licia Arévalo lleva dos años dedicada a desmontar un mito: no todas las monedas que los antiguos habitantes de Ebusus (Ibiza), Gadir (Cádiz) y Malaca (Málaga) se llevaban a la tumba eran para pagar a Caronte, el barquero que, según la mitología griega, guiaba las almas de los difuntos de una orilla a otra del río Aqueronte. En ´Monedas para el más allá´, proyecto financiado por el extinto Ministerio de Ciencia y Tecnología, el equipo dirigido por esta arqueóloga (que en Ibiza lo forman el director del Museo Arqueológico, Jordi Fernández, y la directora del Gabinete Numismático de Cataluña, Marta Campo, que hizo su tesis sobre las monedas de Ibiza) afirma que eran un talismán.

—Toda la vida pensando que las monedas eran para Caronte y resulta que no.

—Según nos cuenta Aristófanes, el óbolo de Caronte consistía en colocar un moneda en la boca del difunto. Eso se puede constatar. Si, excavando una tumba, la moneda no aparece en la boca y sí en otras partes del cuerpo el significado de esa moneda es distinto a la del óbolo de Caronte. Unas veces las encontramos sobre la pelvis, la caja torácida, los pies, la mano… En Grecia, la Península Itálica y la Ibérica se han encontrado monedas en la boca del difunto, pero es algo puntual. No es un rito generalizado.

—¿Y por qué lo creemos así?

—Lo que ha pasado es que desde el mundo antiguo este rito era muy conocido. Era así porque las lecitos de fondo blanco, unos recipientes que se usaban en Grecia para los bálsamos y aceites de los ritos funerarios y que luego guardan las cenizas del difunto, representan a Caronte. Eso hace que hayamos repetido constantemente el mito, pero la constatación arqueológica nos dice que eso no fue aceptado de forma generalizada. El hecho de que, de momento, no encontremos monedas en la boca de los difuntos en Ebusus, Gadir o Malaca, pero sí en otras posiciones quiere decir que no era un rito generalizado.

—Está desmontando un mito.

—Exactamente. Los casos que analizamos son necrópolis púnicas. Es posible que un rito que tiene su origen en Grecia, que pasa a Roma y se extiende después por todo el Mediterráneo no tuviera aceptación en poblaciones de origen semita, púnicas. Para saber si fue así necesitábamos conocer qué sucede en Cartago, en Túnez, el gran espejo en el que se miran estas ciudades. Y en Cartago tampoco hay óbolos de Caronte. Sí usan, en cambio, amuletos de piedras preciosas y semipreciosas. Esto pasa en los siglos IV y V, luego empiezan a desaparecer de las tumbas y se sustituyen por monedas que aparecen en las partes del cuerpo en las que hasta entonces se encontraban los amuletos. Eso también pasa en Cádiz, Málaga y Ibiza. Antes de las monedas se usaron los amuletos, luego empiezan a rarificarse porque los ajuares funerarios se empobrecen y la moneda los sustituye. Es más habitual usar la moneda en el papel que antes jugaba el amuleto en el mundo funerario, como un talismán, un protector.

—¿Por qué se cambian los amuletos por monedas?

—La moneda actual tiene la representación del poder emisor, pero en la antigüedad aparecían las divinidades. En el caso de Ibiza aparece Bes, en Cádiz, Melcart. Probablemente por esto, las monedas, además de dinero, eran objetos sagrados. Llevárselas a la tumba era ponerse bajo la protección del dios de la ciudad. ¿Qué protegerá mejor al difunto que su propio dios? Además, el amuleto hay que fabricarlo y la moneda ya está hecha. Lo que hacen es algo muy práctico.

—Más de mil años después los humanos seguimos sintiendo la necesidad de buscar amuletos, talismanes, de protegernos.

—Sí, sorprende. Uno de los elementos más interesantes para conocer las creeencias de una cultura es el mundo funerario. El ser humano, ante el más allá, que desconocemos, ante algo que nos da tanto respeto como no saber qué pasará cuando nos muramos, suele ser mucho más conservador y respeta las tradiciones. Una excavación en un cementerio o una necrópolis es un laboratorio sobre el ser humano y sus creeencias.

