También hemos tenido algún residente ilustrado como Víctor Navarro Reig, registrador de la propiedad que, tras una dilatada estancia entre nosotros, dejó en ´Costumbres de las Pithiüsas´ una dura crítica de nuestras gentes y de sus costumbres. Y tampoco nos vio con buenos ojos Gastón Vuillier, escritor y dibujante francés que trató de describir nuestro mundo en las folklóricas y desenfocadas estampas que aparecieron en ´Les îles oubliées´, obra que recogía su viaje a las Balears y que editó Hachette, en París, el 1893. De este último hablamos aquí. Siendo un personaje que adquirió cierta relevancia, pienso que es poco conocido a pie de calle y merece que hagamos algunas precisiones sobre sus escritos que tuvieron una excelente acogida en Francia, Inglaterra y Alemania. En nuestro caso, han tenido que pasar casi cien años para que pudiéramos tener la versión catalana de Ed. Moll y la castellana de Ed. Olañeta.

Nuestro personaje nació en Perpiñán en 1847, hijo ilegítimo de Paul-François Vuillier, maestro herrero que, cuando se casó con Anne-Marie Pont, el 1860, reconoció su paternidad. El hecho de pasar sus primeros años en el Pirineo catalán, familiarizarse con el medio rural y conocer el Languedoc, le ayudaría después en sus viajes por Cataluña y Balears. Inició estudios de abogacía, pero cambió de rumbo y completó su formación en la Academia de Bellas Artes de Marsella. Su facilidad para el dibujo hizo que el director de la Academia le proporcionara los primeros trabajos que le merecieron un temprano reconocimiento. Tras un pequeño paréntesis en el ejército, coqueteó con la política, que le mantuvo 6 años en Orán, y en 1876 regresó a París, donde trabajó con el pintor Lansyer y presentó su primera exposición en el Salon des Artistes Françaises, al tiempo que colaboraba en Le Magasin Pittoresque, L´Art, Le Tour du Monde y Le Musée des Familles. Su contacto con la editorial Hachette fue providencial, porque sus trabajos eran bien acogidos y posibilitaron sus posteriores publicaciones, ´La Tunisie´, ´En Limousin´, ´Sorcellerie´, ´Croyances et coutumes populaires´, ´La Corse et la Sardaigne´, ´La danse´, ´La Sicile, Impressions de voyage´, ´Excursione alle Eolie´, ´Palermo e il suo folklore´, etc. Entre estas obras concebidas como libros de viajes y costumbristas está la que dedicó al archipiélago balear y en la que encontramos sus controvertidas páginas ibicencas, ´Les îles oubliées´, un proyecto que maduró en su larga estancia en Mallorca donde estuvo invitado por el archiduque que Luis Salvador le hablaría de su trabajo en ´Die Balearen´ y le animaría a dibujar y a preparar unos textos sobre nuestro archipiélago.

La pregunta que aquí se plantea es saber por qué su visión de las Pitiusas es tan diferente, por negativa, a la del archiduque, siendo que los dos conocieron al mismo tiempo nuestras islas. La respuesta no está, como se cree, en los prejuicios mallorquines que pudieron cargar su mochila -pues el archiduque también los conoció y no le condicionaron-, sino en las intenciones de nuestro personaje. Me explicaré. El archiduque vivía de rentas y con sus libros solo pretendía dejar una información objetiva. Vuillier, en cambio, era un diletante que vivía de lo que publicaba y lo que vendía era lo pintoresco, lo insólito y escabroso. Esta es la principal razón de que cargara las tintas, cosa que pudo justificar en la convulsa situación que se vivía en la isla y que hoy podemos seguir en las hemerotecas. Recordemos algunas noticias de aquellos años. El 6 de mayo de 1902, don Plácido Pereira, en carta abierta en el Diario de Ibiza al Excmo. sr. Gobernador, escribía lo siguiente: «Aquí los asesinatos y robos se suceden con tal frecuencia que sin borrarse la impresión de uno, viene otro a llenarnos de inquietud. Por motivos fútiles se asesina a plena luz en el campo, en la ciudad y hasta en el interior de los hogares». Y otro comentario no es menos explícito: «El veloz paso de un carruaje transportando en alocada carrera el cuerpo ensangrentado de un herido por arma de fuego constituye una escena cotidiana en nuestra isla». A partir de tales sucedidos, no puede extrañarnos que Vuillier desbarrara. Y en todo caso, algunos de sus textos son también elogiosos. Al llegar a la isla en el ´Jaime II´, por ejemplo, comenta que «dins el port, la població reunida damunt el moll li fa al vapor una ovació ben afectuosa». Y cuando visita la ruralía advierte que «a l´interior de l´illa, un desconegut podría aventurar-s´hi amb tota seguretat per a la seva persona i per als seus doblers perquè la població a Ibiza és orgullosa i ruda, però molt hospitalària». Vuillier también se sorprende gratamente del recibimiento que le hace el alcalde de Vila que le dice: «Demanau i seré feliç de servir-vos en tot el que us plaurà». Y no es menos amable su visión del paisaje. Desde la torre de la catedral comenta: «De dalt del campanar es domina un panorama magnífic. Cap al nord, s´estenen planes sembrades de cases blanques, i, a la llunyanía, on la vista es perd, fins a l´atzur del cel, la mar, l´illot de l´Espalmador i Formentera; a l´est hi ha jardins i la badia; i als nostres peus, el port i la villa que esclata tota rosa i tota blanca com un somni de ciutat oriental». Y añade su asombro en la visión nocturna: «Quines nits més polides les d´Ibiza! A vegades les he contemplades llargues hores des de la meva finestra de la fonda, els ulls cap al port, cap a la mar, cap a l´infinit» En cualquier caso, mejores que sus textos inexactos y superficiales -aunque no por ello dejan de tener un cierto valor documental y sentimental- son sus extraordinarios dibujos que hoy se guardan en la Bibliothèque Nationale de France y que, sorprendentemente, todavía se comercializan a través de internet en reproducciones de gran formato.