«Tener altas capacidades es una característica, no un problema. Estos surgen si no se atiende correctamente al niño», señaló en varias ocasiones la psicóloga Susana Arroyo durante la conferencia que ofreció el jueves por la noche en el Club Diario de Ibiza organizada por la Asociación de Altas Capacidades y Talentos de Ibiza y Formentera (Actef). En la charla, que presentó la profesora Marcela Friederichs y a la que asistió más de medio centenar de personas, Arroyo destacó la necesidad de que estos niños reciban una atención correcta tanto en el colegio como en la familia para evitar que se frustren, pierdan interés por la escuela y acaben siendo un caso más de fracaso escolar. Además, insistió en el cuidado que hay que tener para no generar en ellos «demasiadas expectativas» para que no se sientan presionados.

«Un niño superdotado también tiene derecho a equivocarse», apuntó la psicóloga que, al principio de la charla, diferenció entre tres tipos de altas capacidades: precocidad intelectual (niños que aprenden con mucha facilidad desde pequeños), superdotados (los que tienen un alto nivel intelectual y creativo) y talentos (aquellos que desarrollan capacidades en áreas específicas).

Niños superdotados

La psicóloga recordó que alrededor de estos niños han surgido muchísimos mitos y tópicos, como que son raros o asociales, que han entorpecido mucho el trabajo que se hace con ellos. Arroyo indicó que hay «pistas» que pueden servir a los padres para sospechar que un niño es superdotado antes de los cinco años: empiezan a hablar muy pronto o tardan mucho pero lo hacen perfecto, como si hubieran estado esperando a estar seguros de que lo hacen bien para empezar, prefieren estar con adultos a estar con niños de su edad y son extremadamente creativos y originales con sus juegos. Más allá de los seis años, señaló que mantienen esta creatividad, que son muy independientes y críticos y que tienen un interés desbordado por la lectura, especialmente durante Primaria.

Arroyo aseguró que no hay un patrón único para actuar con estos niños y que las decisiones dependen de la edad. «En Secundaria, por ejemplo, el grupo es ya muy importante y hay que valorar si merece la pena separarlo», indicó al referirse a las aceleraciones, es decir, pasar de curso. En este sentido, se mostró totalmente en contra de adelantar a los chavales más de un curso, ya que insistió en la necesidad de que estos niños se desarrollen no sólo intelectualmente sino también a nivel social. Además, recordó que las actuaciones dependerán tanto de la voluntad como de los recursos que existan en el centro educativo en el que esté escolarizado.

Flexibilidad

«Los profesores deben ser flexibles en las clases. También es importante que sientan que tener a uno de estos niños en la clase es una suerte para el docente y para el resto de la clase», afirmó. «Si no hay ganas, no funciona», matizó. En este sentido, señaló que los rincones temáticos pueden ser muy útiles en el caso de los niños matriculados en Infantil, mientras que en Primaria y Secundaria suele dar resultado plantear retos a estos alumnos y darles mucha independencia a la hora de trabajar.

A las familias, les aconsejó buscarles actividades que les supongan un desafío, como la música o los idiomas, y que les requieran un esfuerzo. «Esto facilitará que desarrollen hábitos de estudio, algo que en el futuro les será necesario», apuntó. Sin embargo, señaló que estas actividades deben darse en la medida justa: «Hay que controlar. He visto niños a los que, un año después de saberlo, las familias habían intelectualizado toda su vida. Y eso es malo». Además, en el caso de los adolescentes, afirmó con rotundidad que se debe respetar su opinión y no comunicarlo al colegio, los profesores o los amigos si él no quiere. «Yo no haría nada en contra de su voluntad», confesó.