­El porvenir del pueblo de Jesús está garantizado. Para el diplomático colombiano Alberto Lleras Camargo la transmisión del pasado era clave para conseguir un futuro prometedor: «Un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir». Jesús celebró ayer su día grande con algunas de las costumbres más arraigadas y repetidas en las fiestas populares ibicencas: misa y ball pagès acompañado de orelletes.

Los más creyentes no quisieron perderse ningún detalle del sermón que Vicente Ribas, vicario general de Ibiza, tenía preparado para celebrar el día de la patrona del pueblo y abarrotaron la iglesia media hora antes del inicio de la misa, prevista para las 12 horas de la mañana. Con puntualidad religiosa llegó el séquito de sacerdotes (hasta nueve) seguido de los representantes políticos, encabezados por Vicent Serra, presidente del Consell de Ibiza, Vicente Marí, alcalde de Santa Eulària, y Miquel Jerez, expresidente del PP de Ibiza. Las castañuelas de ball pagès de sa Colla de l´Horta repiquetearon abriendo la fila y las afinadas voces del Cor de Jesús reverberaron entre las paredes blancas de la construcción siempre que el guion lo requería.

Ribas sorprendió a los asistentes durante el sermón asegurando que más de un sacerdote era «muy aficionado» a su tableta electrónica [mientras dirigía una mirada de complicidad hacia sus compañeros], unas máquinas que definió como «perfectas», aunque con una carencia importante: la capacidad de amar.

El cordel de la bandera

Álvaro y Raúl, dos pequeños balladors de 7 y 11 años de edad, fueron los encargados de abrir la procesión, que rodeó la iglesia durante 15 minutos. Raúl portaba una cruz que le doblaba en tamaño y Álvaro tocaba con fuerza sus menudas castañuelas. El alcalde portó con esfuerzo una enorme bandera y Serra, a su lado, no soltó en ningún momento el cordel dorado que colgaba de la misma y sonreía viendo el martirio al que se enfrentaba Marí. Las melodías de las trompetas y los instrumentos de la agrupación musical Santísimo Cristo de la Agonía acompañaron a los santos durante todo el recorrido.

La plaza de la iglesia se llenó con unas 200 personas que esperaban a que empezara el tradicional ball pagès, aunque se podían contar con el dedo los asistentes más jóvenes entre el público.

A la actuación no le faltó ninguno de los bailes más conocidos como sa curta, sa llarga, ses nou rodades o sa filera, y el público lo agradeció con aplausos. Los más jóvenes del grupo fueron los más aclamados, aunque alguno perdió su barretina entre brinco y brinco.

El aroma anisado de las orelletes impregnó la plaza y los asistentes se agolparon en la mesa que la comisión de fiestas habilitó para servir unos refrescantes vasos de sangría.