Aswani compró la finca Joan Roques en 2006 y dedicó dos años a limpiarla, consciente de que en 1983 un incendio ya había asolado aquel lugar. Asegura que su intención era recuperar los bancales abandonados y que habían sido labrados hasta los años 70. Considera que es necesario recuperar un patrimonio cultural agrícola que poco a poco se va perdiendo en favor de bosques de pino de poco valor ecológico. Sus vecinos payeses, con los que habla en catalán, son de la misma opinión. Una opinión muy extendida tras lo ocurrido hace unas semanas.

—Su formación y su profesión le permiten hablar de medio ambiente con cierta autoridad.

—Aunque esté especializado en temas marinos, cuando estudias ecología es de cajón que algo de bosques sabes también. Además basta con preguntar a los payeses, que son gente que lleva coevolucionando con este sistema cientos de años y saben lo que se tiene que hacer. No se puede decir que sean gente que conserva el medio ambiente, no lo hacen, pero han gestionado sus recursos mejor de lo que lo estamos haciendo nosotros. En los parques marinos que he creado en el Pacífico siempre se ha incluido la sabiduría ecológica local: cómo se manipulan las especies, cómo se explota la tierra… Cuando se entiende esa relación entre el índigena (aquí el payés) y el medio ambiente, puedes gestionar de manera que se convierta en tu aliado y no en tu enemigo.

—Hace dos años tuvo que pagar una multa por cortar pinos, pero el fuego ha respetado su casa.

—Ahora me tienen que devolver el dinero. No por el dinero en sí, sino por escarmiento. Les dije que no tenían razón, que me podían multar por no tener permisos ya que hay que seguir un proceso, pero no estoy de acuerdo. La gente que tiene fincas aquí no tiene derecho a desmontar todas las montañas, pero sí debería tenerlo a recuperar las feixes. Si hay un pino en medio de una feixa y el payés quiere cortarlo, que lo corte. Si al fin y al cabo son como la mala hierba. Hace cien años estas montañas estaban peladas, solo había bancales o caminos.

—¿Cuánto desmontó usted?

—Unas dos hectáreas, más de 500 pinos y lo hice sin ningún tipo de remordimiento. Decidí dejar los pinos de la cuenca norte de la finca, que eran los más grandes, para que hubiera un corredor por donde los animales pudieran pasar. No lo corté todo, diseñé la tala para hacer el mínimo daño al ecosistema. Esos corredores son lo que se ha quemado y también las feixes que no desmonté.

—¿Con cuánto le multaron?

—Con 600 euros. Lo recurrí y bajó a 300. Normalmente te sancionan con miles de euros, a mí me hicieron pagar menos porque tenía argumentos. Pero ya no es el dinero, es el hecho de que no nos tengan en cuenta a quienes vivimos en el medio rural.

—Se ignora el conocimiento tradicional.

—En Europa no existe, pero en el Pacífico (Nueva Zelanda, Australia, Papúa-Nueva Guinea, las Islas Salomón…) hay un movimiento para incorporar el conocimeinto ecológico de los indígenas, los locales, un conocimiento que no siempre es correcto, pero que tiene una parte práctica muy útil de relación con el medio. Puedes utilizar sistemas de información geográfica para elaborar mapas de la utilización indígena y lograr así un sistema de manejos más coherente. No hay que coger un biólogo de Barcelona o de Mallorca que no tienen ni idea. No han hecho investigación, han estudiado un libro y vienen aquí a dar órdenes a todo el mundo de cómo se tiene que utilizar el medio cuando ni siquiera lo conocen. El Govern tiene que cambiar eso. Allí no es algo que vaya a venir, ya está pasando.

—¿En qué trabaja ahora?

—Estoy llevando un programa del gobierno australiano en las Islas Salomón para ayudar a la gente local a adaptarse mejor a la nueva situación a la que tendrán que enfrentarse a consecuencia del cambio climático, especialmente por el crecimiento del nivel del mar. Dirijo un equipo de investigación de la Universidad de Queensland, que se encarga de los cambios biofísicos y del estudio de interacción de los lugareños con el medio, pero en relación a los cambios que perciben en su ambiente.

—¿Y trabaja en ellos desde Ibiza?

—No, hace unas semanas que he vuelto de las Islas Salomon. Hace 20 años que trabajo allí, desde 1991. He diseñado 32 reservas marinas allí.

—El fuego no llegó a su casa, pero ha perdido dos hectáreas de terreno bajo las llamas. ¿Tendrá algún tipo de compensación?

—Todo eso está perdido. Yo había pensado vender la finca para comprar una más pequeña y ahora no puedo hacerlo, porque ¿quién me va a pagar? Cualquier extranjero que quiera venir aquí ahora me dará la mitad de lo que yo pida, porque el valor paisajístico de la zona ya no es el mismo.

—¿La política medioambiental en Balears debería ser menos proteccionista?

