Hizo del humor una filosofía pero sobre todo su principal modo de vivir. Tal vez también un medio de autodefensa en aquella España seria y oscura -«siniestra», decía él- de los años cincuenta. Se convirtió, un poco casualmente, en un guionista de éxito, después de haber probado la novela y hasta la poesía. Es difícil imaginar qué hubiera sido del cine español sin sus guiones. Un desierto mucho mayor.

Yo creía que Rafael Azcona debía de ser, como tantos otros humoristas -pienso en Miguel Mihura, por ejemplo-, una persona seria, tal vez incluso algo antipática. Se decía de él que no concedía entrevistas, que no acudía a recibir los premios que le daban, que no aceptaba invitaciones para dar charlas o conferencias.

Hace dos años, sin embargo, nos dio una sorpresa a todos, reeditando -y reescribiendo- su novela `Los europeos´, publicada por primera vez en 1960, cuya acción trascurre en San Antonio a finales de los años cincuenta. Le llamé para invitarle a presentar su novela en el Club Diario de Ibiza, convencido de que me diría que no. Y así fue: me dijo que no. Sin embargo, pocos días después, cuando yo me había olvidado ya de este asunto, me llamó para decirme que se lo estaba pensando. Que la semana siguiente me diría algo.

La verdad es que no le apetecía regresar a Ibiza. Supuse que deseaba que sus recuerdos juveniles permanecieran intactos, tal como fueron entonces, sin otras nuevas «impresiones». Otra cosa que no le gustaba: encontrarse con viejos amigos. Era, decía, como mirarse en el espejo, y lo que allí veía no solía ser de su agrado. Hay que decir también que aún había otra cosa que le gustaba mucho menos: la nostalgia. Quería volver y no quería volver.

El regreso

El caso es que volvió. Después de pensárselo durante algunos días, regresó a Ibiza, sabiendo que, desde sus míticas vacaciones de finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, en compañía de sus amigos Fernando-Guillermo de Castro, Ignacio y Josefina Aldecoa, todo había cambiado mucho. Pero sabiendo también que había asistido, con entusiasmo, como un privilegio concedido a su juventud, a los inicios de lo que ahora, para bien o para mal, se ha convertido Ibiza. He escrito una breve anotación sobre esta reciente y ya última visita de Rafael Azcona en mi libro `Diario de un acercamiento´.

Volví a releer `Los europeos´, ahora en la nueva versión recién editada por Tusquets. No es una gran novela, todo hay que decirlo, pero hay una frescura en ella, una maestría en los diálogos, una espontaneidad en las situaciones que la hacen deliciosa y entrañable. A diferencia de otros viajeros escritores, que describieron los paisajes idílicos de la isla, Azcona no se fija nunca en ellos y convierte en protagonistas de su historia a dos individuos un poco patéticos, con hambre de sexo y sedientos de alcohol, que miran a «los europeos» con envidia.

El resultado es un retrato bastante aproximado de la juventud española de los años cincuenta. Su intuición sociológica, basada en una lucidez extraordinaria para percibir y comprender la realidad, está presente en esta novela de la misma manera que lo está en sus mejores guiones cinematográficos.

Quienes asistieron a la presentación de `Los europeos´ aquel martes 13 de junio de 2006 recordarán a aquel hombre jovial, satisfecho de parecer un hombre normal y corriente, que, en cuanto le dimos la palabra, no paró de hablar y de hablar, contando anécdotas divertidas, como si salieran de una fuente inagotable. Pronto nos dimos cuenta de que Azcona hacía del recuerdo no tanto una panorámica para la complaciente nostalgia como un episodio continuo de sucesos casi increíbles. Y es que también de la nostalgia, como de la realidad social de los años cincuenta, se estaba defendiendo con el humor.