos a cinco. Entre los retales y cachivaches que vendía Vicent Bonet había cistellons que él mismo, a sus 67 años, ha hecho con sus manos. Cuando se jubiló, el maestro artesano Toni Andreu le enseñó cómo trenzar el mimbre: «Ojo, que si va a coger setas no puede meterlas en una bolsa de plástico. Tiene que usar cistellons como estos», avisa, como si en su interlocutor hubiera adivinado un caçador de bolets en potencia.

Entre los exiliados vileros en la feria de stocks jordiera se encontraba una popular librería de la calle Aragón que, según su responsable, Paula López, nota cómo la crisis, que no el e-book, afecta a las ventas. Entre las gangas que ayer llevó a la feria se encontraban mochilas y estuches de artistas y películas que hace dos años estaban en su apogeo pero que en ese breve lapso de tiempo casi se han convertido en memorabilia vintage. Quién le iba a decir a principios de esta década a los protagonistas de ‘Campus rock’ o a Hannah Montana que en solo tres años iban a ser carne de saldo. Es la primera vez que esa librería participa en una feria de este tipo, si bien tal como van las ventas parece que no va ser la única. Según López, una serie de comerciantes de Ibiza Centre quieren pedir al Consistorio (una vez acabe el follón que les abruma, claro) que les permita vender sus productos en la calle (o en una plaza) una vez a la semana.

Pepita Planells, sin embargo, se autodefine como «una experta» en ferias de excedentes. Se las conoce todas: «Me permiten sacar mucho género», admite. Eso sí, bajando un montón los precios de la ropa que vende: «Es que si no la gente no los compra». Dice que en sus 23 años tras un mostrador nunca había visto un panorama tan negro, a clientes de toda la vida que no tienen manera de encontrar trabajo, bolsillos tan vacíos. «Preferiría no hacer esto, pero hay que renovarse o morir. Con la alegría que me da vender», comenta sobre su presencia en la feria. El cercano mercadillo de Sant Jordi lo descarta: «Ya fui una vez, pero no es lo mío».