­El presidente del Consell, Vicent Serra, y el alcalde de Santa Eulària, Vicent Marí, firmaron ayer un convenio cuyo objetivo es consolidar y conservar el acueducto romano de s´Argamassa, «ese gran desconocido para los ibicencos», según reconoció la consellera insular de Cultura, Pepita Costa, presente en la firma. De los 81.493 euros que cuesta este proyecto, el 35% procede del programa Leader y el resto, a partes iguales, lo ponen la institución insular y la municipal. El tiempo de ejecución es de cinco meses, de los que los dos primeros se invertirán en estudios y análisis.

Si bien 81.000 euros dan para poco, el objetivo es, al menos, dar lustre a los 397 metros (la longitud exacta la dio Vicent Serra) de ese Bien de Interés Cultural (BIC). Según el proyecto redactado por la arquitecta Irene Jaumà, basado en el informe elaborado por el técnico de Patrimonio del Consell, Joan Ramon, la intervención consistirá en estudiar parte de su estructura y morteros (habrá además media decena de catas), eliminar maleza y vegetación (un metro hacia el oeste, cinco hacia el este), restituir a su ubicación original las piedras caídas y parte del terreno desaparecido (hasta medio metro en algunas partes), adecuar los caminos (uno lo cruza), suprimir torretas y postes eléctricos adosados (increíble, pero cierto) y museizar (incluso con códigos QR), en lo posible, la zona. En lo posible porque, como reconoció Jaumà, «es un proyecto de mínimos». Y 81.000 euros dan para lo que dan. Se descarta que por la pendiente del 0,3% de esas canalizaciones de 15 centímetros de ancho vuelvan a correr, como desde el siglo I d. C. y hasta el VI, 10 litros por segundo.

El propósito es recuperarlo y «darlo a conocer a los ibicencos para que sea respetado», como hace unos años proponía la asociación Recuperemos y salvemos el acueducto de s´Argamassa (Rasar), creada por María Jesús García Ojosnegros, ayer ausente durante la rúbrica del convenio. Una de las posibles intervenciones consistirá en encontrar una solución (nadie sabe aún cómo) a un muro (se desconoce si maestro o fijado en un par de columnas) del hotel homónimo pegado a esa obra de ingeniería hidráulica del alto imperio romano.

También se deberán arrancar varios árboles. Es posible que, tal como propone la arquitecta en su estudio, se salve una encina centenaria, por ser escasa en estas latitudes, igual que varias sabinas, aunque algunas de estas (una totalmente seca) y algún algarrobo podrían convertirse en leña si prospera la idea de quitar de en medio los troncos que crecen paralelos al terreno o aquellos que al nacer justo en la base del acueducto pueden causar su destrucción.

La sección del acueducto que se introduce en el mar (se ignora la longitud de esta parte, posiblemente «20 o 30 metros», según Joan Ramon) no forma parte de este convenio. También contará con una ayuda del programa Leader, pero la Demarcación de Costas -muy escrupulosa para determinadas intervenciones en el litoral- debe aún dar su visto bueno al convenio. In situ, Joan Ramon alertaba ayer de la necesidad de intervenir en ese yacimiento para evitar que el mar siga engullendo los restos de la canalización, de parte de lo que se supone que son unas piscinas (quién sabe si para mantener un vivero y luego preparar con los peces que albergara la deliciosa pero apestosa salsa garum) y de un área pavimentada.

El arqueólogo descarta de plano que el agua (procedente de ses Basses des Verinal y muy calcárea, a tenor de los gruesos sedimentos que depositó en toda su estructura) se destinara a la industria minera de la próxima cantera de s´Argentera, simplemente porque de haberse usado para ese propósito habría montones de piedrecitas amontonadas, que no es el caso.

Su uso es uno de los numerosos interrogantes que rodean este yacimiento y que podrían desvelar futuras prospecciones en las zonas aledañas. Justo al lado de la costa hay un edificio construido sobre columnas para, precisamente, evitar dañar lo que puede ocultarse bajo tierra. Quién sabe si una villa romana.