—Comparan estas necrópolis con otras íberas y celtíberas para ver las diferencias. ¿Estos pueblos eran menos supersticiosos?

—Hay un gran desconocimiento sobre el uso de la moneda, si se usaba como amuleto y talismán en todas las culturas asentadas en la Península Ibérica, porque no ha habido un estudio sistemático sobre el significado del uso funerario. En la Península Ibérica tenemos necrópolis de culturas muy distintas y eso nos da una información muy rica. La necrópolis griega de Ampúries, íberas en Levante, celtíberas en la meseta y el valle del Ebro… Es muy importante cómo se transforman sus ritos con la presencia romana. Eso es lo que queremos iniciar.

—¿Les ha sorprendido algo de lo descubierto en Ebusus?

—Sí. Ebusus, Gadir y Malaca emitían su propia moneda. En Málaga y Cádiz la moneda que se llevan a la tumba, al más allá, es la propia. Aunque circule otra. En el caso de Ibiza, aunque es mayoritariamente moneda ebusitana hay también de otras zonas. De Cartago, de Cerdeña. Eso quiere decir que no tenían tanto cuidado en la elección como en Cádiz y Málaga, donde solo usaban su propia moneda. Es algo llamativo.

—¿Alguna otra curiosidad?

—Sí, hay otra cosa muy curiosa. Cuando estas ciudades dejan de emitir su propia moneda porque empieza a ponerse en circulación la romana, los ciudadanos, aunque usan esta última, siguen llevándose al más allá la propia. Guardan monedas que han dejado de emitirse hace un siglo y siguen poniéndolas en las tumbas. De generación en generación cuidaban esas monedas porque representaban a la propia divinidad. Para la tumba preferían una moneda de Ebusus, Gadir o Malaca que un denario romano. El uso de la moneda propia para el más allá perdura durante mucho tiempo.

—¿Las monedas son solo un talismán o se las llevaban al más allá porque creían que allí necesitarían dinero como se cree, entre otras, en la cultura china?

—En ocasiones las monedas no aparecen sobre el cuerpo sino formando parte del ajuar funerario. Si hay una vajilla para los alimentos y la bebida para el difunto en el más alla, esas monedas representan los bienes materiales que puede adquirir allí, como se hace en vida. En Ibiza y Cádiz, ahí vemos que son culturas vinculadas, han aparecido monedas en una hucha. Representan los ahorros para el más allá. La moneda no solo es un amuleto, también representa los bienes materiales y económicos del difunto.

—¿Cuesta compaginar las excavaciones con las clases?

—Es complicado porque hay que compaginar la docencia en el aula y la profesión de arqueóloga. Es muy necesario que los alumnos no nos vean solo como investigadores teóricos, sino que perciban cómo es en realidad la arqueología. Tan importante es el trabajo de gabinete como el de campo y laboratorio. Aprovechamos para excavar cuando no tenemos clases, en verano.

—Con la fresca.

—Sí, la gente nos pregunta cómo podemos estar ahí con el calor que hace. En el caso de Cádiz y Ibiza se está excavando constantemente en la ciudad y eso permite que podamos compaginar las excavaciones con otras actividades. Son necrópolis que están en los cascos urbanos y podemos excavar todo el año. Y no solo nosotros, también los alumnos. Es la manera de formarles para que puedan ser investigadores y arqueólogos profesionales.

—¿Hay tiempo para investigar todas las dudas que surgen?

—No da tiempo. La investigación sobre cualquier tema nunca se termina. Siempre hay que seguir investigando. La investigación arqueológica depende de las nuevas excavaciones. Siempre que excavamos se nos abre una puerta porque encontramos nueva documentación que hay que interpretar y comparar con la información que teníamos. En el caso de la moneda en el mundo funerario cualquier excavación nueva supone una nueva fuente de información, de manera que nunca cerramos las investigaciones.

—¿Usted tiene un talismán?

—No, no uso talismanes.