Estudios en Madrid

«Había que estudiar mucho y teníamos pocas horas de descanso, con 9 horas diarias de ejercicio»

«Me fui a Madrid a principios de 1951 a estudiar en la Escuela de Educación Física. No existía aún esta Escuela, así que nos instalaron en el Palacio de los Príncipes de Austria, en El Pardo. Existía ya una Escuela para chicos, pero a esa no podíamos ir, claro, ni siquiera a su gimnasio. Hicimos los dos primeros cursos en un año, sin vacaciones de verano ni nada. Hice prácticas en los colegios y en el instituto de Ibiza, en otoño.

En enero del 52 regresé a Madrid e hice, seguidos, los dos últimos cursos, de nueve meses cada uno. En 1953 ya era profesora nacional de Educación Física y Deportes, con la que fue la primera promoción en España de estos estudios. Nos presentamos unas doscientas y quedamos 111. Tuvimos unos profesores estupendos. Fuimos pioneras en esta profesión, hasta entonces había solo instructoras de la Sección Femenina que, como sabían un poco de gimnasia, enseñaban en algunas escuelas. Antes de ir a Madrid, yo había hecho también, en Palma, estos cursos para ser instructora.

Aquellos años en Madrid lo pasé muy bien. Siempre he tenido facilidad para ganarme a la gente y para que la gente me gane a mí. Me he adaptado muy bien a todo. Teníamos que estudiar mucho y había pocas horas de descanso, con nueve horas diarias de ejercicio físico. Hacíamos de todo, quiero decir que estudiábamos y practicábamos todos los deportes, baloncesto, balonmano, voleibol, que entonces se llamaba balonvolea y no era un deporte federado... Pero además hacíamos ballet, bailes regionales (¡todos los bailes de España!), gimnasia rítmica, sueca... Vino incluso una profesora de Suecia para enseñarnos, solo nos entendíamos con ella a través de señas. En los antiguos establos de la Casa de Austria es donde teníamos nuestro gimnasio.

Siempre tuve mis ideas muy claras respecto a querer estudiar y, por tanto, a salir de la isla. La Academia Balmes de Barcelona, aunque solo estuve un año, antes de llegar a Ibiza, me influyó mucho en este y en otros aspectos. Por lo demás yo siempre fui considerada una persona bastante liberal y a nadie le extrañó que me fuera a Madrid a estudiar en una época en la que casi nadie salía de su casa para ir a ninguna parte. No pude ir, como era mi deseo, a la Escuela de baile, como ya he explicado, no pude ser artista, porque a mi padre no le gustó la idea, pero finalmente pude acudir a esta recién creada Escuela de Educación Física y convertirme en profesora.»

Primeros años de profesora

«Las alumnas iban con unos pololos y, encima, una faldita. Yo iba vestida igual»

«Al acabar los estudios, en 1953, volví a Ibiza y empecé a trabajar. Mi primer destino fue el instituto de Ibiza, que entonces estaba en Dalt Vila. No se hacía gimnasia en el instituto, hasta que llegué, pero yo solo podía dar clases a las chicas. Los chicos no empezaron a hacer gimnasia hasta unos años después.

Las alumnas iban con unos pololos y, encima, una faldita. Yo iba vestida igual. Formaba a las niñas y había que ir cantando una marcha... ´Gibraltar, Gibraltar´ o ´Prietas las filas´, en fin, este tipo de canciones. Me las llevaba dalt sa murada, y allí hacíamos la gimnasia. Y si no íbamos hasta allí, lo hacíamos en la plaza de los Caídos, es decir, delante del ayuntamiento.

Vivía con mis padres. Por las tardes iba al instituto, pero por la mañana iba a otros colegios: la Consolación, Sa Graduada, etcétera, porque no había nadie más en Ibiza que pudiera hacer lo que yo hacía. En Sa Graduada los niños pagaban una peseta al mes para poder hacer gimnasia, es decir, para poder pagarme a mí. Di clases en Jesús, en Sant Antoni, en Santa Eulària, en Sant Josep, en Sant Jordi, en Santa Gertrudis, en fin, yo creo que en todos los colegios de la isla.

