­La XIII edición de la Feria Ibiza Medieval echó a andar ayer en la primera de sus cuatro jornadas y ya con aglomeraciones en las calles engalanadas de Dalt Vila y la Marina. A pesar de ser jueves laborable, entre locales y turistas crearon tal torrente de gente que poco había que envidiar a los viernes en que se abrieron las ediciones precedentes, lo que anticipa buenas cajas para los mercaderes del medievo. Aunque los puestos se pudieron recorrer desde media tarde, la inauguración oficial no fue hasta la noche, con el espectáculo ´Negre´ de la compañía Carros de Foc que supo a poco a los cientos de espectadores que abarrotaron el Parque Reina Sofía.

El montaje, menos espectacular que en años anteriores, estuvo representado por 14 actores en escena, apoyados por un barco rematado por un esqueleto demoníaco, al más puro estilo Eddie, la popular mascota de los heavies Iron Maiden, cuyos brazos hidráulicos articulados sirvieron de plataforma elevable para las escuetas acrobacias de dos miembros de la troupe, primero sobre trapecio y después anclados a unas gomas elásticas.

El espectáculo, más gótico que medieval, arrancó poco entusiasmo entre el público, y se echó en falta la habitual apoteosis de efectos de otras ediciones, sustituida por un largo playback de la actriz protagonista mientras otro acróbata se descolgaba por unas cintas. Era el final del viaje a las tinieblas de la niña protagonista, que transcurría entre demonios danzarines y con final feliz.

Hubo aplausos, pero menos calurosos que en otras ediciones, para una compañía que repite después del buen sabor de la inauguración del año pasado con un espectáculo de más nivel. Quizás la diferencia de medios tenga que ver algo con el hecho de que esta es una edición decididamente austera, según el Ayuntamiento, que a pesar de añadir un día más a la convocatoria, espera ahorrar 110.000 euros respecto a lo que costó en 2011.

Antes del espectáculo, presentado por el locutor Agustín Prades, se entregaron por primera vez los Premis d´Artesania Tradicional. Es un reconocimiento al apoyo «desde la primera edición» de los artesanos ibicencos y también un homenaje a la labor de esta gente que trabaja por conservar «lo que da personalidad a nuestra cultura», en palabras de la concejal de Fiestas, Lina Sansano. Se entregaron a dos mujeres, madre e hija, Angelines Jiménez Flores y Angela Díaz Jimenez –esta última a título póstumo–, por su trabajo de recuperación y divulgación del arte de los boixets, o encaje de bolillos.

Tras la emotiva entrega, la alcaldesa de Vila, Marienna Sánchez-Jáuregui, pronunció un discurso en el que repasó el momento histórico en que se levantaron las murallas medievales y solicitó el apoyo del resto de administraciones en su mantenimiento. La primera edil leyó los primeros minutos de su parlamento en catalán.

La feria, por otra parte, gana este año tres nuevos dos nuevos espacios: el baluarte de Santa Tecla, donde se ha instalado un campamento musulmán; el de Sant Pere, donde se desarrollan actividades infantiles, como también en la plaza del Parque, y el baluarte de Sant Joan, en el que se han encastillado los cristianos para mostrar la vida rutinaria del ejército del medievo.

Los visitantes no encontraron ayer demasiados espectáculos, ya que la mayoría –14 itinerantes y 40 en varios puntos de Dalt Vila– se empezarán a ofrecer hoy, y tampoco estaba aún operativo el servicio de autobús gratuito hasta es Soto, lo que ocasionó alguna queja. Con todo, la cantidad de gente congregada desde las seis de la tarde, cuando se abrieron los primeros tenderetes, sorprendió a los propios comerciantes.

Un poco más tarde, la comitiva de autoridades encabezada por la alcaldesa y el presidente del Consell, Vicent Serra, daba el primer paseo por la feria, entreteniéndose sobretodo con los artesanos ibicencos y en otros como el de la Plataforma Sociosanitaria, que aprovecha los días de feria para recaudar algunos fondos para su labor.

Por lo demás, la feria reúne mucho de lo que se puede ver edición tras edición, aunque nunca deja de atraer a los visitantes, que se detienen a montones ante cada puesto. Y los hay desde la calle Anibal hasta el monasterio de Sant Cristòfol de las monjas de clausura casi ininterrumpidamente, incluso en la subida del Rastrillo, hasta un total de 180.

En los puestos pueden encontrarse quesos, embutidos y dulces de casi cualquier tipo, además de bisutería, marroquinería y la infinita variedad de candelabros e incensarios que se muestran año tras año, sin olvidar los puestos de juguetes bélicos, con espadas, yelmos y escudos como grandes reclamos. El baluarte de Santa Llúcia estaba tomado ayer tarde ya por los que adelantaron la merienda para disfrutar sin colas de los puestos de comida allí concentrados, con predominancia de los chorizos, pulpos y jamones asados, además de kebabs y otras delicias orientales.