A este luminoso bajo de paredes sin enlucir acuden regularmente cerca de 200 familias de Sant Antoni que necesitan ayuda. Comida, trabajo, ropa, libros de texto, una cuchara, ducha, consejo. Hasta velas porque les han cortado la luz llegan a pedir los que se encuentran en una situación más desfavorecida, explica Antonio Campos, director de Cáritas de Sant Antoni, organización que hace casi un año que tiene entidad propia, es decir, que depende del Obispado pero no de la sede de Ibiza.

Inma es una de las voluntarias más activas. Desde que comenzó, en junio de 2009, apenas ha faltado un día a su puesto en el banco de alimentos. «Vine a pedir ayuda para un familiar y sentí que debía quedarme a colaborar», explica esta mujer que confiesa que hay momentos en que se le cae el alma a los pies al ver la situación en la que se encuentran algunas familias de Sant Antoni. «Hay días que la gente está esperando en la puerta a que abras para tener algo que comer, días en invierno que ves niños con chanclas a pesar del frío o con la carita sucia porque no tienen agua caliente en casa. No es fácil ver eso todos los días», comenta. Sentir que está haciendo algo para ayudarles le alivia. «A veces, cuando vienen niños, les das un zumo y un quesito o una galleta y se ponen tan contentos que esa sonrisa te da energía para todo el día», añade. No tener ni un kilo de arroz para las familias que no tienen nada es la pesadilla de Inma, que explica que en esos momentos se pone en marcha el carro solidario que consiste, sencillamente, en acudir a un supermercado y pedir a la gente que aporte lo que pueda: un paquete de fideos, un cartón de leche, una bolsa de azúcar, unos pañales… Durante toda la mañana mujeres, casi todas del norte de África, se acercan a recoger los alimentos.

Antonio Campos afirma que para atender a las familias necesitan cerca de 40.000 kilos de alimentos al año. La Unión Europea les entrega 3.500 kilos. El resto lo tienen que conseguir con aportaciones de empresas y particulares. En 2009 atendieron a 248 familias. En lo que va de año han ayudado a 196, cifra que el director teme que se incrementará en las próximas semanas. «Hasta hace un mes llevábamos 135 y en las últimas semanas se ha disparado el número de familias que piden ayuda», explica Antonio, que denuncia la falta de ayudas de las instituciones.

«No hemos recibido un solo euro del Ayuntamiento de Sant Antoni ni del Consell», critica antes de recordarle al Consistorio que, por el número de habitantes, debería tener un comedor social. «Ahora a las personas de Sant Antoni se les da un vale para que vayan al comedor de Cáritas, en Vila, para lo que tienen que coger el autobús, así que casi ninguna va», asegura. La entidad tiene el proyecto de crear un comedor para 40 personas en la sede, cerrando la terraza, para lo que están intentando recaudar dinero. «Lo necesitamos», insiste mientras se despide de Ferran Gandía, profesor de kárate que desarrolla un proyecto de integración de doce niños de familias con pocos recursos a través del deporte.

«Acuden a las clases con otros niños. El objetivo es que se integren y alejarlos de los problemas que puedan tener en casa así como prevenir el consumo de drogas», detalla Ferran, que destaca que no solo los niños se benefician de esta iniciativa sino también los padres, que se relacionan más con sus hijos y con su entorno. El experto en artes marciales, que llegó hace cinco meses a Ibiza, muestra sonriente las imágenes de algunos de sus alumnos practicando kárate que están colgadas en el tablón de anuncios de la sede. En octubre Inma y él comenzarán con un nuevo proyecto de cursos de prevención de la drogadicción para el que acaban de formarse en Madrid.

Vuelta al cole

Los niños centran la actividad de las últimas semanas. La vuelta al cole también se nota en Cáritas. Hay que conseguir libros de texto para las familias que no pueden permitírselo. Antonio Campos explica que se ha puesto en contacto con las editoriales para pedirles los libros que necesitan. «Se han portado muy bien. Excepto dos para el instituto, nos los envían gratis», afirma.

La pequeña tienda de la entidad también ha notado el inicio de curso. Por ella han pasado las últimas semanas muchas madres buscando ropa y zapatos para sus hijos. Pilar, Maria y Catalina son tres de las voluntarias que se encargan de la tienda, en la que la mayoría de los artículos, procedentes de donaciones, cuestan un euro. Cualquiera puede comprar ahí, aunque a las personas sin recursos se les entrega un vale para que puedan adquirir las prendas que necesitan sin pagar.

El dinero que se consigue en la tienda se utiliza para sufragar los gastos de las duchas que utilizan quienes no tienen agua caliente en casa o que viven en la calle. «El día que hacemos cien euros de caja damos saltos de alegría, aunque lo normal son diez o quince euros», comentan las voluntarias, que reconocen que les sienta mal que la gente que acude al establecimiento intente regatear los precios. «Es una compra solidaria, sirve para ayudar a otras personas y casi todo está a un euro», afirma Pilar, que es voluntaria desde hace cuatro años, cuando una conocida, al verla pasar frente a la puerta de la iglesia, donde antes estaba la sede, la animó a ayudar. «Esa misma tarde ya me quedé. No he trabajado nunca y ahora no paro», señala. Maria comenzó más o menos en la misma época, cuando el párroco de Santa Eulària, Vicent Ribas Prats, primo suyo, le propuso ayudarle en una campaña.

Dos décadas de voluntaria

Catalina, en cambio, lleva más de 20 años como voluntaria. «Empecé casi en solitario, con el entonces párroco de Sant Antoni, Joan Torres», recuerda. Catalina señala que el perfil de las personas que piden ayuda en Sant Antoni ha cambiado en este tiempo: «Entonces casi todos eran gitanos y ahora la mayoría son marroquíes o procedentes de países de Europa del Este. Tampoco estaba tan organizado como ahora». Las tres están contentas con su labor como voluntarias. «Es una satisfacción ayudar a la gente y, si no estuviera aquí, estaría viendo la televisión», afirma Pilar. «Hay que hacer lo que se pueda para mejorar la vida de los demás», apunta Maria. «Se trata de gente que necesita comida y ropa, cosas básicas, y hay que hacer algo», insiste Catalina.

Antonio Campos asegura que sería imposible ayudar a 250 familias al año sin el trabajo de los 16 voluntarios que tiene Cáritas de Sant Antoni. «Son mis ángeles», apunta. Sin embargo, asegura que necesita más. El director también pide alimentos, mantas para el invierno y donativos para la campaña de Navidad. Aunque si únicamente pudiera pedir una cosa lo tendría claro: «Atención política. Estamos en situación crítica, hace más de un año que he pedido una entrevista con el alcalde y aún no me ha recibido». Antonio Campos, que destaca la labor de servicios sociales que están realizando, cree que los políticos no son conscientes de la realidad de las familias sin recursos, por lo que invita a cualquiera de los concejales a pasar un día en la sede, atendiendo el banco de alimentos o recibiendo a las personas que acuden, desesperadas, a solicitar ayudas, labor que en estos momentos recae sobre Patricia del Valle, la secretaria. «Los pobres que atendemos aquí son los pobres del municipio de Sant Antoni», insiste Antonio Campos.