­A ritmo de tambors, flaütes i castanyoles, la Virgen del Carmen se hizo ayer a la mar pasadas las 20.30 horas en «un barco grande». «Ya se lo merecía», afirmó un asistente a la celebración, mientras otro recordó que cuando iba en llaüt embarcada con decenas de personas «daba hasta miedo» y podía resultar incluso «peligroso». Y es que desde el año 1994, cuando la Villa del Río comenzó a conmemorar la festividad, la patrona de los marineros siempre zarpaba en un pequeño barco de pesca, sustituido este año por el barco turístico ´Super Popeye´ por «motivos de seguridad», según la organización.

La acompañaron una veintena de embarcaciones de diferentes tamaños –entre ellas tres barcos a los que decenas de personas pudieron subir totalmente gratis–, engalanadas en su mayoría y repletas de gente, que no quiso perderse detalle alguno de la tradicional ofrenda floral realizada a aproximadamente una milla de la playa de Santa Eulària y en la que se lanzó al mar una corona de laurel en memoria de los fallecidos en el mar a la vez que sonaban las sirenas de los barcos.

La celebración, no obstante, comenzó una hora antes, a las siete y media de la tarde, con la misa oficiada en una abarrotada capilla de Lourdes en la que el párroco animó a los fieles a poner sus ojos en la Virgen «en medio de las dificultades y las mareas de la vida» y a seguirla, pues ella, dijo, es «el faro y la estrella que lleva al único puerto seguro, que es Cristo». «Le pedimos que ayude a todos los que trabajan en el mar, a los pescadores que pasan horas y horas a solas en su barca», añadió.

A continuación, alrededor de las 20.15 horas, dio comienzo la procesión marinera, que salió de la parroquia y llegó al paseo marítimo atravesando la calle San Lorenzo, a la que se sumaron unas 150 personas. El trayecto acabó, también por primera vez este año, en la nueva Escuela de Vela de Santa Eulària, donde aguardaban los cuatro barcos turísticos, que se llenaron de gente rápidamente.

Centenares de personas más, por su parte, optaron por quedarse en tierra y contemplar la ofrenda en la distancia desde el paseo.

Al finalizar y con las embarcaciones ya amarradas, la celebración continuó en el Club Náutico, donde se ofreció una degustación de orelletes y hierbas ibicencas.