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Opinión

Ya no quieren ser princesas

Este verano muchos ayuntamientos se han dado cuenta de que las niñas ya no quieren ser reinas de las fiestas, ni damas, ni nada que se le parezca. Quieren vivir las fiestas, no presidirlas. Los ayuntamientos las acusan de egoísmo, y de no valorar el honor de representar a su pueblo. A lo mejor no quieren ver cuánto ha cambiado el cuento. Y eso que lo hace poco a poco, a velocidad de tortuga. Por ejemplo, en nuestro país, apenas un 24% de mujeres se dedican al área de las STEM (acrónimo en inglés de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) y muy pocas alumnas elegirían estudiar un grado de estas materias. La causa puede ser la falta de referentes, de ejemplos que seguir. Muy pocas mujeres de ciencias aparecen en los informativos o protagonizan películas de científicas locas que descubran la cura de lo que sea. Ellos son siempre los aventureros, los encerrados en el laboratorio, los que juegan a cambiar el mundo con una fórmula mágica. También influye que tenemos grabado a fuego el estereotipo de que no se nos dan bien las carreras ni las asignaturas de ciencias. Como mucho, se ve adecuado que las estudiemos para dedicarnos a la docencia, eso sí nos pega. El cuidado, el amor, la paciencia.

Quizá por eso somos enfermeras y médicas, pero no ingenieras de minas o de diseño industrial. Lo hablaba con Inma Torres Castro, la madre de un alumno. Si el mundo del futuro va a estar regido por la tecnología, no quiero imaginarme qué pasará si en ese círculo de poder no hay lugar para las mujeres. Por eso Inma, que además de madre, es catedrática del área de Estadística e Investigación Operativa de la Universidad de Extremadura, se ha ofrecido a venir a mi centro y compartir su experiencia con los alumnos. Hacen falta personas así, de carne y hueso, madres y científicas, ingenieras, esposas o parejas o solteras, gente corriente que ha estudiado y ejerce su profesión en un mundo de hombres, trabajando con ellos, a su mismo nivel. Ahora que las niñas ya no quieren ser reinas de la belleza, convendría que las animáramos a estudiar lo que ellas quieran, sin pararse a pensar si serán muchas o pocas en las aulas. De la banda de la más guapa al título de ingeniera parece que hay mucho camino que recorrer, pero no es tanto. Ya se han dado algunos pasos y ya sabemos la dirección. Ahora solo hay que apoyar, animar y aconsejar a las mujeres del futuro no para que elijan una carrera de ciencias, sino para que se atrevan a elegir, ese vértigo que solo se vence lanzándose al abismo.

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