La iglesia de Santa Gertrudis siempre se queda pequeña para su día grande, pese a su centenar de plazas de asiento. Ayer solo los tres bancos reservados a las autoridades estaban vacíos quince minutos antes de comenzar la misa y muchas personas se apiñaban ya de pie en el fondo. Unos y otros aguantaron estoicamente ese cuarto de hora y otro más que se retrasó el comienzo del oficio, a pesar de que el coqueto templo había sido arreglado para la ocasión y el olor a pintura reciente y los afeites de la endomingadísima concurrencia podían llevar al éxtasis místico con más eficacia que el cornezuelo de Santa Teresa.

El obispo, Vicente Juan Segura, glosó en su sermón el ejemplo de Gertrudis, la religiosa alemana del siglo XII que hoy es la patrona de la localidad gracias a la devoción que por ella sentía el primer obispo de la isla: Abad y Lasierra. Tras destacar por su inteligencia en el estudio de la literatura y las ciencias en su convento, la después santa dejó todo para dedicarse en exclusiva a la oración y la meditación mística y tuvo varias revelaciones divinas. «Hay que buscar la sabiduría y el conocimiento, pero hay que buscarlos en Dios, porque solo en él encontraremos la verdad», vino a decir el prelado desde el púlpito.

Su mensaje, eso sí, estaba codificado por el murmullo que llegaba del exterior. El porxo del templo funcionaba como caja de resonancia para los gritos de los niños, que jugaban al fútbol en la entrada, y las charlas de los mayores, que se colaban hasta el pasillo.

Fuera el dulce sol de otoño llenaba las terrazas y los más pequeños saltaban en un enorme castillo hinchable. Las figuras de cartón de Mazinger Z y Super Coco extendían su halo protector desde el árbol en que anunciaban la fiesta La Movida de esta noche, a partir de las 21 horas en la carpa. Las conversaciones eran más mundanas. Oscilaban entre Bob Esponja, el buen tiempo reinante y el precio de los globos en la feria y se hacían porras sobre cuánto eternizaría la misa el obispo y si al conseller económico Álex Minchiotti le volvería a tocar cargar con uno de los santos.

El resultado fue el siguiente: la ceremonia duró más de una hora, como ya es tradición, y aún se alargó unos minutos porque no había suficientes manos dispuestas a levantar las imágenes, pese a que Minchiotti, menos bregado que otros políticos en el arte ninja del escaqueo, ya tenía bien asida su vara.

Ágil procesión

Las campanas que anuncian la procesión no repicaron hasta la una y media, pero el recorrido, encabezado por la cruz, y seguido por el presidente del Consell, Vicent Serra, y el alcalde, Vicent Marí, recogiendo los cordones de la bandera, fue ágil y rápido. A menos cuarto comenzaba la exhibición de ball pagès y el reparto de orelletes y vi dolç por los obreros de la parroquia.

La colla de Fruitera demostró su buen estado de forma y su prometedor futuro, por la gran cantidad de miembros que aún están en edad escolar. Tan jóvenes que seguro que la mayoría se preguntaban quiénes eran el robot de colorines y el superhéroe de trapo que vigilaban sus piruetas desde un árbol.