—Me parece una dicotomía falsa. No es que deba ser menos proteccionista, puede ser muy proteccionista porque la isla lo necesita. El fuego no puede ser una excusa para dar carta blanca a todo el mundo y que corten lo que les da la gana. Lo que se tiene que hacer es una gestión correcta que incorpore el uso tradicional de los terrenos en Ibiza y para eso hay que tener una visión histórica de los últimos 100 años. No se puede mirar a esta masa forestal y decir ´¡Tenemos un bosque virgen! ¡Que no se toque!´. Eso es absurdo, porque estos bosques no son ni vírgenes ni nada. De hecho aquí domina el pino porque son bosques muy antropogénicos. El mosaico de biodiversidad que existe no es accidental: son el tipo de especies que coevolucionan con la acción humana. Obviamente hay especies de interés ecológico como la gineta, los halcones y ciertos tipos de plantas que han sufrido con este fuego, pero el bosque es una creación humana. Los bosques autóctonos de Ibiza están talados desde hace miles de años. No se puede tratar el bosque como si fuera virgen e intentando dejar a los humanos aparte. Se debe hacer una integración del sistema social y el biológico. No se trata de ser más o menos permisivos. En Ibiza se tiene que proteger el bosque porque hay mucho desarrollo y mucha presión demográfica con tendencia al empeoramiento. Las predicciones para la cuenca mediterránea son de desertificación, de hecho, si las predicciones son correctas, de aquí a 100 años Ibiza será un desierto.

—¿Por la acción humana?

—Por el cambio climático, que es acción humana. Encima nosotros en vez de hacer políticas de gestión que den más resistencia al sistema ecológico lo estamos debilitando: construyendo más carreteras, utilizando más agua, trayendo más personas, creando más campos de golf, más puertos deportivos… Eso disminuye la capacidad de nuestros sistemas marinos y terrestres de aguantar. Un sistema de gran biodiversidad, es menos vulnerable si hay un cambio porque existe un mosaico de especies y algunas pueden sobrevivir a él. El humano reduce el número de especies del bosque y se ve aquí con el dominio total del pino.

—¿Qué se debería haber hecho en Ibiza previamente para que el fuego no alcanzara las dimensiones que alcanzó?

—No soy ingeniero forestal. Hay cosas que deben decidir los ingenieros como la creación o no de cortafuegos, porque hay quien dice que con un incendio de grandes proporciones los cortafuegos no son útiles más que como accesos. Creo que una forma más dinámica de proteger es dejar que los dueños de las fincas desmonten las feixes porque crean una barrera natural al fuego, que es lo que ha ocurrido en mi propiedad. Las feixes son un área de seguridad y encima son la historia de Ibiza. Los propietarios deberíamos poder cortar el bosque en los bancales que fueron agrícolas sin pedir permiso a nadie o simplemente notificándolo al Ibanat, sin que tengan que venir a decirte este pino sí, este pino no.

—Una vez acaecida la tragedia, ¿cómo deberían actuar las autoridades?

—En primer lugar deben contratar a un sociólogo o ecólogo que haga un censo de la gente que vive en el campo y recoger sus opiniones. Los payeses opinan casi todos lo mismo y están cabreadísimos, porque no les dejan hacer absolutamente nada. ¿Qué ha pasado? Que el que tendría que ser un aliado del ecologista se ha convertido en su peor enemigo. El payés es el que mayor interés tiene en mantener el carácter rural de la isla, yo me dedico a convertir los enemigos en aliados escuchando lo que tienen que decir e incorporándolo en los planes de utilización de recursos naturales.

—¿Cómo vivió el incendio?

—Estaba en Barcelona cuando se declaró el fuego. Me avisaron mis vecinos y cogí el primer vuelo el jueves por la mañana. Cuando llegué, el fuego ya había pasado y la casa se había salvado. Si llego a estar, no me hubiera ido. Me hubieran tenido que arrancar de aquí.

—¿Qué se encontró el jueves?

—Que no me dejaban pasar. Estuve insistiendo y dando vueltas por la zona para ver si podía entrar por Portinatx. Hasta el viernes no convencí a la Policía Local de que me dejase pasar. Cuando subí había algunos pequeños fuegos encendidos aún y aquí no había nadie.

—Pero no pasó miedo.

—Temía que la encina, las viñas y el olivo estuvieran quemados, aunque tenía la esperanza de que no fuera así por el desmonte que había hecho en la finca. Yo pensaba el viento viene así, el fuego llega por el lado de sa Cala, va a subir y se va a encontrar con un trozo bastante claro, veremos si salta o no salta. Y no saltó, se fue por los lados y siguió hasta Cala d´en Serra.

—Se supone que las propiedades se salvaron porque los medios áereos las mojaban constantemente.

—En mi techo no hay agua salada de los aviones y mi piscina está llena, ningún helicóptero ha cargado. Creo que aquí no tiraron agua porque cuando el fuego llegó a mi finca no tenían los medios para hacerlo y simplemente dejaron que corriera el fuego.