Después de acabar sus estudios universitarios en Oviedo, Mariano Llobet se instala en Madrid durante dos años. Aprueba las oposiciones de Secretario de administración local y estudia Ciencias Políticas y Económicas. Su primer destino es Lanzarote, en el Cabildo Insular, una institución cuyo modelo intentará llevar a Baleares. Tres años después es destinado a Guinea, a Fernando Poo, donde llega a redactar su primer estatuto autonómico previo a la independencia de la colonia española. Después de cuatro años en África, en 1963, regresa a la isla definitivamente para ocupar el cargo de Secretario del Ayuntamiento de Ibiza.

Oposiciones en Madrid

«Gané la oposición de Secretario de la administración local y me licencié en Ciencias Políticas»

«Se decía que la carrera de Derecho era la que tenía más salidas porque podías presentarte a muchas oposiciones distintas. Al acabar los estudios universitarios en Oviedo, en 1952, hice 6 meses de servicio militar en Ibiza, anteriormente ya había cumplido milicias durante algunos veranos.

Después del servicio militar estuve en Suiza y en Francia, haciendo algunos cursos universitarios, más que nada para aprender el idioma. Al regresar, decidí irme a Madrid para preparar oposiciones a Secretario de administración local.

Estudié durante un año y gané la oposición. Pero tuve que quedarme un año más en Madrid, en la Escuela de administración local, donde nos preparaban para el primer destino. Aproveché aquel año para hacer una licenciatura más, la de Ciencias Políticas y Económicas, en dos convocatorias, así como los cursos de doctorado de Derecho.

Mi primer destino fue el Cabildo Insular de Lanzarote. Antes de marchar hacia allí me casé con Carmen. Yo había oído toda mi vida que Canarias era «un vergel de belleza sin par», como decía una canción que estaba de moda. Pero cuando desembarqué en Lanzarote me encontré con que no había ni un solo árbol en toda la isla. Me fui a la playa y había un viento terrible. En compensación, la gente era muy buena y amable. En Lanzarote no es que hubiera pobreza, como podía haberla en aquellos años también en Ibiza o en España, es que aquello era miseria absoluta».

Tres años en Lanzarote

«Había años que no llovía nada y un barco de guerra traía el agua para ser racionada»

«El Estado daba al Cabildo unas subvenciones para poder dar empleo a la gente. Hacíamos carreteras, aunque sin asfaltar ni nada. LLegamos a hacer tantas carreteras que en un momento determinado no sabíamos ya dónde seguir haciéndolas. Cada quince días despedíamos a los obreros que trabajaban para poder contratar a otros. Muchos hombres se iban a pescar al Sahara en embarcaciones pequeñísimas, se pasaban siete meses pescando, durmiento en la costa debajo de las barcas, esperando a que llegaran otros barcos y les compraran lo que habían pescado.

Apenas había agua. Había años que no llovía nada y un barco de guerra la traía para ser racionada. Recuerdo que los obreros recogían agua de donde podían, del rocío de los matorrales, por ejemplo, en unos botes de leche condensada para luego poder mezclarla con el gofio, una harina de cereales, que era todo lo que comían. La pobreza era de llorar. Algunos afortunados llevaban también un pescado seco que parecía que había muerto de tuberculosis.

En aquellas circunstancias se empezó a hablar de turismo. Llegué a pensar que estaban locos, no comprendía quién iba a viajar hasta allí, pudiendo disfrutar de playas como, por ejemplo, las de Ibiza. El paisaje era y es maravilloso, pero a mí me parecía que un turista no podría aguantar más de tres días en aquella isla. Y sin embargo, han salido adelante, lo consiguieron».

Los cabildos insulares

«Propuse que Baleares adoptara también el régimen de Cabildos Insulares de Canarias»

«Trabajando allí, me fijé en el régimen canario de Cabildos Insulares. Ibiza, por ejemplo, no existía administrativamente. Estaban los ayuntamientos y la diputación de Baleares. En ésta había 18 señores, de los cuales 14 eran de Mallorca. O sea que si hubiesen acordado prender fuego a las islas, hubiera sido perfectamente legal. Así nos iba. Yo empecé a dar algunas charlas en Ibiza, cuando venía de vacaciones, sobre la conveniencia de crear el régimen de Cabildos en Baleares, como los de Canarias. Era la única oportunidad que teníamos. Los mallorquines, claro, se oponían, pero un Consejo sindical redactó una nota a favor, que puede decirse que resultó ser revolucionaria. Fue el primer antecedente para la autonomía balear».

