­La crisis despierta el instinto de supervivencia. Uno de los que ha espabilado ha sido Cesco Caltabiano, italiano nacido hace 36 años en Turín que tras cuatro años en paro ha encontrado una fórmula que, al menos durante estas fiestas de Sant Carles, le va a reportar pingües beneficios. Se trata de una camiseta que, emulando el lema de una fiesta del dj David Guetta, ha hecho furor estos días en la parroquia: ´F*** you, I´m Pagès´, dice la versión cateta, que ayer vestían todos los miembros de la Asociación de Vecinos. Ayer solo le quedaban nueve. El sábado tuvo suerte: a uno de los miembros de Pota Lait, que presentaba su nuevo disco en el pueblo, se le ocurrió ponerse una de sus camisetas en plena actuación. Las ventas se dispararon. Cesco se dedicaba a vender pisos hasta que estalló la burbuja. Desde hace cuatro años se gana la vida como puede, por ejemplo recogiendo y vendiendo algarrobas, almendras e higos de una finca de es Pou des Lleó.

Primera fiesta patronal del Santo Cáliz. Por primera vez desde que llegó a Ibiza, el 26 de octubre, la réplica del Santo Cáliz de la Última Cena salió ayer de la catedral para ser usada en una festividad patronal. El obispo de la diócesis, Vicente Juan Segura, explicó a los parroquianos el origen del cáliz (se cree que es el que usó Jesús en la última cena) y las razones por las que el arzobispado de Valencia ha regalado la copia de la reliquia a Ibiza: la isla lo custodió durante la invasión francesa, «cuando era un lugar tranquilo y seguro». Tras la misa, a la que acudieron tantos feligreses que no cabía un alfiler, actuó el grupo folclórico L´Esbart Català de Dançaires, de los que una veintena viajaron a la isla invitados. Y después, desfile de carros.

Hecho por El Mallorquín. Uno de los que desfiló fue el carro de baranes de Antonio Torres Ferrer, de Can Toni Miquel Andreu, que el sábado cumplió 78 años. Del que ayer tiraba la yegua Mina tiene 64 años. Lo mandó construir su padre en 1948 al taller El Mallorquín (uno de los dos que había por entonces), ubicado en Vila, junto a la muralla y cerca del Teatro Pereyra. «Costó mucho dinero. Basta decir que solo por el caballo, que entonces tenía cinco meses, pagamos 7.000 pesetas, un dineral para aquella época. Hay que tener en cuenta que la gente cobraba entonces cinco duros por día trabajado, de sol a sol, ojo», detalla Torres. Después de años abandonado, lo ha restaurado. José Ferrer, de Can Parot de es Canar, de 81 años, conducía ayer un carro de calaix, que adquirió hace una década. Como el de Torres, estaba podrido y las termitas estaban haciendo estragos hasta que le metió mano. Ahora luce impecable.

Una bala no es suficiente. Además de loar a San Carlos Borromeo, patrón de Sant Carles, el obispo recordó ayer el atentado que sufrió Juan Pablo II el 13 de mayo de 1981 a manos del turco Alí Agca. «Una bala no es suficiente para crear un enemigo. Una bala no puede dividir a las personas», subrayó. Solo los expertos pueden saber si el stahlhelm (el casco alemán de la Segunda Guerra Mundial) que lleva Jaime Marí atado en la popa de su réplica de una BMW R71 paró alguna bala o esquirla. Lo adquirió en un mercadillo de memorabilia militar de Barcelona y dentro, grabado en su protector de cuero, aparece el nombre de Seitß y el número de serie 58. Parece auténtico (cuando lo compró tenía las runas de las SS incrustadas en los laterales, pero por motivos obvios las eliminó), aunque hay tantas falsificaciones... La moto, camuflada a lo Afrikakorps, con el color amarillento de la ardiente arena del desierto libio, era una de la veintena de motocicletas clásicas expuestas en Sant Carles. Para mayor autenticidad, Marí ha añadido al chasis dos réplicas de stielhandgranate (las granadas de mano alemanas, aquellas de mango largo), atrezo bélico al que, ya puestos, solo faltaría sumar una Maschinenpistole 40 o un Panzerfaust (la metralleta y el antitanque de la Wehrmacht, respectivamente) para, al verla, revivir El Alamein o Tobruk.