Opinión | una ibicenca fuera de ibiza

Estamos en casa

El hecho de que Madrid, capital del Orgullo, haya elegido para la edición 2025 «20 años de amor» en honor al aniversario de la aprobación del matrimonio igualitario en España podría hacer sospechar que todo el viaje LGTBIQ+ es un camino de baldosas arcoíris que caminamos a buen ritmo.

Porque “veinte años no es nada”, o todo. No solo por legalizar estas uniones, ¡sino porque fuimos pioneros! Los terceros en regularlo en el mundo, tan solo después de Holanda y Bélgica. Con la suma de Liechtenstein y Tailandia este último año, son ya 38 los países en que las uniones son iguales en derechos sin importar el sexo de los contrayentes. Lo dicho: un camino de baldosas arcoíris. Hasta que uno se detiene a ver el otro lado de la balanza: en 64 países las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo siguen siendo ilegales o están castigadas con penas de cárcel o incluso… muerte.

Porque este duro viaje LGTBIQ+ no es siempre un camino hacia delante, y hay que estar vigilantes para no desandar. En el panorama internacional tenemos, por ejemplo, a la Hungría de Viktor Orbán. El sueño húmedo de Santiago Abascal, Orbán apela a los húngaros a proteger su “identidad cristiana” de dos enemigos imaginarios: los musulmanes y la «ideología LGBT impuesta por Bruselas”. Ha legislado para que el Orgullo se celebre en un “lugar cerrado en lugar de desfilar por una avenida en el centro de Budapest”, porque “el derecho del niño al desarrollo físico, mental y moral prevalece sobre todas las demás consideraciones”. Un galimatías que sirve para un roto y un descosido, lo mismito que cuando aquí prohíben o legislan porque “libertad”, ¿quién no quiere libertad? ¿quién podría negarse a que el derecho de un niño prevalezca sobre todas las cosas?

Pero que esta libertad es un trampantojo lo vemos precisamente en Madrid, donde, a pesar de los “20 años de amor”, el lema elegido para la manifestación más grande de Europa es: “20 años avanzando en derechos: ni un paso atrás”. Porque los madrileños saben lo que es retroceder. Ha pasado de ser la primera comunidad autónoma en prohibir y sancionar las terapias de conversión en 2016 —con Cristina Cifuentes en el gobierno—, a la derogación parcial de la Ley Trans y la ley de protección integral contra la LGTBIfobia en 2023 —con Ayuso en el gobierno—. Eliminando, entre otras cosas, la prohibición de las terapias de conversión.

La Proposición No de Ley (PNL) presentada por Más Madrid en febrero, instando a que estas terapias fueran consideradas delito, caía bajo los votos de PP y Vox. Según Mónica Lavín, secretaria de Familia del PP madrileño, porque la proposición “no es más que una persecución a la Iglesia Católica”.

A pesar de que el Consejo de Ministros interpuso recurso de inconstitucionalidad contra estas derogaciones de la Comunidad de Madrid, el pasado mes de mayo el PP de Mazón se doblegaba a Vox, modificando la Ley Trans de la Comunitat Valenciana, entre otras cosas abriendo la puerta a las terapias de conversión. Antes de eso, el dúo PP–Vox valenciano había votado en contra de la propuesta de Compromís de abrir una comisión de investigación sobre los colegios diocesanos valencianos denunciados por presuntas terapias de conversión, por donde han pasado no menos de 350 personas, incluidos niños que se han tratado y medicado sin conocimiento de sus padres.

Calificadas por la ONU como “torturas, inhumanas, denigrantes y discriminatorias”, en España están prohibidas desde 2018, aunque no como delito sino como infracción administrativa tan inútil que, a pesar de contemplar multas de hasta 150.000 euros, de las siete diócesis españolas denunciadas se han impuesto cero sanciones.

Por fin, el pasado día 23 el pleno del Congreso de los Diputados votó iniciar el trámite para llevarlas de lo administrativo a lo penal. 33 diputados votaron en contra: Vox.

En España, estado aconfesional —artículo 16 de la Constitución—, y en el que todos los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento o sexo —artículo 14—. Ambos del ‘Título I. De los derechos y libertades fundamentales’, algo que deberían grabarse a fuego quienes se llenan la boca hablando de “España” y de “libertad”.

Piensen en ello la próxima vez que escuchen preguntar de qué sirve celebrar el Orgullo, a estas alturas de los partidos. Si total, ya tienen los mismos derechos ¡o incluso más!

Piensen en ellos la próxima vez que vean a alguien legislar para volver a encerrarlos en un armario. En Madrid, en València o en Budapest, donde este año se celebra —desobedeciendo a Viktor Orbán— la 30ª edición del Orgullo con el lema: “Estamos aquí y estamos en casa”. Expresando que las personas LGTBIQ+ son parte integral de la sociedad, y que, a pesar de los innumerables intentos de silenciarlas, invisibilizarlas o incluso borrarlas por completo… su existencia es tan antigua como la humanidad. Forman parte de nosotros. Están entre nosotros. Aquí, en casa.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents