Opinión | Para empezar
¡Levantad el culo del asiento!
He viajado mucho en transporte público desde niña con mi madre y he visto cómo ella siempre le cedía el asiento a las personas mayores o mujeres con niños pequeños en brazos o carrito, sin dudarlo, aunque nuestra parada siempre fuera la última. Hace unas semanas cogí el autobús de Ibiza a Santa Eulària. Aunque en un primer momento tuve que ir de pie al estar ocupados todos los asientos, pronto una mujer se bajó y me pude sentar.
Al poco tiempo se subió al bus una señora mayor que atravesó el vehículo hasta más de la mitad sin que nadie la invitara a sentarse. Todos miraban para abajo a sus teléfonos, como si el mundo real fuera ese y no las personas que los rodeaban, ajenos a cualquier interacción que no fuera digital. Enseguida me levanté y le dije a la mujer que ocupara mi asiento. Su cara se iluminó, me sonrió y hasta quiso sostenerme una bolsa pesada que yo llevaba, oferta que decliné.
Una madre que viajaba con su hija vio la escena y cogió a su pequeña, que ya era algo mayor, del asiento para ponerla sobre sus piernas y que yo pudiera ocupar ese asiento, como así hice y le agradecí.
Pero al poco rato la historia se volvió a repetir: otra mujer de edad avanzada se subió al autobús y nuevamente nadie le cedió asiento. Otra vez me volví a levantar y la mujer me dio las gracias. Entonces comencé a sentir las miradas de los demás viajeros. Un gesto tan simple como ofrecer un asiento se convirtió en algo extraordinario, porque en ese trayecto de 40 minutos, nadie más se levantó. Quizá algunos se sintieron avergonzados por no hacerlo, otros pensaron que era una pringada por levantarme dos veces o simplemente siguieron mirando sus teléfonos sin enterarse de nada.
Utilizo muy poco el transporte público en Ibiza, pero quiero pensar que si lo usara cada día obraría igual, porque guardo en la memoria la imagen de mi madre cediendo su asiento con amabilidad y respeto, y de todas esas personas que, en su momento, también le ofrecieron una sonrisa a cambio.
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