Sant Jordi | Joan Lluís Ferrer

La casa rural de Ca na Palleva y otras tres viviendas de la misma finca, que desde el mes de febrero representaban el emblema de la lucha `antiautopistas´ de Sant Jordi, quedaron ayer reducidas a escombros después de que las excavadoras irrumpieran en dichas propiedades de madrugada, fuertemente protegidas por decenas de agentes antidisturbios y sin hallar apenas resistencia de los activistas `antiautopista´.

Poco después de las seis de la mañana, en plena noche y bajo una persistente llovizna acompañada de gran aparato eléctrico, una máquina excavadora penetró en las fincas de Ca na Palleva por su parte sur, escoltada por un fuerte dispositivo de la Guardia Civil, compuesto por las dotaciones de una quincena de vehículos todoterreno. Pese a la aparatosidad del despliegue policial, sólo diez `antiautopistas´ se encontraban en el lugar en ese momento, aunque posteriormente dicho número se elevó hasta una treintena.

En plena oscuridad, los agentes, provistos de cizallas, forzaron las cerraduras y puertas de las cuatro casas, que se encontraban deshabitadas desde hacía unos pocos días. La primera de las construcciones sucumbió a la acción de la excavadora en apenas unos minutos. Ayudada por focos para poder alumbrar la zona de trabajo, se dirigió luego hacia la segunda y en breve espacio de tiempo quedó igualmente reducida a escombros.

Operarios de MAB seguían a la máquina colocando vallas metálicas para acotar el área expropiada, al tiempo que, despuntando ya el alba, la excavadora se encaminaba hacia la casa payesa de Ca na Palleva -que agrupa dos viviendas-, de más de 150 años de antigüedad. Desde hacía pocos minutos, funcionarios del Consell se encontraban en el interior de esta casa rural filmándola y documentándola para el Arxiu d´Imatge i So y conservar así su memoria.

La fachada de la casa exhibía la pintada: `PP-Ibiza=Marbella», a modo de postrero acto de queja contra su derribo. Los `antiautopistas´, que se guarecían de la lluvia bajo paraguas y en los soportales de la acera de enfrente, asistían impotentes a la acción de la máquina. En medio de un clima de gran dramatismo, algunos propietarios, con lágrimas en los ojos, se abrazaban entre sí mientras contemplaban el desenlace de los hechos, que no por esperados causaron menos malestar entre los antiautopistas.

Varios trabajadores subidos a las vallas publicitarias de conocidas discotecas desatornillaban cuidadosamente estos soportes. Los trabajos de derribo culminaron a las ocho y media de la mañana.