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Opinión

Hoteleros e ilegalidad

Ayer, Diario de Ibiza se hacía eco de las insólitas protestas del sector hotelero por la presión política que, a su juicio, aplica el Consell Insular de Formentera sobre la industria del ocio. Según el presidente de la Asociación Hotelera de Formentera, Juanma Costa, los controles efectuados por la administración isleña pueden perjudicar la llegada de futuros visitantes. “Este verano ha habido muchas restricciones, mucha vigilancia y muy intensiva a establecimientos de la oferta complementaria y al sector hotelero le preocupa que este hecho pueda causar problemas de cara a la próxima temporada”, ha manifestado Costa.

En este sentido, la intervención más importante de la temporada tuvo lugar a primeros de agosto y afectó a un restaurante del Parque Natural de ses Salines, que, en palabras del Consell, funcionaba como discoteca sin tener licencia para ello. El establecimiento fue clausurado hasta que corrigiera una serie de graves deficiencias detectadas en materia de seguridad, como, por ejemplo, mantener bloqueadas las salidas de emergencia. Además, la instalación musical fue precintada y los inspectores constatar que en el local se superaba el aforo máximo de 50 personas y que además se cobraba entrada a los asistentes.

¿Le suena de algo al lector? ¿Conoce de algún otro establecimiento pitiuso que con una licencia de restaurante u hotel ejerza como discoteca, se salte a la torera sus aforos y no suceda absolutamente nada? En Ibiza son unos cuantos, están repartidos por varios municipios y todos sabemos cómo se llaman. Lo primero que demuestra dicha actuación es que, en Formentera –pese al desastroso inicio de legislatura por el follón iniciado por el anterior presidente, Llorenç Córdoba–, se funciona de otra manera.

Pero volvamos a las palabras de Juanma Costa. ¿Qué pretende el portavoz de los hoteleros de Formentera? Según se deduce de sus razonamientos, no quiere que el Consell actúe contra las ilegalidades que cometen este tipo de establecimientos porque es malo para el negocio. De manera indirecta, reclama que la institución afloje la mano e incluso que renuncie a su obligación de controlar a los negocios para que actúan en el marco de las ordenanzas y de la actividad establecida por sus licencias.

Conviene recordar que el Consell de Formentera está gobernado por la coalición de derechas Sa Unió, formada por el Partido Popular y Compromís amb Formentera, y que el propio Costa pertenece al PP, formación con la que ejerció como alcalde a partir del año 2003. Eso sí, sólo lo fue durante dos años, al caer en una moción de censura en la que el único concejal del Partido Reformista de Eivissa y Formentera (PREF), Cándido Valladolid, cambió de bando. Las quejas de Costa, por tanto, van encaminadas hacia sus propios compañeros de partido, a los que, de manera vergonzosa, recrimina que hagan controles en establecimientos que incumplen descaradamente la legislación, además de poner en peligro la seguridad de sus clientes. ¿Qué clase de hoteleros tenemos en estas islas, que anteponen el beneficio al interés general y el bienestar de las personas? Hoy hablamos de los de Formentera, pero algunos ibicencos suelen explayarse en los mismos términos, y el día que no desprecian el turismo familiar se dedican a quitarle hierro a las graves consecuencias que ha tenido para la economía pitiusa la apuesta por el lujo.

La semana pasada también conocimos que el Ayuntamiento de Eivissa aboga por prohibir los ‘party boats’ en su territorio. El argumento empleado por el alcalde, Rafael Triguero, es que quienes realizan estas actividades “son embarcaciones autorizadas para hacer excursiones. Sí que hacen excursiones, pero no son marítimas: son fiestas en el interior de los barcos. Esto genera una enorme presión tanto en nuestro litoral como en nuestra ciudad”, dijo hace unos días.

Este mismo argumento podría aplicarse a los restaurantes de playa o a los hoteles que también hacen fiestas, tal y como ocurre en Formentera, con la diferencia de que en Ibiza es un problema ya enquistado por tantos años de desidia. No ha importado la alternancia en las instituciones locales. En su momento no se actuó y hoy, gracias al limbo creado por la ley turística vigente, que permite actividades complementarias en los establecimientos, aunque sin especificar cuáles ni citar expresamente la música o el baile, vivimos en el caos.

Y como resultado a todo esto nos encontramos con una industria del ocio sobredimensionada, que contribuye a la saturación y la desorganización en la isla. Sólo hay una forma de poner remedio a este despropósito y es actuar como ha hecho Formentera: que los establecimientos actúen exclusivamente en el marco de las licencias que los amparan y que el Consell Insular d’Eivissa, de una vez por todas, regule las citadas actividades complementarias, para que éstas dejen de ser un cajón de sastre donde cabe cualquier cosa, sin límites, orden y coherencia. Sin esta medida, cualquier debate sobre turismo sostenible constituye una tomadura de pelo.

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