­Fernando Olmeda, periodista muy conocido por su paso por los informativos de Tele 5, además de escritor y documentalista, por resumir su amplísimo y brillante currículum, realizó en el Club Diario de Ibiza un escalofriante recorrido por cuatro décadas de persecución legal y discriminación social a los homosexuales en España, una historia que aparece con detalle en su libro ´El látigo y la pluma; homosexuales en la España de Franco´. «Es difícil resumir el ambiente que se respiraba en aquella España nacional-católica, homófoba, castrense y castrada», apuntó, una España que causó «un daño irreparable a miles de españoles», que fueron señalados con un estigma «que cosificó sus almas y sus vidas y que fueron considerados primero enemigos, después pecadores, delincuentes y siempre enfermos», denunció.

La legislación represiva se caracterizó por «la persecución de la homosexualidad, la arbitrariedad e impunidad en la aplicación de esta legislación y la descomunal desproporción entre las acciones judiciales y policiales y los comportamientos que se perseguían», subrayó el periodista, que pormenorizó, década a década, los cambios que se fueron produciendo.

Así, en los años 40, en el inicio de la dictadura, comienza la persecución de homosexuales «que en la República habían ganado un cierto respeto». «Bujarrones, violetas, invertidos y sarasas ofendían a la rígida moral que se inculcaba en las aulas», afirmó Olmeda, que mostró un mapa, elaborado por las autoridades de la época, en el que las provincias están coloreadas en función de si la homosexualidad en la zona está ´muy extendida´, presenta ´casos aislados´ o ´no existe´, una imagen que provocó risas entre el público, incrédulo.

Por entonces estaba vigente el concepto de ´escándalo público´, «que sirvió para encerrar a muchas personas en base a la Ley de Vagos y Maleantes», explicó Olmeda, que narró episodios vergonzosos como el encarcelamiento de centenares de homosexuales, que no habían cometido ningún delito, en campos de concentración como el de Nanclares de Oca, en Álava, donde los presos vivían «en condiciones de aislamiento total, pasando hambre y frío». A los homosexuales allí encerrados se les denominaba ´las señoritas del internado´.

A partir de 1954, Olmeda explicó que se adoptó la tesis de que la homosexualidad «no es genética sino inducida por el entorno, con lo que se puede corregir con terapia». Pero, en lugar de ser ´reeducados´ acabaron en prisiones comunes.

En los 60, con el desarrollo económico y la emigración del pueblo a las grandes ciudades, «los homosexuales encuentran el anonimato urbano, y la ciudad se convierte en el paraíso de libertad».

´Ascenso del homosexualismo´

Aparecen los ´aliviaderos públicos´ como cines, descampados, estaciones de autobús, y comienzan a lograr «un cierto respeto social con sus negocios como floristerías, peluquerías y talleres de confección», explicó el periodista, que citó a Marbella, Ibiza y la Costa Brava como lugares «de enorme tolerancia». Las cosas se tuercen en los 7o «con La ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social´ que dictan las autoridades franquistas alarmadas por lo que califican ´ascenso del homosexualismo´, que conectan oficialmente con las drogas y la filosofía existencialista, que provoca la ´inversión sexual´ primero como novedad y como vicio después». Esto, en la práctica, supone es que el homosexual es peligroso por el mero hecho de serlo «y se les equipara a vagos, rufianes, narcotraficantes, proxenetas, ebrios habituales y toxicómanos», remarcó el periodista. Eso supone que muchos homosexuales, como los conocidos Ocaña y Nazario, son detenidos por la policía y sometidos a agresiones físicas o verbales y enviados a centros de reeducación, que no existen como tales, con lo que acaban en los ´pabellones de invertidos´ de cárceles convencionales, donde son vejados.

Las manifestaciones, las primeras películas sobre el tema homosexual y las publicaciones clandestinas «fueron haciendo más visible la homosexualidad y su lucha», germen de los derechos que se han alcanzado hoy en día, apuntó Olmedo en su charla.