Lectora empedernida, a Margarita Noguera le gustan mucho los libros de Josefina Aldecoa, y muy especialmente, como no podía ser de otro modo, el titulado `Historia de una maestra´. Y es que su vida ha sido también la historia de una maestra, desde que en 1950, con 23 años, iniciara su carrera docente, siempre en escuelas rurales, a menudo en condiciones verdaderamente poco aptas para el magisterio. «Los maestros de ahora no pueden ni siquiera hacerse una idea de lo que era aquello», afirma sonriendo, mientras se ocupa con autoridad de que las lagartijas no traspasen el umbral de la casa.

Conserva un recuerdo cariñoso e inmensa gratitud por Margarita Ankermann, que fue su maestra en Santa Eulària en los años treinta. A ella le debe su temprana vocación de enseñar. «En realidad -recuerda- fue ella la que empezó diciéndome que yo también sería maestra, y ya nunca cambié de idea».

Después del colegio en su pueblo natal, vino el instituto y, algunos años más tarde, por fin la Escuela de Magisterio de Palma de Mallorca. En esta ciudad residió como interna en las Trinitarias. Una de aquellas monjas acompañaba cada día a las estudiantes hasta la escuela -«para que no fuéramos solas por la calle»- y las esperaba después para regresar al internado.

Sus primeros pasos como maestra los dio en Sant Llorenç: una sustitución prevista para un par de meses que se alargó hasta casi todo un curso escolar. De esta primera experiencia recuerda sobre todo que había una buena escuela, con dos aulas muy amplias y vivienda para la maestra, «seguramente del tiempo de la República».

Un año después, en 1951, se trasladó a Sant Carles, en donde estuvo tres años. Había un aula para los niños, pero para las niñas hubo que improvisar otro lugar. «Fue una época muy feliz -comenta-, yo era muy joven y tenía muchas ganas de trabajar». Allí llegó a tener hasta 80 alumnas en la misma clase. «A diferencia de otros pueblos de la isla, en Sant Carles todos los niños iban al colegio», recuerda con admiración.

En 1954 fue destinada a Sant Joan, donde la escuela consistía «en un local alquilado que compartíamos con un gallinero».

De Sant Joan pasó a Sant Antoni en 1956, año en que aprobó las oposiciones. Se casó en 1957 y pasó el curso del 58 en un pueblo de Tarragona, Vilalba dels Arcs, de donde sólo guarda muy buenos recuerdos: «Con la gente que conocí entonces, después de 50 años, todavía seguimos llamándonos».

Pero toda esta trayectoria, digamos de preparación, parecía estar destinada a un solo objetivo: ser la maestra de Sant Agustí. Desde 1959 y hasta 1991, fecha en que se jubiló, Margarita Noguera ha sido maestra en este pueblo, con todo lo que esta profesión vocacional y sacrificada conllevaba: la tarea de compartir con las familias la formación de sus hijos. Cuando llegó, se encontró con una casa vieja, llena de goteras, que debía servir como escuela y como vivienda al mismo tiempo, y por la que corrían tranquilamente las ratas.

Se trata de la misma casa, muy mejorada por supuesto, pero también sencilla, en la que continúa viviendo, aunque dejó de ser escuela en 1966, cuando se inauguraron las llamadas Escuelas nacionales -la primera vez, en 16 años de ejercicio, que por fin tuvo «una clase en condiciones»-, y que fueron a su vez sustituidas, ya en 1989, por el colegio Es Vedrà, del que Margarita Noguera fue su primera directora. Mañana, en el auditorio del Club Diario de Ibiza, recibirá el reconocimiento a su trayectoria al recoger el Premi Illes Pitiüses, que este año recibirán también Cáritas Ibiza y el grupo Uc. La entrada al acto, que comenzará a las ocho de la tarde es gratuita. La ceremonia contará con la actuación de Rafa Peletey (ver página 11).