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Opinión | Tribuna

Por encima del bien y del mal

Resulta paradójico que los representantes de las discotecas de Ibiza siempre aludan a su carácter colaboracionista con las administraciones y manifiesten tenderles la mano para remar todos en la misma dirección y, sin embargo, cuando tienen la oportunidad de colaborar y contribuir al bien común, decidan hacer justamente lo contrario, poniendo por delante sus intereses económicos en exclusiva, a pesar de las dramáticas consecuencias que potencialmente podrían tener sus acciones.

Este fin de semana de closings y gota fría, con media isla anegada por la lluvia, tramos de carreteras paralizados, los servicios de emergencias colapsados, el transporte público suspendido, docenas de garajes inundados, coches arrastrados por los torrentes y el aeropuerto medio paralizado, las discotecas decidieron mantener sus fiestas sin la menor alteración. La industria del ocio, que se beneficia de permisos especiales concedidos por los ayuntamientos para alargar sus fiestas de apertura y cierre, provocó con su desprecio a las instituciones que docenas de miles de personas se pusieran a circular por la isla, de un club a otro. Con el agravante de que la inmensa mayoría de ellas no tenían el menor conocimiento de Ibiza y de los peligros generados por una situación de emergencia como ésta. Y buena parte, con toda probabilidad, habiendo consumido todo tipo de sustancias estupefacientes.

De nada sirvió que estuviésemos en situación de alerta naranja, que incluso los exteriores de algunos establecimientos se anegaran en cuanto comenzó a llover con fuerza –tal y como estaba previsto– o que se lanzara una alerta de protección civil a toda la población para que se evitaran los desplazamientos y las actividades al exterior. Tampoco hizo efecto el llamamiento del director general de Emergencias e Interior, Pablo Gárriz, y de los alcaldes de Sant Josep, Vicent Roig, y Sant Antoni, Marcos Serra, pidiendo la suspensión de las fiestas. Incluso les informaron de la situación de alerta por escrito y Gárriz llegó a advertir públicamente que la responsabilidad final de la seguridad de los clientes de las discotecas recaía sobre los organizadores. La fiesta en Ibiza no se para truene, diluvie o granice. Esta industria del ocio está por encima del bien y del mal.

Otra vez quiso la fortuna que no se produjera ningún incidente serio. El resultado habría sido catastrófico tanto para quienes lo padecieran como para los propios establecimientos, que ignoraron los avisos y, muy especialmente, para los servicios de emergencias, que ya no daban abasto con todo lo que tenían encima. El egoísmo, la avaricia y la nula empatía de los responsables de las salas de fiestas resulta tan insólito como vergonzoso.

En las redes sociales hemos asistido a un recital de imágenes del interior de las discotecas, algunas totalmente pasadas por agua. Nada se detuvo ni en los peores momentos de la dana ‘Alice’, lo que constituye una demostración incontestable de la nula colaboración por parte de salas de fiestas y beach clubs, además de un precedente que debe de ser tenido en cuenta a partir de ahora, cuando las administraciones locales se sientan a negociar cualquier aspecto relacionado con el sector. Alguien que actúa con semejante irresponsabilidad tampoco merece tener voz en las mesas sectoriales relacionadas con asuntos como la promoción turística, la lucha contra el intrusismo o cualquier otra cuestión, a las que sistemáticamente los representantes de las discotecas son invitados a participar.

Entre dichas imágenes se han viralizado varias en las que puede verse la pista de una discoteca de Sant Rafel a reventar de gente, con una pantalla junto al dj que proyectaba un rótulo que decía «Ibiza, no pierdas tu alma». Que precisamente este colectivo, que se ríe en la cara de las instituciones cada vez que surge una oportunidad, se ponga a hablar «del alma» de Ibiza ya es como para que se nos caigan los palos del sombrajo. Si nos tenemos que poner a etiquetar a los sectores de la economía turística que más han contribuido a que la isla pierda «su alma», todos sabemos quién encabezaría la lista.

A mí me sorprende sobremanera que el Govern balear, al mando de la situación, no pueda actuar de oficio y prohibir las aglomeraciones de miles de personas en mitad de una tormenta. Si es cierto que no dispone de las herramientas normativas para hacerlo, habrá que modificar las leyes. En el futuro habrá más danas y las discotecas, como hemos podido comprobar, seguirán ignorando las advertencias y anteponiendo sus intereses económicos por delante del bien común.

También cabe esperar que los ayuntamientos afectados tomen buena nota y el año que viene, cuando estos mismos establecimientos acudan a pedir los permisos especiales para sus fiestas de apertura y cierre, no se los concedan. Es la reacción mínima que cabe esperar ante esta lamentable tomadura de pelo y frente al daño reputacional para la isla que ha generado su actitud.

@xescuprats

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