Amable y risueño, Carlos Bardem da mucho menos miedo en carne y hueso que en la gran pantalla, donde su peculiar físico lo ha convertido en actor ideal para personajes atormentados o, sencillamente, malos.

—Ha venido muchas veces a Ibiza de vacaciones pero esta vez lo hace para trabajar.

—Sí, he venido mucho a Ibiza desde muy joven y sí, es la primera vez que vengo para algo que no sea divertirme o relajarme. Pero el festival tampoco es una ocupación muy estresante. Creo que es una propuesta muy interesante que me va a permitir ver películas que tienen difícil llegar a las salas. Ese es el valor que tiene el festival: apostar por películas independientes y darles un empujoncito.

—Tiene varias películas en postproducción, alguna también en preproducción y todavía está muy reciente el éxito de ´Celda 211´ con ese personaje de Apache tan...

—... desagradable (risas).

—Y tan carismático también. ¿Está viviendo un momento ´dulce´ en su carrera?

—Creo que sí, no me puedo quejar. Hay que decir que por cada proyecto que cuaja se caen dos pero, aún así, me están llegando muy buenos guiones y estoy intentando aprovechar esa ola y surfearla con calma y tranquilidad. Intentando que cada cosa que haga sea distinta a la anterior. Elijo los papeles por criterios muy personales. ¿Qué me emociona?, ¿qué me divierte?, ¿qué hay aquí de lo que pueda sacar algo interesante?

—Alguna vez se ha encontrado ante un guión y ha dicho: ¿Pero cómo me están ofreciendo este papel si no tiene nada que ver conmigo?

—Sí que ocurre. Te ofrecen cosas en las que no te ves. Lo agradeces, pero lo rechazas. Esta profesión tiene eso: te ofrecen cosas maravillosas y a veces otras que no entiendes por qué. Es un tobogán entre la satisfacción y la insatisfacción permanente, duro de llevar.

—También es escritor y guionista, ¿le pica el gusanillo de la dirección?

—No, no. Eso lo tengo clarísimo. Tengo un respeto infinito por los directores porque me parece que hay que ser de una madera muy especial para serlo. Por eso me gusta escribir novelas. Es un trabajo solitario en el que no tengo que rendir cuentas a nadie y nadie me viene a preguntar. Un director de cine tiene que contestar al día 250 preguntas de lo más variopintas. Todo el mundo necesita tu opinión sobre algo: desde el color de los calcetines de un personaje a la iluminación. Tener todo esto en la cabeza me parece... infernal.

—Con el auge de las descargas ilegales de películas, directores como James Cameron aseguran que la única manera de volver a atraer a los espectadores a las salas es ofrecer ´extras´ como el 3D. ¿Cómo ve el presente y el futuro del cine?

—Hay dos cosas. Creo que la tecnología va por delante de la legislación y que vivimos en una sociedad de mileuristas que no se pueden permitir pagar tantos cd y dvd. Esas personas satisfarán sus necesidades culturales de otro modo, con las descargas. Todo pasa por concienciar a la gente de que realmente se están perdiendo muchos puestos de trabajo cuando haces eso. Cuando pirateas una película te cargas el trabajo de mucha gente. Es como si entras en un supermercado, llenas el carro y te vas sin pagar.

—¿Y el futuro? ¿Celda ´212´, como diría Buenafuente, en tres dimensiones?

—Si la hacen espero que cuenten conmigo (risas). El paso del celuloide al digital ya fue una revolución. Ahora viene el 3D, aunque para mi gusto todavía tiene cosas por resolver. Pero sí, puede que el futuro pase por ofrecer sensaciones nuevas en la sala. De todas maneras creo que el problema está en que se ha perdido la magia de ir al cine. La sala oscura, el rito, el salir después y comentar la película con los amigos... Yo no puedo ver una película en un ordenador. Me pone nerviosísimo.

—¿Y si le toca junto a uno que come palomitas compulsivamente?

—A cambio de eso no tienes anuncios.

—¿Qué es lo que más le gusta y lo que menos de su profesión?

—Lo que más es la suerte, como me pasó con ´Celda 211´, de que te ofrezcan un papel interesante y trabajar con un gran equipo. Lo que menos me gusta es la precariedad. La gente se cree que todos los actores son unas personas que están forradas y viven muy bien, pero el mayor porcentaje de la profesión tiene que compaginar su pasión con otros trabajos para sobrevivir. Puedes tener una racha buena y después estar un año y medio sin trabajar. Entonces te subes por las paredes.

—¿Cómo es su relación con los medios de comunicación?

—La prensa es uno de los pilares fundamentales de cualquier sociedad sana y democrática. Luego hay un tipo de prensa, que yo entrecomillaría, y que la ejercen personas que no son periodistas, que trafican con miserias ajenas y que me repugna. Es deleznable. Procuro tener el mínimo roce.

—Usted es licenciado en Historia y Relaciones Internacionales y siempre se le ha visto implicado en causas como el Sáhara occidental. ¿Cómo ha vivido el asalto de Israel a la flotilla con activistas pro Palestina? ¿Cree que los actores tienen un papel a la hora de denunciarlo?

—Los actores nos hemos pronunciado como ya sucedió con el ´No a la guerra´ o con el Frente Polisario. Somos ciudadanos ante todo y tenemos el deber y la obligación de opinar. Ser actor te confiere una popularidad y por eso es importante utilizar esa capacidad de hacerse oír y comprometerse con causas justas.

—Es inevitable preguntarle por su hermano. ¿Le ve nominado al Óscar por ´Biutiful´?

—Por supuesto que sí, sería estupendo.