La Olimpiada pagesa de la Mola es un acontecimiento social, cultural y de entretenimiento que ha logrado, después de ocho años, convertirse en la cita lúdica obligada de la primavera de Formentera. Más de 1.200 personas pasaron durante el día de ayer por el recinto escolar del Pilar de la Mola para participar y disfrutar de las distintas actividades organizadas por la comisión de fiestas de esta localidad. Desde las 10 horas hasta que se puso el sol, la afluencia de público fue constante en este recinto público, convertido en espacio gastronómico, de diversión, juegos y expresiones populares de las tradiciones y costumbres de la isla.

Los actos de la mañana contaron con la participación de numerosos ciudadanos de Formentera y de Eivissa, como el grupo de ball pagés Brisa de Portmany y de las collas locales. También hubo artesanos de la isla vecina que llenaron el bosque del Pilar con una auténtica muestra de la memoria cultural pitiusa. Entre los actos destacó la tirada amb bassetja y muestras de filada de lana, confección de espardenyes, de instrumentos musicales y de productos del campo autóctonos.

Primero, los niños y niñas fueron las estrellas de la fiesta, disfrutando de los juegos tradicionales que sus padres y abuelos se encargaron de organizar, todo un ejemplo. Al mismo tiempo, los invitados de Eivissa expusieron sus habilidades a la hora de hilar lana o tejer cestos, junto con los formenterenses que aún cultivan este tipo de expresiones tan poco valoradas.

La gastronomía fue otra de las manifestaciones importantes; concurso de quesos de Formentera, cada vez mejores y con más aromas; 16 vinos de las mejores cosechas de la isla y una estupenda paella elaborada por reconocidos cocineros locales.

A primera hora de la tarde se encendió el pebetero de la Olimpiada y partir de ese momento comenzaron los juegos populares con la participación espontánea del público asistente. El encanto de esta fiesta, que no responde a ningún calendario festivo, es la capacidad de los vecinos de la Mola a la hora de proyectar su hospitalidad. Precios más que populares y, sobre todo, buen ambiente.

Uno de los secretos de esta fiesta es que mantiene el mismo espíritu que hace ocho años, cuando un grupo de jóvenes moleros, ´virots´, decidió invitar a sus vecinos, con la única intención de divertirse. El resultado sigue funcionando y no ha perdido una pizca de la intensidad que lo alumbró en origen, el público, los vecinos lo saben y se lo siguen pasando bien.

Otro detalle importante es que esta fiesta popular es de las pocas en las que los políticos no son protagonistas y pasan desapercibidos. En este caso los vecinos de la Mola han logrado superar las servidumbres que una organización de este tipo implica con las autoridades de turno.

Al final de la tarde la fiesta fue a más y mejor, juegos divertidos y sobre todo participación ciudadana. Un ejemplo que se ha exportado a otros municipios como auténtica manifestación de cultura popular.