José Ramón Bauzá se subió ayer de nuevo a uno de los carros que desfilaron por las calles de Santa Eulària ante una multitud de personas (hubo largas retenciones de tráfico en la entrada al pueblo y dificultades para aparcar) con motivo del día grande de las fiestas de la localidad.

Esta vez Bauzá lo hizo ya como presidente del Govern. Olvidadas ya las elecciones no se vio tanto político arrastrado por caballos como hace un año. Bauzá compartió su escenario móvil con el presidente del Consell, Vicent Serra, y el alcalde, Vicent Marí. El presidente del PP, Miquel Jerez, los siguió en el segundo carro de la comitiva, mientras que el ahora vicepresidente del Parlament, Pere Palau, dejó el paseo para otro año.

En el acto litúrgico en es Puig de Missa, donde como es costumbre no cabía ni un alfiler, el párroco de Santa Eulària, Vicent Ribas, reconoció ante la plana mayor de los políticos que la iglesia también ha topado con la crisis y que habrá que esperar un año para bendecir el nuevo órgano. «Poco a poco lo iremos pagando», dijo. Por su parte, el obispo de las Pitiusas, Vicente Juan Segura, aseguró que el año que viene también estará instalada la rampa de acceso a la iglesia que tantos quebraderos de cabeza ha dado al Ayuntamiento. El obispo, que tuvo un reconocimiento especial a todas las madres, lamentó que muchas de ellas, como la suya, no pudieran estar allí siguiendo la eucaristía en un día tan señalado, precisamente, por no estar instalado aún la rampa.

El obispo saludó en portugués al grupo folklórico de ´Os Camponeses´ de la región central del país Ribatejo, que ha viajado a la isla para participar en el programa de fiestas de Santa Eulària con sus canciones y bailes típicos de la primera mitad del siglo pasado.

La banda de cornetas y tambores de Santa Eulària amenizó el desfile de carros y jinetes, posterior al de coches antiguos, con pegadizas piezas como la canción de la Abeja Maya. El susto lo dio una pequeña de tres años que se perdió entre la gente. Su madre, agobiada, pidió por megafonía que la ayudaran a encontrarla. En menos de cinco minutos aparecía la niña, que se fundía en un fuerte abrazo con su madre, ya notablemente recuperada del sobresalto.