Más cercanos y más ruidosos. Con estos dos ingredientes la empresa pirotécnica Ricardo Caballer consiguió superar anoche el escollo de la reducción del presupuesto de los fuegos artificiales de la noche de Sant Ciriac, que organiza el Consell de Ibiza y que contaban con 25.000 euros €5.000 menos que el año pasado y 15.000 menos que en 2010€ aportados prácticamente en su totalidad por empresas privadas. El espectáculo hizo vibrar a las miles de personas que se congregaron en la estación marítima, los baluartes de Dalt Vila, el paseo marítimo o la avenida de Santa Eulària para seguir el espectáculo de luz y sonido.

Durante muchos años el punto de lanzamiento había sigo el dique de es Botafoc, pero en esta ocasión la plataforma pirotécnica volvió al muelle del interior del puerto de Ibiza conocido como el Muro, con lo que el público vivió mucho más cerca el espectáculo. En este sentido, Javier Guardiola, una de las personas encargadas de preparar el castillo de fuegos artificiales, aseguraba pocas horas antes de encender la primera mecha que ojalá de aquí en adelante «se lancen siempre desde allí». Consciente de que la reducción del presupuesto se iba a notar, confiaba en que la cercanía supliera este obstáculo. 450 kilos de masa pirotécnica reglamentada y 23 conjuntos de diferentes efectos explotaron en la noche con una novedad: un proyectil que se abrió en el cielo como un árbol que se iba deshojando imitando la caída de la hoja en otoño.

Los fuegos se prolongaron aproximadamente durante 15 minutos, en los que el público siguió mirando al cielo la sucesión de peonys, crisantemos, crackings, cascadas y anillos, que es como conocen en el mundillo algunos de los efectos más populares de las bombas de artificio. «Se trata de mantener un espectáculo constante con bastante ruido y color y de ofrecer un buen final, que es con lo que se queda el público», comentaba el responsable de la pirotécnica, que se ocupa también de los fuegos de Sant Bartomeu y de ses Figueretes junto con Alberto Villar y Antonio José Yuste.