Me multiplicaba por mil para ir a todas partes. En una ocasión, el obispo Úbeda me dijo que yo era como el perejil, se me ponía en todas las salsas, y no entendía de dónde sacaba tanto tiempo... Desde la Cruz Roja a la tuna, para festivales benéficos de todo tipo, allí estaba Julia Cano, además de las clases... Y además de la familia, por supuesto, pues me casé en 1955 y he tenido seis hijos, aunque el primero de ellos murió nada más nacer.»

La juventud de Ibiza

«En aquellos años, los 60 y 70 sobre todo, ser profesor significaba mucho más que dar clases»

«He tenido la gran suerte de trabajar con los jóvenes y crecer con ellos. He conocido a una juventud muy sana, varias generaciones de jóvenes ibicencos. Siempre digo y repito que he tenido la suerte de vivir dentro de la juventud y de evolucionar con ellos. Y vi cómo los jóvenes, en un determinado momento, necesitaban saber más de la vida, hacían más preguntas, eran más exigentes y pedían más libertad de expresión. Necesitaban más de lo que los padres estábamos dando, necesitaban dialogar más.

La juventud de mi generación desde luego era muy distinta, nos conformábamos con poco y, además, casi todo era tabú. Cuando nuestros padres se ponían a hablar de según qué cosas, nos decían que nos fuéramos y ya está, éramos muy obedientes. En casa teníamos un gramófono y allí nos reuníamos las amigas para aprender a bailar. O salíamos a pasear con la bicicleta. No había mucho más, pero tampoco echábamos en falta casi nada.

Pero Ibiza pasó de las riendas del carro a las llaves del coche, sin que hubiera nada entre una cosa y otra. El desarrollo económico fue muy rápido y los jóvenes se desorientaron mucho. Los padres podían dar todo el amor del mundo a sus hijos, pero estos necesitaban algo más. Muchos padres no estaban preparados para dar a sus hijos un conocimiento que a ellos mismos se les había negado. Pedían libertad a unos padres que no la habían tenido.

El turismo traía cosas nuevas. Hubo una liberación. Al bikini, por ejemplo, se llegó muy rápido, cuando solo unos años antes las niñas iban con pololos en las clases de educación física y con bañadores con faldita de tela de cretona cuando iban a la playa...

Desgraciadamente llegaron también muchas cosas malas, como la droga. Se nos han escapado muchos jóvenes de las manos, nuestros propios hijos, no supimos llevarlos por el camino bueno... Viví con mi hijo Julio, hasta el fondo, todo ese mundo que nos sobrepasaba a todos y que no entendíamos bien cómo ni por qué había llegado hasta nosotros. La gente de Ibiza era tan sana que no estaba preparada para esto. Puede que no les mostráramos los peligros del mundo, que los protegiéramos demasiado, no lo sé. Durante un tiempo me encerré en mí misma, pensé que ya no comprendía a la juventud.

Hubo que romper tabúes, barreras muy altas, y no era nada fácil. Fui la primera persona, por ejemplo, en Ibiza, en el instituto, que dio clases de educación sexual. Ningún profesor quiso hacerlo, nadie se atrevía. Se lo endosaron a Julia Cano, que siempre estaba dispuesta a todo. Me traían hasta a los alumnos del Seminario. Por mi manera de ser, muchos jóvenes venían también a contarme a mí cosas que en su casa no se atrevían. Me pedían consejo. O me hablaban de sus problemas de pareja, etcétera. He sido el paño de lágrimas de mucha gente. En aquellos años, los 60 y 70 sobre todo, ser profesora significaba mucho más que dar clases.»

