«Nuestro club ayuda a combatir el tráfico de drogas en la calle», comenta José Luis Villegas, presidente de la Asociación Green Lemon (limón verde). «Si hubiese conocido un sitio como este hace tiempo habría evitado meterme en muchos problemas», apunta Jaouad, uno de los 450 socios de este club, que tiene una larga lista de espera. «Es absurdo que nos prohíban cultivar marihuana, nos incitan a comprar el cannabis en el mercado negro», añade Paola, otra socia. «No lo entiendo, me parece fatal que vengan cuatro policías y quieran cerrarnos el local», concluye, en un encendido e improvisado debate, Marta. «No molestamos a nadie», apuntan dos jóvenes, mientras fuman un porro y juegan al ajedrez.

La conversación discurre en el local de Green Lemon, asociacion creada en octubre de 2011. Sus cinco socios fundadores se inspiraron en los coffee shops de Amsterdam para decorar el club, ubidado en sa Capelleta. En las paredes, fotos de Bob Marley, de Mick Jagger y pósters relacionados con el cannabis.

Diez euros por 60 gramos

El funcionamiento del club era el siguiente: cada socio aportaba una cuota mensual de diez euros, con la que pagaban el alquiler del local, la luz, las bebidas, las golosinas, las raquetas y las pelotas de ping-pong, según explica Villegas. Además, cada miembro de Green Lemon tenía derecho a dos gramos de cannabis al día (a elegir entre resina de hachís o marihuana), un máximo de 60 gramos al mes. El horario de apertura, de lunes a sábado de 16 a 22.30 horas.

«Solo se puede fumar en el local, nadie puede salir o entrar con un porro en la boca, no queremos problemas», explica Villegas mientras los socios fuman, beben cerveza, leen, o practican tenis de mesa en una colorida habitación decorada con un grafiti de una payesa que tiene un canuto en la boca.

«En Green Lemon hay médicos, escultores, nos reúne nuestra afición a fumar cannabis», apunta Villegas. «En la asociación hay 77 personas con enfermedades graves a las que la marihuana ayuda mucho. Cuatro miembros han dejado las pastillas contra la ansiedad gracias al cannabis», añade. Mientras tanto, en el local no para de entrar y salir gente, todos socios, y las tertulias sobre los beneficios de la marihuana no cesan.

Green Lemon es una sociedad legal, con toda la documentación en regla. Sin embargo, alguien los denunció a la Policía Nacional. El lunes por la tarde la Brigada de Estupefacientes efectuó una redada. Los agentes arrestaron a J. C. M. Ll., un socio que se disponía a abrir el local. Más tarde se entregaron en comisaría Villegas y J. M. S., dos de los fundadores.

Pasaron una noche en el calabozo y el martes declararon en el juzgado de guardia. El magistrado Santiago Pinsach dejó a los tres en libertad con cargos, con la obligación de comparecer los días 1 y 15 de cada mes en el juzgado mientras siga la fase de instrucción del caso. La Policía los acusó de tenencia y tráfico de drogas. La posesión de cannabis está castigada con una multa económica y la venta es un delito que puede ser juzgado por la vía penal.

No sabían que era ilegal

El juez no decretó el cierre del local de Green Lemon pero ordenó a la asociación que suspendiese la distribución y el cultivo de marihuana. «No sabíamos que era ilegal, vamos a denunciar al abogado que nos asesoró tan mal», anunció ayer Villegas.

Los agentes se incautaron de varias plantas de marihuana, 238 esquejes de cannabis y 204 gramos de hachís

. «Sí, teníamos plantas y elaborábamos marihuana y hachís», reconoció Villegas. «Pensábamos que el cultivo era legal, no volveremos a hacerlo», añadió.

A pesar de la redada, el club sigue abierto, aunque con una sustancial diferencia, los socios ya no cultivan ni distribuyen cannabis. Ahora, cada miembro tiene que llevar su marihuana de casa, según explicaron ayer ellos mismos.

«El funcionamiento de Green Lemon suponía un importante ahorro para sus miembros. Además, evitaba que tuviesen que comprar y fumar el cannabis en la calle», añadió Villegas, que recordó que en Madrid y Barcelona existen muchas asociaciones similares.

Mientras el presidente atendía a los medios de comunicación, decenas de socios seguían fumando porros ayer por la tarde en el local. «Ahora tendremos que ir a ses Figueretes a comprar. Es peligroso, te tratan mal, te pueden engañar», se lamentaba una de ellas.