«Se ha marchado uno de esos espíritus libres e ilustrados que, a veces, quedan seducidos por la magia de nuestra isla», afirmaba este jueves el director del Ibiza Film Festival, Xavier Benlloch, sobre su padre, Alfredo Benlloch Llorach, fallecido el miércoles en Ibiza a los 95 años de edad.

Benlloch Llorach dedicó toda su vida al ingenio. Desarrolló más de un centenar de patentes de invención en diferentes campos, desde la transfusión de sangre a la energía solar o la ósmosis inversa, pasando por multitud de máquinas de uso industrial.

El inventor nació en Barcelona el 17 de octubre de 1917 -en tono de broma solía comentar que los soviéticos montaron la revolución para celebrar su nacimiento- y comenzó su carrera nada más estallar la Guerra Civil, cuando entró a formar parte del equipo del doctor Frederic Durán-Jordà, que pasó a la historia por montar el primer banco de sangre del mundo. Durán-Jordá era un joven médico que trabajaba como analista y al estallar la contienda atendía a los centenares de heridos que cada día ingresaban en el hospital de la montaña de Montjuïc. Dos compañeros que habían sido destinados al frente de Aragón, Wenceslau Dutrem y Serafina Palma, le pidieron que ingeniase algo para que pudiera llegar sangre para atender a los heridos en primera línea de combate.

Durán-Jordà logró crear la infraestructura y la tecnología necesaria para montar en Barcelona el primer servicio de la historia de recolección, almacenamiento, conservación y transporte de sangre para ser transfundida a distancia. En esa labor fue fundamental el apoyo de Benlloch y de otro colaborador, Enric Margarit.

El académico de Medicina Josep Massons escribía en 2006 en la Revista de Medicina de Catalunya: «Naturalmente, Durán-Jordà se documentó leyendo los trabajos de las escuelas rusa y francesa y se sirvió de la técnica patentada de los inyectables de serum fisiológico a presión Rapide que explotaba el laboratorio Pujol i Cullell, pero el resto fue pura invención del doctor Durán-Jordà, secundado por un joven muy ingenioso, Alfredo Benlloch». Benlloch contaba entonces 18 años.

Llamado por Franco

Al acabar la guerra Durán-Jordà se exilió en Gran Bretaña, donde llegó a ser director de Patología del Hall Childrens Hospital de Manchester, y su sistema se extendió por todo el planeta durante la II Guerra Mundial. Benlloch se quedó en Barcelona. La experiencia de la guerra le hizo alejarse de la medicina y estudió Químicas. Entonces desarrolló un trabajo sobre la dirección de tiro de los cañones antiaéreos que había comenzado en la contienda, para evitar los bombardeos. Fue contactado por el servicio de inteligencia del régimen franquista y le obligaron a viajar a Madrid para presentarse ante Franco, aunque según cuenta su hijo, el dictador nunca llegó a recibirle.

Acabados sus estudios de Químicas fue un pionero en la investigación sobre ósmosis inversa y a mediados de los 40 llegó por primera vez a Ibiza. Se enamoró de la isla y se instaló en Sant Antoni junto a su esposa, Vicenta.

Entre los años 40 y 60 en la isla inventó todo tipo de máquinas de uso cotidiano y también industrial, desde un deshuesador mecánico de aceitunas y dátiles a un procedimiento para la fabricación de laminados de madera para muebles o un aparato tocador y cambiador de discos para locales de ocio o unos estuches de maquillaje perfeccionados.

Energía solar

Como hombre inquieto y adelantado a su tiempo, en los años 70, en plena crisis del petróleo, se volcó en la investigación de una fuente de energía alternativa, barata, y no contaminante: la solar, que entonces era poco más que una quimera. Kodak se interesó por sus estudios y participó en la financiación de su desarrollo mecánico. Tuvo a varias empresas subcontratadas para fabricar sus ‘aparatos de aprovechamiento de la energía solar’, como quedaron patentados, en una planta piloto de Barcelona. Los gobiernos de Israel y Suráfrica se pusieron en contacto con él para conocer el curso de sus investigaciones. En una entrevista en Diario de Ibiza en 1977 se lamentaba de que desde el Ministerio de Industria español no le habían hecho caso.

Sus familiares aseguran que incluso varias empresas eléctricas quisieron comprar las patentes para guardarlas en un cajón. «Él se negó, porque era una persona muy altruista y siempre quiso que si conseguía algo fuera en beneficio de la humanidad», asegura su hijo Xavier.

Sea como fuere, la crisis del petróleo acabó, los precios del carburante volvieron a bajar y se retiraron los inversores, así que su trabajo quedó aparcado, aunque siguió fiel a su lema: «Hacemos lo que la gente no sabe, no puede o no quiere hacer», coleccionando inventos y patentes y escribiendo ensayos sobre física, aparatos para tratar el cáncer o acumuladores para vehículos eléctricos.

Su hijo le recuerda como una persona simpática, siempre dispuesta a las bromas: «Era un auténtico personaje. Un guasón, aunque sobre todo era un enamorado de la naturaleza y la belleza de las cosas. Descubrió Ibiza en los años 40 y ya no pudo escapar de sus encantos. Pero a sus 95 años parece que descubrió una isla mejor y decidió marcharse». Su esposa, Vicenta, con la que compartió más de 70 años de vida, y sus tres hijos: Jordi, Daniel y Xavier, piden a sus amigos y conocidos que brinden por su memoria.

Alfredo Benlloch Llorach. Nacido en octubre de 1917 en Barcelona, falleció el miércoles 8 de mayo en Ibiza, donde vivía desde los años 40.