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Opinión

Del octubre que recordamos y se va

Para nosotros, niños en los días que aquí recuerdo, octubre era la escuela y sus monjiles letanías, la bata nueva y el olor a pupitre, a gomas de borrar Milán

Octubre se hallaba en la antigüedad bajo la protección de Plutón y Marte. Y si Marte era la vitalidad, Plutón era el dios del Hades. La unión de Plutón y Marte nos hablaba de muerte y resurrección, lo que traducido significaba que después del temporal llegaba la calma. En el campo era tiempo de pasar la reja y sembrar, cosa que hacía el payés mientras cantaba una tonada que resumía los aperos que en su faena utilizaba: “per llaurar és menester / reia, dental i cameta, / joc d’oreies, destraleta, / daiol, reteler i telera, / mantí, espigó i eixinguer, / llonges dels muls, corretgins, / morrals, unyeres, coixí, / un rastrell amb corretjades / i juntures per junyir”. Para los pescadores, octubre era un mal mes por los vientos y las turbonadas: “Quan bufa el mitjorn, la fi del món i quan bufa el xaloc, de casa no em moc”. También era tiempo de sacar las nasas: “Quan l’octubre és arribat / treu les nanses de la mar”.

En la ciudad, para nosotros, niños en los días que aquí recuerdo, octubre era la escuela y sus monjiles letanías, la bata nueva y el olor a pupitre, a gomas de borrar Milán y a lapiceros Alpino. Con octubre llegaban las borrascas y rescatábamos los jerseys de lana cruda que conservaban el tufo a naftalina y alcanfor de los armarios. El viento arrastraba la hojarasca seca y quebradiza y se cerraban las ventanas porque refrescaba. Las golondrinas, que una mañana habían desaparecido como por ensalmo, dejaban deshabitadas las calles y el sol tibio engañaba a los viejos que –uno ayer, otro mañana- la Parca se llevaba en un visto y visto al cementerio. Las playas ya estaban vacías y la gran fiesta del mes que dejábamos atrás había sido el doce de octubre, fiesta de la Raza, de la Hispanidad y de la Virgen del Pilar que, como la canción decía, “no quería ser francesa”. ¡Qué cosas! Después, con la llegada de los estorninos, los malditos tordos que arrasaban los olivos y nos compensaban con circenses paradas sobre la Marina, se iba octubre y llegaba noviembre.

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