Opinión | Una ibicenca fuera de Ibiza

Pedro número 5

Demos al botón de pausa de la —terrible— actualidad para detenernos en uno de los protagonistas de la semana: George Gountas, un diseñador de iluminación de The Daily Show, un popular programa de entretenimiento del canal estadounidense Comedy Central. Uno de los cámaras le comentó que un restaurante mexicano del Lower East Side, Son Del Norte, organizaba un curioso concurso de dobles del reguapo Pedro Pascal. Que por qué no iba, que se le daba un aire. Y, a falta de plan mejor para el Día del Padre —tercer domingo de junio en Estados Unidos—, tras afeitarse el bigote y que una vecina le prestara pantalones y gafas de pasta, se plantó allí con su mujer y sus hijas. El candidato Pedro número 5 se llevó los votos —y algunas atrevidas insinuaciones— del público asistente. El premio anunciado: un año de burritos gratis y 50 dólares; y el imprevisto: una inesperada repercusión y un gran interés de los medios.

Al ser entrevistado en el propio programa en el que lleva años trabajando, le preguntaron cómo lleva su mujer que esté recibiendo tanta atención. Respondió que le parece genial si eso sirve para que ella conozca a Pedro Pascal. Miró a cámara y lanzó un mensaje: “Hola, Pedro. Aquí Pedro número 5 desde Nueva York. Sería un gran regalo si pudieras conocer a mi mujer, Jenny. Significaría muchísimo para ella”.

¡Lo que son las cosas! Descubre oficialmente que está casada con el hombre más parecido al hombre más deseado del planeta y, lejos de sacar pecho o, qué sé yo... conformarse, ¡quiere al original! Otro clarísimo caso de “si lloras por no haber visto salir el sol, las lágrimas te impiden ver las estrellas”.

Mientras yo, mucho más humilde, a la espera de que lo de la oveja Dolly se replique en actores chilenos, ando suscribiéndome a la newsletter de un restaurante mexicano para viajar al próximo concurso. Pero no se les ocurra copiarme a mí, ¡cópienla a ella! ¡A ella!

Aunque me dio por pensar en las imitaciones y en las imitaciones de las imitaciones del siempre único y ansiado original. En Zara, el gigante del fast fashion made in Spain —aunque producido, además de in Spain, in cualquier sitio— y ejemplo de esa particular doble vara de medir dependiendo de quién copia a quién. Ya saben, Zara “se inspira”, “reinterpreta” o “versiona” a marcas como Loewe, Chanel o Balenciaga, mientras Shein o Temu “plagian” y “son un riesgo para la industria” cuando copian a Zara.

No me malinterpreten: creo que deberíamos aspirar a que la moda, como el marido, sea para toda la vida. Que, además de sentarme bien en las carnes y en el alma, sea auténtica, sostenible, ecológica, con buenos acabados en materiales nobles y esas cosas... llevan su tiempo. Por eso no critico la copia tanto como lo fast, porque sospecho que la vida es más vida lejos del amor y los pantalones de usar y tirar.

Yurko Dyachyshyn, un fotógrafo ucraniano, descubrió maravillado a un indigente de 55 años que vivía en las calles de Leópolis: Slavik, un gitano que vestía extravagantes combinaciones de prendas que le donaban o recogía de la basura. Al contrario de lo que se pudiera pensar, se cambiaba incluso dos veces al día; nunca repetía conjunto y combinaba el peinado según la ocasión. El fotógrafo fue recogiendo en imágenes algunos de esos encuentros antes de perderle la pista para siempre, en un proyecto que se llamaría Slavik’s Fashion y que ha servido de “inspiración” a diseñadores de renombre.

Bastante descarada en algunas creaciones de Balenciaga, que cuenta con un departamento dedicado a envejecer y ensuciar sus prendas, no exentas de polémica: los Super Destroyed (súper destruidos), unos vaqueros, no rotos, ¡sino destrozados! a la venta por 1.450 dólares; el Destroyed sweater, un jersey confeccionado en lana virgen de Italia y roto posteriormente, por 1.400 dólares; o las zapatillas Paris High Top Full Destroyed por 1.600.

Pero si pertenece al nicho de pijos que pagaría miles de euros por tener un poquitito de lo que Slavik tiene de manera natural, no escatime y hágase con la Balenciaga Arena Extra Large Shopping Tote, una bolsa que cuesta distinguir de la Frakta de Ikea en rafia azul, más allá de por el precio: 1.900 dólares.

Ikea, lejos de molestarse por la copia, lanzó una irónica publicación alertando a los compradores sobre cómo distinguir una bolsa Frakta de una falsificación:

“1. Sacúdela. Si cruje, es la auténtica.

2. Multifuncional. Puede transportar un equipo de hockey, ladrillos o incluso agua.

3. Tírala en la tierra. Una auténtica Frakta se puede limpiar con una manguera cuando está sucia.

4. El precio. Solo 1 dólar.”

La moraleja de todo esto es que hay ricos que lo quieren todo; hasta la pobreza. Y hay mujeres que quieren ¡a los dos! hombres más deseados del momento...

Hola, Pedro número 5 en Nueva York. Aquí Pilar, de Ibiza. Espero que te vaya muy bien con Jenny, pero si no, ven a verme. Podemos ir juntos a un concurso de lanzamiento de huesos de aceituna, a un karaoke… o al fin del mundo.

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