Antoni Pomar piensa en sus cuadros mientras pinta y sueña con ellos mientras duerme. «Pinto todos los días», comenta sentado en la planta baja de la joyería de su familia en la calle de las farmacias, donde mañana a las ocho y media de la tarde inaugura una exposición en la que sus últimos cuadros compartirán espacio con las joyas de su sobrina Elisa Pomar. El pintor ibicenco presenta en esta muestra más de veinte obras —«entre 25 y 30, las que quepan en la sala»— que ha pintado durante el último año. «Marinas, figuras, composiciones del campo, barcas…», detalla. Todas ellas de gran tamaño. «Me gusta pintar cuadros grandes porque es como mejor se ven las cosas. Las composiciones, las figuras», afirma Antoni Pomar, que no se imagina la vida sin sus pinceles, lienzos y apuntes.

Pomar lamenta que cada día que pasa tiene que echar más mano de su memoria y de sus viejos apuntes para enfrentarse a sus lienzos. «El paisaje ha cambiado mucho. Han desaparecido los pescadores del puerto, los llaüts, ahora es otra cosa. Antes, en dos horas, volvía con 50 ó 60 apuntes para mis cuadros. Ahora vas a pasear y no puedes hacer nada porque todo ha desaparecido», comenta nostálgico. Por eso cada vez necesita más esos apuntes de hace décadas para pintar. Asegura que la noche es su gran aliada cuando la composición, los colores o las figuras se convierten en un problema. «Cuando duermes, tu mente se deshace de todo lo que te molesta y es entonces cuando encuentras la solución», señala antes de reconocer que más de una noche, sorprendido por esa resolución al problema, se ha levantado para que no se le olvidara. «Pero no pasa solo con la pintura, pasa con todo», afirma el artista.

Aunque mañana inaugura la exposición con su sobrina, él sigue pintando. «Cosas nuevas y originales. Aunque esté todo pintado se puede ser original», matiza. Y es que ya tiene en mente su próxima muestra «dentro de catorce meses» en la que sus cuadros volverán a exponerse junto a las joyas de Elisa, aunque esta vez fuera del negocio familiar. «Será en el centro cultural S´Alamera», adelanta la propia Elisa, que maneja sus joyas, expuestas ya en la primera planta del establecimiento, con una curiosa mezcla de mimo y firmeza. Cuando empieza a hablar de las piezas apenas puede parar. Conoce la historia, la vida y las características de todas y cada una de las más de 50 que podrán verse en la exposición.

Joies en las que un buda sustituye al rostro de la Mare de Déu, cruces exageradas y extravagantes y cordones de emprendada en los que a las piezas de plata y oro se intercalan brillantes olivinas, turquesas, ágatas verdes y corales. «Hace tres años que comenzamos con este proyecto pensando en nuestro padre, Pepín Pomar, que había querido modernizar las joyas tradicionales ibicencas. A él le gustaban mucho las piezas extravagantes y hemos seguido esta línea», explica Elisa Pomar frente a las joyas de la exposición, presidida por varias figuras de terracota llenas de collares y tres maniquíes vestidos de Adlib por el diseñador Toni Bonet. Las piedras y el oro destacan sobre las telas blancas, de las que cuelgan pendientes, broches, pulseras y enormes colgantes.

Elisa, diseñadora de las piezas, insiste constantemente en que el mérito no es solo suyo, sino de toda la familia, que trabaja con especial cariño para este proyecto con el que pretenden seguir en el futuro. Las flores son las últimas incorporaciones a las piezas, comenta Elisa cogiendo cariñosamente a su tío por los hombros.