«No veo indicios de suicidio, pero el antagonismo del suicidio no es el asesinato; entre ambas cosas hay una amplia gama de posibilidades». Esta es la conclusión personal del director del documental ´Quién mató a Walter Benjamin´, el argentino David Mauas, que anteayer fue proyectado en el Club Diario y que constituye la investigación más profunda realizada hasta ahora sobre las circunstancias que rodearon la muerte del intelectual berlinés en la localidad catalana de Portbou en septiembre de 1940, cuando huía de los nazis.

El documental, realizado en 2005, recrea los últimos instantes del escritor mediante abundantes testimonios de vecinos de esta localidad que, siendo niños, presenciaron hechos concretos de la corta estancia de Benjamin o conocieron a algunos de los protagonistas de aquellos días. También se incluyen entrevistas a investigadores y se recuperan documentos e informes sobre el caso.

El trabajo comienza recordando que el escritor y filósofo –de origen judío y tendencias marxistas–, tras la victoria de los nazis en Alemania, se marchó a vivir a París, de donde huyó cuando en 1940 Hitler ocupó la ciudad. Entonces «Benjamin se va al sur y proyecta una huida desesperada a través de los Pirineos» para llegar a España y de ahí a Portugal, donde tenía previsto embarcarse rumbo a América, como tantos otros exiliados.

El camino acaba en Portbou

El escritor, nada más llegar a Portbou y provisto de su correspondiente pasaporte de tránsito, se dirigió a la oficina de Policía «para que le dieran algún papel que le tranquilizara», en opinión de uno de los entrevistados. Pero, una vez que fue identificado y dado que este pueblo estaba sometido a un control exhaustivo por su posición estratégica junto a la frontera, no se le permitió continuar su camino. Fue interceptado y se le anunció su inmediata deportación a Francia, al día siguiente.

Fue así como el filósofo se vio obligado a pernoctar en un hotel del pueblo. Sería allí, en su habitación, cuando supuestamente ingirió una sobredosis de la morfina que habitualmente tomaba como tratamiento para su enfermedad. La causa oficial de la muerte fue «hemorragia cerebral», aunque los médicos que aparecen en el reportaje ponen en entredicho esta versión. En todo caso, tanto el juez que levantó el cadáver como el sacerdote que también intervino en el caso actuaron con gran rapidez. «Había que ir deprisa», señala otro de los vecinos. «Tuvieron prisa en enterrarle para que no se hablara demasiado del tema», añade.

El suceso no se vivió de forma especial en el pueblo, según los supervivientes, quienes lo recuerdan como un hecho que se comentó en la calle, pero sin que causara gran revuelo.

El documental de David Mauas rememora que la propia Gestapo estaba presente en Portbou, concretamente mediante un funcionario «camuflado» que residía allí y era el encargado de transmitir a sus superiores información sobre los viajeros que pasaban por el pueblo.

Dándose cuenta de que su deportación a Francia supondría probablemente su muerte a manos de los nazis, Walter Benjamin dejó escrita una breve carta de despedida antes de ingerir la sobredosis de morfina. «Vi cómo lo sacaban en una camilla, tapado con una sábana, y de repente se le descolgó un brazo, que fue vuelto a poner en su sitio por uno de los que lo llevaban», explica en la película uno de los testimonios presenciales.

Cuando en el documental se plantea abiertamente la pregunta de si «hay algún escrito original que pueda demostrar el suicidio de Benjamin», la respuesta es siempre negativa. Sólo se dispone del escrito que redactó de los hechos una de las personas que lo acompañó en esos instantes. Además, el escritor había tenido otros intentos de suicidio anteriormente, recordó el propio Mauas.

«No veo indicios de suicidio, pero tampoco vengo a decir que lo mató la Gestapo», dijo el director, quien considera que «el suicidio es una manera fácil y cómoda de cerrar la historia». «Es una cuestión de justicia histórica decir: no sabemos cómo murió», reconoció Mauas en el turno de preguntas abierto tras la proyección.