Instituto Santa María

«Había personas estupendas, éramos como una familia»

«Llegó a haber un claustro de profesores maravilloso. ¡Qué recuerdos tan buenos! Había personas estupendas, éramos como una familia. Allí se comentaba todo, se hablaba de los problemas de cada niño. Botja, Arellano, Planas, don Mario... Podías contar con ellos para cualquier cosa. Los profesores tenían mucha influencia en los alumnos, esto creo que ahora ha cambiado bastante, por desgracia. Nos sabíamos la vida de cada alumno, sus problemas personales y familiares, y nuestra función iba más allá de las clases. Ellos también confiaban en nosotros. En las evaluaciones se hablaba del niño, no solo de sus notas. Realmente los conocíamos a todos. Era muy fuerte, pero muy bonito. Y una gran responsabilidad.

A algunos padres no les hacía mucha gracia todo esto. Sé que de mí se han dicho cosas horribles, que ahora no quiero ni mencionar. Alguna madre vino a protestar cuando daba mis clases de sexualidad, por el simple hecho de que había explicado en clase que los niños no venían de París ni nacían dentro de una col... ¿Había algo malo en todo esto? Pues aún así había quienes venían a protestar airadamente. De todas formas, hoy todo son buenos recuerdos lo que tengo de mi paso por el instituto Santa Maria. Los equipos deportivos que hicimos, las funciones, las excursiones, tantas cosas y con tantas generaciones.»

Cruz Roja

«Hicimos un montón de cosas buenas, entre ellas una ´campaña del papel´ que fue un exitazo»

«Un día me llamó Magdalena Pereyra para que fuera a una reunión de la Cruz Roja. Creo que ya he dicho que me llamaban para todo. Llegaba el día de la banderita y me dijeron si podía ir a pedir por los pueblos y también en la ciudad. Dije que sí y ya me quedé en la Cruz Roja, ayudando en lo que podía. Sugerí que invitáramos a chicas jóvenes para colaborar, pensando que estarían encantadas de hacerlo, y me encargaron que yo mismo lo organizara, así que formé el primer grupo de ´las chicas de la Cruz Roja´ de Ibiza. Como tenía muchas alumnas, lo comenté en el instituto y muchas se apuntaron. Conseguí que nos dieran a todas unos cursos de primeros auxilios. También se apuntaron algunos chicos. Mi hijo Juanjo aprendió también y al poco tiempo salvó a una niña que se estaba ahogando en la playa.

En el año 1970 me propusieron dirigir la Cruz Roja de la juventud y también dije que sí. Estuve catorce años, hasta 1984. Hicimos un montón de cosas buenas, entre ellas una ´campaña del papel´ que fue un exitazo, recogimos muchísimo papel, prácticamente yendo de casa en casa, y recaudamos mucho dinero.

En 1972 hubo la desgracia del avión que se estrelló en Sant Josep y trabajamos muchísimo. Fueron unos días muy duros, en los que los jóvenes de la Cruz Roja hicieron de todo, atender llamadas, recibir a familiares desesperados... Hasta querían ir a ayudar al lugar del accidente, lo que no pudieron hacer, por supuesto, pues eran jovencísimos, algunos unos niños. En otra ocasión, por motivo de una gran inundación, hubo que recoger alimentos y ropa... ¡Había que ver a aquellos críos recogiendo zapatos, abrigos, mantas, por las tiendas y las casas! Trabajaron muchísimo.»

Kinisioterapeuta

«De lo que más orgullosa estoy es de mi trabajo como kinisioterapeuta»

«He hecho muchas otras cosas en la vida, desde dirigir coros hasta organizar funciones benéficas. Durante un tiempo también hice cursos de prenatal y postparto, fue una experiencia muy bonita. Tengo montones de ´nietos´, como los llamo yo. Pero de lo que más orgullosa estoy es de mi trabajo como kinisioterapeuta. Lo aprendí en la Escuela de Educación Física, en Madrid, con un profesor italiano, donde estudiamos mucha anatomía. La kinisioterapia es rehabilitación, más masaje y gimnasia, todo destinado para el buen funcionamiento del organismo. Es un tipo de gimnasia para la rehabilitación. Se me ha dado muy bien. Tengo la certeza de que he ayudado a mucha gente y esto me hace muy feliz.»