Cientos de personas, fieles y curiosos, niños y adultos, se reunieron en Santa Eulària para ser testigos del camino de la Cruz y siguieron con atención cada una de las estaciones del mismo, que se inició junto al mercado y culminó en el Puig de Missa, en una iglesia abarrotada de personas que tras presenciar la muerte de Jesús le acompañaron al interior del templo y presenciaron su subida a los cielos, que supone, según el párroco de la Villa del Río, Vicente Prats Ribas, la mejor noticia «para los mortales».

«Al final acabas cansado, pero se lleva bien», explicó el joven que da vida a Cristo, Jesús Ángel Ramos, al finalizar la representación, a la vez que aseguró que le gusta participar en la misma cada año, que está dispuesto a hacerlo de nuevo el próximo y que parece que cada edición atrae a más gente al municipio.

Con un sol radiante empezó el vía crucis viviente, con Jesús rezando en el huerto de los Olivos, donde tras recibir el beso de Judas, fue aprehendido por los romanos. «Pilatos reconoce la inocencia de Jesús, pero se pliega a los gritos de la plebe», que reclamaban su crucifixión, relata el párroco. Y a partir de ese momento se inicia la vía Dolorosa, en la que el Hijo de Dios tiene que cargar con su cruz y soportar los continuos latigazos en un largo trayecto. «Y así hasta arriba», comentaron algunos asistentes.

En el largo y empinado ascenso, grabado en vídeo con cámaras y teléfonos y fotografiado por los asistentes -e incluso por algún agente de la Policía Local que aprovechó la coyuntura mientras decía la gente que dejara la calle libre-, Jesús se encontró con su madre que quiso acompañarle en el dolor, cayó tres veces por el peso de la cruz, recibió la ayuda -a regañadientes- de Simón el Cirineo para cargar el gran madero, vio a la «valiente» Verónica acercarse a limpiar el sudor y la sangre de su rostro e incluso consoló a mujeres de Jerusalén. «No lloréis por mí», les dijo. Al mismo tiempo, el cura acompañaba las estaciones con las correspondientes explicaciones, en las que hacía paralelismos con la sociedad actual y cuestionó por qué se tolera «un mundo tan insolidario y cruel», aseguró que «vale la pena hacer el bien» y habló de las injusticias, entre otras el no tener una vivienda digna o algo que comer.

Ya en lo alto del Puig de Missa y ante la mayor concentración de personas de todo el recorrido -había algunas que prefirieron saltarse unas cuantas estaciones para coger sitio-, Jesús fue despojado de su ropa, en busca de una mayor humillación, y clavado en la cruz en la que se colocó la inscripción ´Jesús Nazareno, rey de los judíos´, como causa de su condena. La plaza contempló cómo se izaba la cruz. «¡Tengo sed!», exclamó Jesús, mientras los asistentes comentaban el frío que debía estar pasando el pobre, pues las nubes habían cubierto el cielo, y que el agua que le daban estaba en realidad mezclada con vinagre «para que le dolieran más las pupas».

«¡Señor, por qué me has abandonado!, ¡Señor, Dios, padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!», fueron las últimas palabras de Jesús antes de morir en la cruz. Antes de bajar su cuerpo e introducirlo en el templo le cantaron una saeta que arrancó los aplausos del público. Y ya en la iglesia, que simbolizaba el sepulcro, fue enterrado. «¿Y todo acaba aquí?, ¿y la vida eterna?», exclamó Prats Ribas antes de que un humo blanco llenara el altar y el sepulcro quedara vacío. «¡Ha resucitado!», se escuchó gritar.