«Estamos muy contentos porque sabemos que va a ser una muy buena experiencia para mejorar, conocer a otros músicos y curtirse en el ámbito de las orquestas», explica el trompetista Darío Rodríguez tras un ensayo en Can Ventosa. Coincide con la chelista Paula Martos en que haber sido seleccionados para formar parte de la Orquestra de Joves Intèrprets dels Països Catalans (Ojioc) es un paso muy importante para sus carreras. «La orquesta convoca encuentros de diez o doce días en fechas de vacaciones escolares como Semana Santa y agosto. Se encargan de los gastos de estancia y ofrecen tanto clases colectivas como individuales», explica la chelista, que recuerda que la orquesta ya cuenta con dos violinistas ibicencos: Clara Núria Joan Marí y Santi Bonet.

Se apuntaron a las pruebas en el último momento «con un estrés impresionante», recuerda Darío. En el examen tuvieron que interpretar una pieza solista y fragmentos orquestales donde sus instrumentos: chelo y trompeta, tienen un papel importante. Posiblemente debuten muy pronto, el próximo 11 de abril, cuando la Ojioc interpretará la Misa de Gloria de Puccini con coro en el Palau de la Música.

Tanto Darío como Paula están muy contentos de haber logrado entrar en la orquesta, «porque es una buena manera de tocar a un nivel un poco más alto». «En Ibiza estamos como en una burbuja, es interesante ver lo que se hace fuera», dice Darío, que ahora podrá coincidir con músicos de Valencia, una zona que tiene mucha fama en instrumentos de viento.

Malabarismos con el tiempo

El primer contacto de Paula con la música fue en un curso de iniciación en Can Ventosa. «Tenía que elegir entre tres instrumentos y me dieron la plaza de chelo, aunque yo quería violín. Ahora me alegro muchísimo de no hacer violín», confiesa. Compatibiliza los estudios musicales –está en segundo de grado medio– con segundo de bachillerato en el IES Isidoro Macabich. Aunque no descuida el instituto, Paula tiene claro que su objetivo «es cursar el grado superior de música en un buen conservatorio, para luego entrar en alguna orquesta, si es extranjera mejor». «No podría dedicarme a nada que no fuera la música, lo tengo claro», dice con rotundidad.

«Es difícil llevarlo todo bien, a veces se pasa mal», explica la chelista. «Te exigen por ambos lados y, además, los exámenes de acceso al conservatorio no son aprobar y listo, porque puedes tener un ocho y quedarte fuera si se presentan 15 personas y hay tres plazas», añade. «Entra el mejor o el más enchufado, hay quien tiene muy buenos padrinos», subraya Darío.

Compatibilizar ambos mundos supone mucho sacrificio y a veces se sienten un poco incomprendidos. «Hay mucha gente que lo deja cuando le empiezan a apretar en el instituto», asegura el trompetista . «Donde se hace realmente un músico es estudiando en su casa, pero eso supone un gran sacrifico porque hay que ir al instituto por la mañana, hasta las tres, y luego entrar en el conservatorio de cinco a nueve. Los sábados y domingos hay ensayos o conciertos de la orquesta o de las bandas o tienes que actuar en alguna fiesta», explica Paula.

Darío terminó Bachillerato e hizo la Selectividad hace tres años. Ahora estudia grado superior de trompeta. «Desde que me levanto a las siete de la mañana hasta que me acuesto, mi día es música», dice este trompetista con una sonrisa en los labios. «Empecé tocando el piano en clases particulares con seis años. Quería seguir con piano pero, como entré en el conservatorio un mes de enero, sólo podía elegir entre trompeta y chelo y escogí trompeta. Ahora no la cambio por el piano». dice totalmente convencido. A largo plazo se ve como profesor de conservatorio. «La vida de orquesta es bastante inestable. Se lleva mejor cuando eres joven porque tienes que estar al cien por cien siempre. Si no lo estás hay muchas personas detrás de ti que quieren entrar», explica el músico.

Darío y Paula son pareja y saben que no son una excepción. «Es muy habitual que los músicos sólo se relacionen con otros músicos porque es complicado entender este mundo y los sacrificios que conlleva si no estás dentro de él», dice Darío. «Can Ventosa es mi segunda casa», corrobora Paula.

Además de los conciertos con las bandas y las orquestas les van saliendo otros ´bolos´ en bodas y bautizos. «También en algún funeral», aseguran. Un día Paula y su padre entraron en una tienda después de un ensayo. No lo dudó ni un segundo cuando el dependiente le dijo que si le tocaba algo le hacía un descuento en el vestido de fin de año que se estaba probando. «No veas la que se montó en la tienda con los clientes y la gente parada en la calle asomándose al comercio», explica la chelista muerta de risa.