Cargada con dos hurones, un loro y dos de sus perros, Antonia esperó paciente, como decenas de personas, a que, con media hora de retraso sobre el programa previsto, el obispo de las Pitiusas, Vicente Juan Segura, echara sobre ellos el agua de la tradicional bendición de animales que se celebró ayer en Sant Antoni, que vivió su día grande con motivo de la festividad de su patrón. «Vengo cada año desde que estoy aquí», comentó esta mujer, amante de los animales, que esta vez había dejado en casa a sus cuatro gatos, sus ocho tortugas y otro perro.

Como suele ocurrir cada año, los canes eran mayoría. Los había de todos los tamaños, razas y colores, desde recién nacidos que ni siquiera podían abrir aún los ojos, a otros bastante mayores acostumbrados a recibir la bendición. Entre ellos, unos se removían en los brazos de sus dueños al sentir las gotas de agua, otros se relamían ante lo fresquitas que estas estaban, algunos parecían posar ante las cámaras de fotos y de televisión que allí se agolpaban y había quienes pasaban como si aquello no fuera con ellos.

Pero si hubo un animal protagonista fue Juancho, el dragón barbudo de Alexia, que llamó la atención del público que se agolpaba sobre la valla que delimitaba la zona de paso de los animales. «¿Es prehistórico?», comentaban dos señoras entre ellas mientras la niña aguardaba a que le hicieran unas fotos a su mascota. No fue el único animal llamativo, pues también el poni Ray causó sensación entre los asistentes. Además de estos animales, desfilaron gatos, tortugas de agua y tierra, algunos peces, como el de Marcos, Roberto y Lucas, que recibió la bendición desde el interior de su pecera, conejos y loros. Sonia lamentó que no le hubieran dejado traer a su cerdito, al que incluso había pensado colocar un collar y una cadena.

Este fue el acto central de la festividad de San Antonio, que contó con gran asistencia de público. Dos horas antes de que empezara la bendición, daba comienzo la misa solemne que, si bien se adelantó 30 minutos respecto a otros años para que la jornada no se alargara mucho, se prolongó algo más de una hora. Si la iglesia parroquial se llenó de fieles que aguardaron de pie y en la puerta durante el oficio, en la plaza poco a poco se iban congregando más personas, algunas ya con sus animales.

Las campanas empezaron a repicar y la procesión salió de la iglesia para recorrer los alrededores en apenas quince minutos, bajo un cielo totalmente gris aunque con una temperatura de lo más agradable para ser una mañana del mes de enero. La colla Brisa de Portmany acompañó a la imagen de San Antonio, además de representantes religiosos y políticos, encabezados estos últimos por el alcalde, José Sala, para quien estas son las últimas fiestas como máximo dirigente del municipio.

Una vez finalizada la procesión, la celebración se trasladó a las puertas del Consistorio, pues allí, en el paseo de la Mar, estaba todo listo para bendecir a los animales. Antes de empezar hubo que esperar al desfile de carros y caballos, que fueron los primeros en recibir la atención del obispo. Uno de los equinos opuso algo de resistencia, aunque tras unas vueltas la jinete que lo montaba consiguió que siguiera a sus compañeros.

Después de que una treintena de animales aproximadamente fueran bendecidos, el público llenó la plaza del Ayuntamiento, lugar desde donde el Club Colombófilo Portmany realizó una suelta de palomas. A continuación se repartieron, en escasos minutos, buñuelos y trozos de coca de pimientos, espinacas y sofrit, pues nada más salir, las bandejas eran rodeadas de decenas de manos que se hacían con todo lo que había sobre ellas. El broche final de esta mañana del día de San Antonio lo pusieron los integrantes de la colla Brisa de Portmany, con una exhibición, que no podía faltar, de ball pagès.