Opinión | Editorial

El peligro del alcohol en la náutica de recreo

El consumo de alcohol por parte de patrones de barcos recreativos no está castigado, salvo en caso de accidente

El consumo de alcohol por parte de patrones de embarcaciones de recreo no está penalizado por la normativa, al contrario de lo que ocurre en el caso de conductores de vehículos rodados. Así, mientras que existen unos niveles máximos permitidos de alcohol en sangre para estos últimos, para los primeros no está contemplado, y solamente pueden ser sancionados si tienen un accidente estando bajo los efectos del alcohol. Esta diferencia en el tratamiento resulta sorprendente, porque el patrón de una embarcación con los reflejos mermados por la ingesta de bebidas alcohólicas (o de drogas) es un auténtico peligro, tanto para las personas que lleva a bordo como para las que están en otras embarcaciones o en el mar. Salvamento Marítimo intervino el año pasado en un total de 118 incidentes en las costas de Ibiza y Formentera, la mayoría ocasionados en la náutica privada y por chárteres. Sin embargo, la estadística no revela en cuántos de estos sucesos el patrón había tomado alcohol.

En un lugar con una concentración tan acusada de barcos de recreo en verano como las Pitiusas, en cuyas costas se producen innumerables situaciones de riesgo en la navegación, hay muchos patrones con poca práctica que manejan un barco de forma ocasional durante sus vacaciones y son frecuentes los accidentes de todo tipo. Sería necesario revisar la actual normativa para adaptarla a la del tráfico rodado y equiparar las exigencias, tal y como ya ocurre en la náutica profesional, donde sí está sancionado el consumo de determinados niveles de alcohol. Se trata de lograr que quien tripula una embarcación de recreo lo haga en perfectas condiciones.

Esta misma semana, la Dirección General de la Marina Mercante y Salvamento Marítimo ha presentado una nueva campaña de seguridad en la náutica de recreo con el objetivo de concienciar a los patrones de la importancia de no bajar la guardia, puesto que se trata de una actividad relacionada con momentos de ocio y relax y es fácil subestimar el riesgo. La campaña incide en que es preciso tener muy presentes las medidas de seguridad, entre otras, no tomar alcohol cuando se está al frente de una embarcación. Sin embargo, si esto no va acompañado de una normativa con sanciones disuasorias -como las de Tráfico-, lamentablemente una campaña de sensibilización resulta poco efectiva en la práctica.

Y puestos a hablar de seguridad en la navegación y el litoral, sería preciso revisar la posibilidad de alquilar embarcaciones con motores de poca potencia para las cuales no se necesita titulación alguna. Es un negocio que ha florecido en muchos puntos de Ibiza y que supone un riesgo añadido para la navegación, puesto que estas lanchas con tripulantes que lo ignoran casi todo de la navegación y de la costa por la que se mueven son a menudo un verdadero peligro para ellos mismos, para otras embarcaciones y para los bañistas.

La normativa siempre va por detrás de las necesidades que determina la realidad. El intenso tráfico marítimo de barcos de recreo que registran Ibiza y Formentera en verano, al igual que otras zonas del litoral mediterráneo, requiere un endurecimiento de la regulación, con el fin de evitar accidentes y mejorar la seguridad en el mar. Además, las características de la costa pitiusa, con numerosos bajos que salpican el litoral, hacen más peligrosa la navegación para quienes carecen de experiencia, pues hay más posibilidades de embarrancar y de que una roca que está a poca profundidad y no se aprecia en la superficie abra vías de agua en el casco, según advierte el propio capitán marítimo. Por tanto, la campaña de seguridad en el mar es una buena iniciativa, pero insuficiente: es preciso que la Administración central se plantee establecer unas tasas mínimas de alcohol en sangre para pilotar embarcaciones deportivas, y que revise la actual normativa con el fin de reducir en la medida de lo posible los accidentes. La lógica que debe imperar es la misma de Tráfico, la de que quien maneja el vehículo no tenga sus facultades mermadas por el consumo de alcohol o estupefacientes, y no hay nada más disuasorio que el riesgo a una severa sanción económica o a la retirada de la licencia. Pero para ello no basta sólo con modificar la ley, sino que hay que establecer unos controles efectivos para hacerla cumplir, que brillan por su ausencia en las costas pitiusas.

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