Opinión | Para empezar
Mi barrio sí está (razonablemente) limpio
En mi barrio las papeleras se vacían a diario. La máquina limpiadora es como un despertador que cada mañana toca a diana sin falta y al barrendero te lo puedes encontrar a cualquier hora. Vale que la zona de los contenedores es un urinario popular de penetrante hedor, pero periódicamente la rocían con un líquido desinfectante que debe ser muy bueno porque te colapsa los pulmones de solo acercarte. Y los camiones de la basura pasan varias veces al día. Este verano, incluso, me los he encontrado a menudo haciendo la ronda poco después de las cuatro de la tarde, mientras que los turistas disfrutaban del café en las terrazas, como denunciaba en las redes, con foto, el director insular de Transportes, Roberto Algaba, durante la anterior legislatura. Y está bien que lo hagan, porque los horarios para depositar los residuos no parecen regir para algunos de los bares de aquí, pese a su ampliación. Recién vaciado y, a la que te descuidas, ya han vuelto a atestar el contenedor hasta los topes. En cuanto a las cucarachas (y demás fauna subterránea), haberlas, haylas, pero sin punto de comparación con la avenida de Isidor Macabich, donde a según qué horas, en los meses de calor tienes que andar con la vista fija al suelo para evitar pisar una por accidente. Proliferan más que las heces de perro sin recoger.
En suma, aunque todavía esté a leguas de ameritar una «escoba de oro» para Triguero, sí he de reconocer que mi barrio está razonablemente limpio. ¿Pueden el resto de mis conciudadanos de Vila decir lo mismo? ¿O esos recursos que se prodigan en escaparates turísticos como Vara de Rey y la plaza del Parque se cicatean en otras zonas de la ciudad menos «importantes», como denuncian algunos compañeros que viven fuera de los focos? Estoy convencida de que la principal lacra que tenemos que afrontar, aquí y en Oviedo, es el incivismo, por supuesto, pero defender que el servicio municipal de limpieza no distingue entre zonas y que para él «no hay barrios ni de primera categoría ni de segunda en Ibiza», como ha hecho Jordi Grivé, es un soberano insulto a la inteligencia, y la paciencia, de los vecinos que sufren su dejadez. Lo único que nos iguala a todos es la tasa de basura. A los que no ven un barrendero ni en pintura por su calle, también se la han subido.
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