Cuando en 2010 Joan Rita desembarcó en es Vedrà se llevó un sofocón. Este profesor de Botánica menorquín del departamento de Biología de la Universitat de les Illes Balears se encontró con un panorama completamente distinto al que halló cinco lustros atrás: «He conocido es Vedrà con y sin cabras, y el cambio ha sido espectacular. Estuve allí a mediados de los años 80, cuando apenas había esos animales. El conjunto de la flora del islote se ha modificado sustancialmente desde entonces: las plantas eran mucho más grandes, la biodiversidad de flora mucho mayor, había muchos endemismos nada más pisar la isla, en cualquier sitio, sin que para hallarlos tuvieras que escalar por las paredes», explica.

Autor junto a Antoni Mateu, Gabriel Bibiloni, Joana Cursach, José María Castro y Maria Antònia Cerdà del ´Estudio de la flora amenazada de las Reservas Naturales des Vedrà, es Vedranell y los islotes de Ponent de Ibiza´, espacio que en 2012 cumple su décimo aniversario, culpa a los rumiantes que allí habitan de esa alteración, muy significativa, a su entender: «Es el impacto más grande que hay en toda la reserva. Provocan erosión por cómo pisan, pero además usan postaderos, sitios donde defecan preferentemente. Es una cantidad muy grande de nitrógenos que modifica completamente las características del suelo».

De ahí que el científico considere que «mantener un rebaño en ese lugar es algo incomprensible desde todos los puntos de vista, pues es una isla que tiene una flora endémica riquísima que solo se puede encontrar ya en las paredes porque de lo contrario se las comen». Rita considera que «ponen en peligro los endemismos», que ya solo hay «allá donde no llegan las cabras». Literalmente, las plantas más valiosas se suben por las paredes para escapar de esos herbívoros. Se conservan solo las especies que «son capaces de colonizar las fisuras de rocas». El botánico no tiene constancia de que se haya extinguido ninguna.

En las dos décadas pasadas desde su última visita «se ha simplificado mucho la flora, que es mucho más banal, vegetación propia de caminos, de sitios humanizados y alterados». La cantidad de plantas «es menor y son más pequeñas» porque esos rumiantes se las zampan. «Podría haber allí una especie de jardín de flora endémica y lo que hay ahora es un islote con flora de zonas perturbadas», advierte.

El problema tiene una solución: «Lo primero que hay que hacer es sacar de ahí esas cabras. Es una situación realmente deplorable. Llevamos muchos años diciéndolo. Es un tema muy conocido por la Administración. Desde el punto de vista ambiental es inadmisible», razona contundente, aunque con voz suave y tranquila. La destrucción que ocasionan es, a su juicio, «tan fuerte que sobrepasa la que ocasionaría el hombre si accediera libremente al islote». Actualmente, está prohibido desembarcar en las islas que pertenecen a las reservas.

Flora en peligro. 13,4% de especies amenazadas

En el estudio que el equipo elaboró en 2010 y completó en 2011 se advierte de que el 13,4% de los taxones (cada una de las subdivisiones de la clasificación biológica) presentan alguna categoría de amenaza y que las principales causas que los ponen en peligro son «el número reducido de poblaciones y la alteración del hábitat por parte de conejos y cabras». Entre las más amenazadas destacan la Lamottea dianae, el Teucrium cossonii subsp. punicum, la Silene hifacensis y la Convolvulus valentinus subsp. valentinus.

Roedores. Una planta arrinconada

También alertan de la situación de la Medicago citrina, «incluida en la ´Lista Top 50´ de especies vegetales amenazadas de las islas del Mediterráneo». Es uno de los platos favoritos de los conejos, otro herbívoro que los botánicos desean que se erradique de la reserva, especialmente de s´Espartar, donde está causando estragos. La Medicago citrina, que tiene una flor de color amarillo limón, solo vive en pequeños islotes, no en las islas grandes. La hay además en algunos peñascos de Cabrera y en las Columbretes: «Y en s´Espartar solo está en los acantilados, ya que la devoran los conejos. No puede colonizar el resto de la isla porque se la comen. En los acantilados no la tocan, pues no llegan. En cambio está en na Bosc porque allí no hay depredadores», detalla. Rita considera que si fueran erradicados, «la planta colonizaría el resto de s´Espartar».

Vegetación modificada. La extraña supervivencia de la ´Lamottea dianae´

El biólogo tiene muy claro «el impacto que ocasionan los conejos en s´Espartar. Erosionan, escarban sus madrigueras y depredan plantas que son interesantes». De alguna manera «han modificado ese hábitat». Los botánicos comprobaron que en s´Espartar «se ha modificado bastante» la vegetación en los últimos años y constataron «la sustitución de unas especies por otras». Es lo que ocurre con la Lamottea dianae, otra especie amenazada que en ese islote protagoniza «un caso curioso» según Rita: «Es una planta casi endémica, muy rara, que también se encuentra en algunos puntos de la Península Ibérica y que se considera amenazada. En cambio, en s´Espartar precisamente se ha extendido de una manera prácticamente dominante en algunas zonas. Y lo ha hecho porque otras plantas que ocupaban esos sitios se han reducido considerablemente. Rita cree que, seguramente, el conejo haya tenido un papel en ese cambio al facilitar que se redujera la presencia de unas plantas en beneficio de otras. Lo que hacen es comerse las flores de la Lamottea dianae, «pero no lo suficiente para que desaparezca. Muerden y se llevan la flor, pero no toda, por lo que se ha extendido bastante». A las otras especies no las da opción.

Propuesta. Creación de microreservas dentro de las reservas

El peculiar caso de las Lamottea dianae les hace preguntarse a los botánicos que participaron en ese trabajo qué sucedería si no hubiera esos herbívoros en la reserva: «Una de las cosas que pedíamos en el estudio a la conselleria de Medio Ambiente –indica Rita– es que se hiciera un seguimiento de la biodiversidad de los islotes. En s´Espartar sería muy interesante ver qué ocurriría con la vegetación, cómo se modificaría si se erradicaran los conejos». De ahí que propongan la creación de figuras de protección específicas como las microreservas o actuaciones de conservación: «La microreserva de flora es una figura interesante. Con ella se declara un espacio protegido de una dimensión reducida que en el caso de los islotes, ya protegidos, supone una atención especial donde hay una flora especialmente rica. Eso permitiría comprobar si hay especies que declinan o se expanden. Si una declina, obliga a acometer una actuación», explica. Es decir, si los conejos se comen una especie endémica hasta ponerla en peligro, se acaba con ellos y punto. Igual con las cabras.