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Opinión | Para empezar

La edad está en la mirada

No está en las intrincadas arrugas. No está en las manos huesudas, ni en el pelo níveo, ni en el caminar vacilante. No busquen ahí, porque ahí no está la edad. Todos esos signos de envejecimiento son ajenos a nuestra voluntad, nada se puede hacer contra ellos por mucho que las empresas de cremas se forren vendiendo la única promesa irrealizable en este mundo tan loco donde hay veces que todo parece posible. Nadie ha encontrado todavía la fórmula para doblarle el brazo a la parca.

Está en la mirada. Ahí se revela la edad real de una persona. Hay veinteañeros a los que ya se les ha apagado para siempre, si es que alguna vez llegaron a albergar luz esos ojos mohínos. Y hay ochentañeros, como Ana, que la conservan ardiente y sedienta. Viva. Solo han pasado tres días desde que se llevó el mayor susto de su larga vida y ella misma se sorprende de que no la ha provocado ninguna secuela, más allá de un cardenal en la pierna izquierda que no sabe cómo se hizo. En medio de la angustiosa inundación que se iba tragando su casa, y casi su aliento, como para fijarse en los muebles a la deriva que lo iban golpeando todo, incluido su cuerpo.

Solo han pasado tres días desde la inundación, decía, y ya está pensando en empezar una nueva vida en Valencia, cerca de su hija Eva. Adoraba su casita en Ibiza, y por eso ni siquiera puede volver a entrar en ella sin echarse a llorar, pero en lugar de lamentarse por lo perdido se ilusiona por un nuevo comienzo a sus 86 años. Y al decirlo se le vuelven a encender los ojos. Porque es ahí donde está todo. En la mirada.

"Me gustaría que se publicara una nota mía diciéndoles que les estoy muy agradecida y que afortunadamente tengo toda la ayuda que necesito (y más), que todos se están portando maravillosamente". Dicho queda, Ana. Que sigas escribiendo esas reflexiones tan maravillosas en tu blog, que no dejes de ilusionarte con todo lo nuevo que aún tiene que ofrecerte la vida, que continúes iluminando a los demás con tu sabiduría. Que nunca se apague el fuego de tu mirada.

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