Fernando Poo

«Redacté el primer estatuto basándome en el estatuto republicano de Cataluña»

«Salió a concurso una plaza de secretario en lo que se llamaba Consejo de Vecinos de Fernando Poo, una herencia de la administración colonial. Todo dependía del gobernador, que era el último virrey que le quedaba a España, que además se hacía tirar los dieciocho cañonazos cada vez que salía o entraba, un Almirante llamado Faustino Ruiz. Me presenté a la plaza de secretario de este Consejo y me dieron la plaza. Me apoyó, sin yo enterarme, el Almirante Barros, que tenía una casa en Es Canar. En definitiva, que estuve en Guinea cuatro años y pico, entre 1959 y 1964, y allí me hubiera quedado para siempre, porque aquel era un destino paradisíaco, donde además había mucho dinero, cuando en España no lo había. En Lanzarote había nacido mi hija Mana y aquí, en Fernando Poo, nació mi hijo Mariano.

Me tocó redactar el primer estatuto que se propuso, basándome en el estatuto republicano de Cataluña y en el de las islas holandesas del Caribe. Había una premura, dictada por el ministro Castiella, para entregar cuanto antes la colonia, porque les habían prometido que, a cambio, recuperaríamos Gibraltar. Así que corrimos y se tomaron medidas tan desacertadas que, cuando llegó la democracia a nuestro país, se prohibió hablar de todo aquello, se declaró «materia reservada».

Pues bien, se hizo todo bastante mal por culpa de un ingenuo. Aquellas gestiones se llevaban tan mal que ni el gobernador estaba informado de ellas. Redacté el primer proyecto de autonomía. Se daba la paradoja de que el proyecto era democrático, pero en un lugar donde había una dictadura. Tampoco podía ir bien por eso. Lo cierto es que aquella era una colonia ejemplar, no había analfabetismo, cuando en España sí lo había. Estaba lleno de maestros. Había más camas de hospital que aquí. Ni siquiera los nativos estaba de acuerdo con la independencia de la colonia.

Ahora, mi hijo Mariano, que nació en Fernando Poo, es guineano, pero al mismo tiempo no lo es, porque han decidido allí que los blancos no pueden serlo».

Cazando elefantes

«Se permitía la caza cuando algunas manadas amenzaban con destruir los cultivos»

«Más de una vez fui a Río Muni, la otra parte de la colonia guineana, más numerosa y pobre, para cazar elefantes. Río Muni tiene una selva tupida y el elefante es allí un animal al que tienes que seguir, no como el de la sabana. No puedes ir con un mauser, pues aunque le dispares y lo mates, sigue corriendo hacia ti durante diez minutos al menos. Así que tienes que disparar con un magnum, un fusil de dos cañones que tiene un impacto tan brutal que te deja una marca en el hombro durante días. El impacto sienta al animal aunque no lo mate, ya no puede venir a por ti. La administración colonial autorizaba la caza del elefante sólo cuando había entrado una manada en un sitio cercano a un poblado con fincas de cultivo. Entonces se permitía la caza para que no destruyeran los cultivos. El animal tenía una particularidad: matabas a uno y los otros no volvían en al menos cinco años.

Se organizaba un safari. Contratabas a un guía, un hombre con experiencia en elefantes, que cuando encontraba una mierda de elefante ponía sus pies desnudos en ella para saber a qué distancia se encontraba el animal y estas cosas. Llevabas una lechera vacía donde metías las balas. Ibas a un poblado, aquel en cuyo ámbito ibas a cazar, y el jefe de la tribu te daba diez o doce hombres para que te acompañaran. Pero sólo cobraba el guía. Este te acercaba a la manada y te señalaba con la mano dónde estaba. Al elefante entonces lo oías, pero no lo veías. Mirabas a tu lado y el guía había desaparecido, como también los hombres de la tribu que te acompañaban. ¡Puñetas, ahora estabas solo! Y de pronto veías una orejaza a dos metros de ti. Y no te quedaba otra que disparar. El animal se quedaba sentado, pero la manada empezaba a correr en todas direcciones y ¡reza para que no te aplaste! Entonces oyes como una traca, son todos los árboles que la manada va rompiendo a su paso. Y luego hay un silencio sobrecogedor.

Cuando llegas al poblado, la tribu te recibe de tal manera que ríete tú del recibimiento a Eisenhower».

De vuelta a ibiza

«Guinea se nos iba de las manos y decidí regresar a Ibiza»

«Yo me habría quedado toda la vida en Fernando Poo, porque el trabajo me entusiasmaba y aquello era un paraíso. Pero surgió la oportunidad de pedir la plaza de Secretario del Ayuntamiento de Ibiza, que había quedado vacante, y como era evidente que Guinea se nos iba de la manos, pensé que lo mejor era regresar. A finales de 1963 ya estaba aquí trabajando.

Estuve once años de secretario del Ayuntamiento, cuando los secretarios en realidad mandaban. En Ibiza nacieron mis dos hijos pequeños, y vivíamos en Dalt Vila, en una casa que era de mi cuñado, Casa Montero, hoy más conocida por Can Botino».