Rigoberto Soler era «una persona muy querida y yo tenía una gran admiración por él, era una persona muy especial», así lo recuerda su sobrina María Jesús Soler, también pintora, que está a punto de publicar en Valencia el libro ´Rigoberto Soler de cerca´, un trabajo que aborda la vida y la obra del pintor nacido en Alcoy en 1896.

Como no podía ser de otro modo, uno de los capítulos más importantes del libro está dedicado a la estancia del artista en Santa Eulària des Riu, donde fijó su residencia entre 1924 y 1943. «De hecho, las obras más conocidas de mi tío son las que pintó en Santa Eulària, por ellas, sobre todo, se le conoce», afirma María Jesús Soler, que el pasado año viajó hasta la isla para conocer a quienes conocieron y trataron al pintor, buscar algunas obras y visitar la casa donde vivió. De la casa solo quedan las ruinas y los dos cipreses que plantó y pintó, ahora ya muy crecidos, de manera que «no fue una experiencia agradable verla de este modo».

Lo que sí encontró durante su visita a Santa Eulària el pasado año fue a muchas personas que recordaban a Rigoberto con un enorme cariño. «Yo había oído hablar de algunas de estas personas, eran nombres que me sonaban, Rosita, Kika, Manolita, Eulària Noguera..., porque mi tío hablaba de la gente del pueblo cuando venía a nuestra casa de Valencia, de manera que llegué aquí y me puse a buscar. Algunas de aquellas personas cuyos nombres yo recordaba habían fallecido, pero otras no y pude conversar con ellas. Lo que me sorprendió fue el afecto con el que hablaban de él», afirma María Jesús Soler, que también consiguió ver, en casas particulares, algunos cuadros del artista pintados en el pueblo, «aunque seguramente, en la isla, debe de haber más de los que yo pude ver».

Perfiles del artista

Rigoberto Soler llegó a Santa Eulària en 1924, acompañado por una modelo con la que, al parecer, mantenía una relación amorosa. «Hay varias versiones sobre el nombre de esta modelo –afirma María Jesús–, pero lo único seguro es que ella regresó a Valencia poco después.» Tampoco están claros los motivos del viaje. «Seguramente encontró en Ibiza el refugio que necesitaba, tal vez huía de cosas que no le gustaban en Valencia, y la isla le permitía poner distancia y, a la vez, no estar muy lejos cuando quería volver.»

Le gustó el pueblo y en él encontró temas costumbristas para pintar, así como una naturaleza virgen muy atractiva. Compró una casa, que fue ampliando, situada en la parte norte del pueblo, desde la que disfrutaba de una estupenda vista marítima, que también pintó. En los años treinta conoció a Clara, con quien se casó. Los vecinos del pueblo lo recuerdan como un hombrer alegre, al que le gustaba cantar, opinión que comparten con el escritor norteamericano Elliot Paul, quien en su célebre libro ´Vida y muerte de un pueblo español´ se refiere a éste y a otros pintores que vivían en Santa Eulària por aquellos años, como Laureà Barrau.

Pero más allá del personaje descrito por el escritor norteamericano y recordado con cariño por los vecinos del pueblo, estaban también la persona y el artista. «Podría decirse que hay tres perfiles diferentes en Rigoberto Soler –señala su sobrina–. Como personaje, el hombre que muchos recuerdan aún, simpático, afable con todos. Como persona lo recuerdo yo misma como un ser agradable, irónico, con un gran sentido del humor, pero también prudente. Como artista, fue un gran pintor, dentro de la época que le tocó vivir, con los condicionamientos históricos y políticos de aquellos años.»

Rigoberto Soler alcanzó cierta celebridad como pintor a partir de 1924, gracias a su cuadro titulado ´Idilio ibicenco´, con el que obtuvo un importante premio. De su pintura, María Jesús Soler dice que «se sitúa dentro del luminismo propio del Mediterráneo durante el primer tercio del siglo XX. Hay cierto realismo costumbrista, pero atravesado por el impacto lumínico. Y quiero destacar que en sus pinturas siempre hay una base muy sólida en dibujo y composición.» Su maestro fue José Mongrell, discípulo de Joaquín Sorolla, y «aunque yo diría –afirma la autora del libro– que mi tío no fue sorollista es obvio que comparte con la obra de éste muchos aspectos que estaban en el ambiente de la época. Ahora bien, la pincelada y la composición son diferentes.»

El viaje a Santa Eulària de María Jesús en busca de las huellas de Rigoberto Soler fue emocionante también, «porque veía constantemente paisajes que conocía por los cuadros de mi tío, sobre todo cuando subí a pasear al Puig de Missa.»

En 1943, Rigoberto y Clara abandonaron Santa Eulària para instalarse en Barcelona, donde el pintor empezó a trabajar como profesor en la Escuela de Bellas Artes de San Jorge. Continuaron visitando la isla, aunque ahora solo durante las vacaciones, hasta 1956, cuando definitivamente vendieron la casa. «Fue por esta época, cuando yo era una niña que ya comprendía las cosas, que empecé a oírle hablar de Ibiza», recuerda María Jesús Soler, que estudió Bellas Artes precisamente por la admiración profesada a su tío, también por su consejo, y que se ha dedicado a la pintura desde entonces, con una muy notable trayectoria.

´Rigoberto Soler de cerca´ es un trabajo realizado desde la admiracion, pero que reconstruye fielmente la vida del artista de Alcoy, cuyas obras se encuentran sobre todo en el mundo del coleccionismo privado, con apariciones frecuentes en las subastas de arte actuales.

Si todo va como está previsto, el libro de María Jesús Soler sobre la vida y la obra de su tío verá la luz en Valencia antes del verano. Por esa época, dice, le gustaría volver a Santa Eulària.